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Pido calma. Forbearance

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Los ERE de Andalucía. Hubo fraude por ausencia de un correcto procedimiento reglado. Con poco esfuerzo se ve la malversación toda vez que hubo desvío a fines distintos de los correctos. Y no merece la pena discutir la existencia de una delictiva política clientelar porque se beneficiaron personas afines al PSOE. Y es claro que todo esto tuvo responsables.

Los expresidentes Chávez y Griñán fueron condenados por prevaricación y malversación. Puede que fuera una condena injusta. O puede que lo fuera de justicia. Se prorratea el beneficio de la duda.

El Tribunal Constitucional ahora ha fallado que solo se puede prevaricar en el ejercicio de actuaciones administrativas y nunca proponiendo ni elaborando una ley de presupuestos. Este tribunal ha encontrado la aprobación parlamentaria como reparadora de posibles vicios.

Asimismo, el Tribunal Constitucional ha resuelto que para malversar hay que conocer el nefasto desvío del pecunio a fines distintos. No basta con haber estado allí. Caramba, para mi coleto esto era valor sobreentendido. Entonces condenaron a los dos andaluces pasando por encima de mi ignorancia. Mi sospecha me dice que pudieran ser inocentes.

Creo que Chávez, hombre principal del felipismo desde su fundación, y Griñán, eximio cronista de carreras de caballos con el pseudónimo de Riu-Kiu, fueron víctimas de sí mismos por disfrutar de excesivos periodos gobernando que dio tiempo para que aflorara la mala hierba de un régimen clientelar. Pero nunca merecedores de que se abrieran para ellos las puertas de la cárcel. Los condenaron. ¿Hubo lawfare? No. ¿Hubo circo? Sí. ¿Y cuál es la diferencia? No lo sé. Pero se produjeron sentencias solo explicables por el ruido del círculo mediático de la derecha que se empeña en echar a presidentes en medio de una algarabía mediática. Quién sabe cuánto han sufrido uno y otro, porque yo me pregunto aún hoy, ¿y si fueran inocentes? Mi apuesta valorativa es que ni uno ni otro se lucraron. La responsabilidad política es total.

Pero me siento empujado, obligado, a poner en duda si son más culpables que Esperanza Aguirre, que vio entrar dos vicepresidentes en la cárcel, pero ella estaba con las manos en los bolsillos y silbando. El juez Garcia-Castellón entendió que Esperanza nada sabía. Aquí, más cerca, ¿podían haber empitonado a los presidentes Hermoso y Saavedra por cuenta de ese complejo o sociedad de Teguise que manejaba con facilidad el dinero en medio de un frenesí de votos y cebollas de los años noventa?

Ahora ocupa mi atención el juez Peinado. Intelligenti pauca. Personaje modo Falstaff, ha tirado la caña para ver lo que pesca. Entra y sale de la escena y algunos pensamos que al final todos se reirán de su personaje. Este juez desoye el principio primero y principal del hoyo que se formula así, si estás dentro del hoyo deja de cavar.

Yo lo de este juez pienso que no es serio porque es gracioso, pero en realidad todo esto resulta gracioso porque es serio. Thomas Mann, en los discursos radiofónicos que emitía desde la BBC para los países ocupados por Hitler, unos de los días se referían al malicioso francés que dice que cuando un alemán quiere ser gracioso se tira por la ventana. 

Qué suerte seguir a San Francisco que tenía fe en la inocencia infantil sobre cualquier forma de escepticismo. Esto no nos pasa a muchos. Unos pasan por alto cosas claras a la luz del día en una suerte de conducta jesuítica. Otros sentimos la capacidad de asombro como un demonio interior en buena parte gratificante. Pienso que es mala cosa que la mitad del país aplauda a este juez sin conocer sus autos y la otra mitad le tema, le desprecie y solo le respete por eso de la independencia del poder judicial.

El caso de los ERE ha sufrido combustión interna. Pero no está finiquitado. Si el juez en una imaginaria suerte de democracia directa fuera elegido por el público, Peinado tendría problemas para salir elegido. Porque avanza para satisfacer a una mitad en medio del terror que le suscita a la otra parte. 

Hace tres siglos alguien escribió, donde no pueda complacer a la razón me complace entregarme a la fantasía. En la Sonata a Kreutzer, Tolstoi hace que el protagonista mate a su mujer porque la sorprende con el violinista, pero no persigue para matarlo al violinista porque él, el asesino, estaba en calcetines. Quería parecer rabioso, pero nunca ridículo. En mi fantasía aparece el juez despeinado y en calcetines persiguiendo a alguien.  Ha aparecido una palabra inglesa, pido perdón, auténtica vitamina para curar los males de nuestras democracias, forbearance, que es paciencia, tolerancia, que las cosas sean de tal forma que tu legitimes al contrario.

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