Los estudios sociológicos no mienten: el 99,7% de la ciudadanía gallega declaraba no haber asistido a eventos taurinos en el periodo 2014-2015, a preguntas del Ministerio de Cultura en su documento 'Encuesta sobre Hábitos y Prácticas Culturales'. Es cierto que Galicia nunca ha sido un territorio proclive a las corridas de toros, a pesar de haber contado durante su historia con una docena de plazas y de que el lobby taurino siempre ha estado muy bien relacionado con el poder.
Las llamadas “fuerzas vivas” eran una realidad influyente en ciudades como A Coruña, y todavía lo siguen siendo en este tema en Pontevedra. Grandes fortunas, individuos vinculados a la ultraderecha, si no directamente nostálgicos de la dictadura franquista, e incluso movimientos para tratar de construir una plaza de toros en la ciudad herculina.
En 2015, curiosamente coincidiendo con la publicación de esta última encuesta estatal, la ciudad de A Coruña cambia de color político, con la irrupción de la Marea Atlántica, un espacio plural y diverso, apoyado por partidos políticos y movimientos sociales, que alcanza diez escaños en una corporación compuesta por veintisiete asientos. Y tras una investidura apoyada por PSOE y Bloque Nacionalista Galego empieza una legislatura sin el sistema bipartidista en el gobierno. Por primera vez desde el breve pero muy digno periodo de Domingos Merino (1979-1981).
Ese año se suprimen las ayudas a las corridas de toros, más de 100.000 euros que las arcas municipales regalaban al empresariado taurino para organizar una feria deficitaria, con grandes vacíos en las gradas y con animales muertos en nombre de la tradición.
Ahora nos enfrentamos a un nuevo periodo, unas nuevas elecciones municipales que, a un año vista, pueden reforzar al movimiento abolicionista. Capeas en Valga y Moraña, gobernadas por el Partido Popular, y la única plaza de torturas en pie, en Pontevedra, resistiendo con la inexplicable connivencia del gobierno municipal, en manos del BNG. Incluso el PSOE ha abandonado su apoyo del pasado a esas prácticas.
El próximo año tiene que ser el de la confirmación de que las opciones políticas que defienden un proceso abolicionista se refuercen en las instituciones, porque es posible combinar una estrategia de agitación en las calles y multiplicar el espacio en las administraciones. De otro modo, ¿quién trasladará nuestras demandas?
Así, la transversalidad y la experiencia acumulada después de casi cuatro años de una legislatura donde el ‘municipalismo’ ha sido una de las palabras más repetidas, son patrimonio importante, que no las corridas de toros, para seguir construyendo una sociedad libre de crueldad y de maltrato hacia los animales.
Inexplicable e incomprensible que un Tribunal Constitucional impida un veto a un acto de reconocida violencia en base a normas que tratan de blindar, como si de un país bananero se tratara, la ejecución pública de animales por criterios culturales o tradicionales. Si algo hemos aprendido en estos años es que nada es inamovible, que hay oportunidades y ventanas que se abren, y que es ahí donde debemos estar para avanzar.