Arsenio Escolar es periodista y escritor. Con sus 'Crónicas lingüísticas del poder' –información, análisis y opinión de primera mano–, entrará semanalmente en elDiario.es en los detalles del poder político, económico, social... y de sus protagonistas. Con especial atención al lenguaje y al léxico de la política.
La pandemia también agrava nuestra crisis demográfica
En la primera quincena del mes de agosto de 1966, Nueva York y otros muchos lugares de 128.000 kilómetros cuadrados de la costa atlántica de Estados Unidos y de Canadá experimentaron un inusitado incremento de los índices de natalidad. Nueve meses antes, esas mismas zonas habían sufrido el apagón eléctrico mayor de la historia de Norteamérica. El mayor en horas de duración, 12 en total, desde las 17.28h del jueves 9 de noviembre de 1965 hasta la madrugada siguiente, y en personas afectadas, unos 36 millones. Sin televisión, su entretenimiento nocturno favorito, la actividad sexual de las parejas confinadas a oscuras o solo con velas en los hogares creció tanto que a aquel alud de nacimientos de nueve meses más tarde se le llamó el baby boom del apagón.
Medio siglo largo después, con muchos más métodos anticonceptivos a mano y sobre todo con mucho miedo e incertidumbre en el cuerpo, otro confinamiento forzado de millones de parejas ha tenido unas consecuencias reproductivas bien distintas. En los pasados meses de diciembre y de enero, nueve meses después del comienzo en marzo pasado del confinamiento domiciliario de la población por la pandemia de Covid-19, la natalidad se ha hundido en España. Según datos recogidos por el diario El País, en 3.929 registros civiles informatizados, correspondientes al 93% de la población española total, en diciembre y enero pasados se inscribieron 45.054 bebés, 13.141 menos y un 22,6% menos que 12 meses atrás, en diciembre de 2019 y enero de 2020.
El descenso brusco de la natalidad no es el único desequilibrio demográfico que nos ha traído o nos ha agravado la pandemia. Hace pocas semanas, el INE certificó que en el primer semestre del año pasado, de enero a junio, ya metiéndonos de lleno en la pandemia, las defunciones aumentaron en España un 19,6% y que el crecimiento vegetativo de la población (la diferencia entre nacimientos y defunciones) presentó un saldo negativo de 94.326 personas.
La población es uno de los principales activos de un país, y uno de los más difícilmente corregibles cuando se desequilibran los datos. Nuestros desequilibrios demográficos son muchos y vienen ya de lejos: una baja tasa de fecundidad, de 1,3 hijos por mujer en edad fértil, una de las más bajas del mundo; una pirámide de población muy envejecida; una ratio afiliados a la Seguridad Social / pensionistas cada vez más estrecha; un crecimiento vegetativo negativo desde hace ya un lustro; unos saldos migratorios (de inmigración y de emigración) muy volátiles, que oscilan bruscamente; una España vacía, pues en el 53% del territorio solo vive el 15,8% de la población, y en algunas zonas con tasas de densidad inferiores a Laponia...
La caída de la natalidad no es nueva. En medio siglo hemos pasado de nacer en España cada año más de 650.000 bebés (así fue de 1957 a 1977, en nuestro particular baby boom) a poco más de la mitad: 360.617 en el año 2019, último dato oficial hecho público. A esa brutal oscilación se debe uno de los más graves problemas de nuestro sistema de pensiones: nuestros muchísimos niños del baby boom del siglo pasado se están empezando a jubilar, y las cohortes posteriores, mucho menos numerosas -y muchas de ellas mal pagadas, por cierto-, no aportan cotizaciones suficientes para sostener el sistema.
El aumento de las defunciones por la pandemia fue muy alto en 2020 y lo será en la primera mitad de este año, pero en unos meses volverá previsiblemente a sus cifras normales. Pero es muy probable que la caída de la natalidad sea más duradera. Las incertidumbres y miedos sanitarios y económicos desatados por la COVID-19 llevan ya un año instalados entre nosotros, y no sólo en las parejas en edad de procrear, y pese a las vacunas tardarán algún tiempo en disiparse por completo. Acumularemos al menos dos o tres años con pocos nacimientos, y no sería raro que alguno de ellos, este mismo, por ejemplo, la cifra quede por debajo de los 300.000 anuales. En nuestra pirámide de población quedará una muesca de la pandemia, como a finales de los años treinta del siglo pasado quedó la muesca de la guerra, la de los niños no nacidos durante la Guerra Civil. Estas quintas de población escasas serán un problema para muchos sectores económicos en breve tiempo, de las escuelas infantiles a la moda bebé e infantil, de los equipamientos para el colegio a los pediatras, o los dentistas, o los libreros, o los profesores, o los fabricantes de videojuegos o de bicicletas...
La demografía es, en esencia, la interacción y suma o resta de tres factores: la natalidad, la mortalidad y las migraciones. La pandemia ha desequilibrado los dos primeros aún más de lo mucho que ya estaban. Sólo nos queda el tercero para intentar algún reequilibrio. Hace dos años y medio, en verano de 2018, un organismo internacional tan poco sospechoso de extremismos de izquierda como es el FMI recomendaba a España que acogiera 5,5 millones de personas extranjeras hasta el año 2050 para hacer sostenible nuestro sistema público de pensiones. Además de por solidaridad y por memoria -en la historia, hemos sido más veces un país exportador que importador de población, más de emigrantes que de inmigrantes-, tenemos ahora la oportunidad de fomentar la inmigración por emergencia económica, por interés y provecho propio. No solo España, también otros países de la Unión Europea a los que la pandemia les ha desequilibrado su demografía. ¿Por qué no dedicar algunas cantidades de las ingentes destinadas a los fondos europeos de recuperación a planificar y llevar a cabo un buen plan español y europeo de inmigración ordenada y eficaz? A la luz de los datos demográficos que nos deja la pandemia, podría ser un excelente proyecto país y una esperanza para los millones de seres humanos que migrando buscan un futuro mejor para ellos y para sus hijos.
Sobre este blog
Arsenio Escolar es periodista y escritor. Con sus 'Crónicas lingüísticas del poder' –información, análisis y opinión de primera mano–, entrará semanalmente en elDiario.es en los detalles del poder político, económico, social... y de sus protagonistas. Con especial atención al lenguaje y al léxico de la política.
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