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Viticultura y sostenibilidad: dos conceptos compatibles
En Canarias, los estudios e investigaciones relacionadas con el desarrollo sostenible agrícola son escasos y más aún los que se relacionan directamente con el sector vitivinícola. Si bien es cierto que los trabajos publicados hasta la fecha están sirviendo de inspiración para futuras investigaciones; también, los resultados que se obtengan de estas investigaciones ayudarán a analizar los impactos medioambientales que se producen por las acciones vitivinícolas.
De este modo, si se conocen los procesos que son más perjudiciales se puede tomar acción y buscar otras alternativas para contribuir al desarrollo sostenible. Por lo tanto, las investigaciones pueden ayudar a establecer una serie de buenas prácticas que contribuyan a tener un sector más sostenible. A través de los estudios se ha determinado que los vinos con una menor intervención de productos químicos presentan una huella de carbono significativamente menor.
Desde el Consejo Regulador de la Denominación de Origen Tacoronte-Acentejo se ha puesto en marcha una investigación pionera en Canarias para medir los impactos medioambientales que generan las labores de viticultura que se realizan durante una temporada. Para ello, se ha utilizado una metodología denominada Análisis de Ciclo de vida (ACV). El ACV es una herramienta de gestión medioambiental estandarizada en la normativa ISO, en concreto ISO 14040:2006, que también se encuentra internacionalmente reconocida. Para ello se identifican, cuantifican y evalúan todos los recursos consumidos, las emisiones y los residuos generados.
La información necesaria para el desarrollo de la investigación se ha recopilado de manera presencial a través de cuestionarios destinados a conocer los procesos en viticultura. Los datos han sido proporcionados directamente por las bodegas o viticultores y corresponden a la cosecha de 2022. En concreto, en esta investigación han decidido participar ocho fincas pertenecientes a bodegas adscritas al Consejo Regulador Tacoronte-Acentejo.
Los resultados que se evaluarán a continuación se han clasificado en la categoría de impacto de huella de carbono. Esta se define como un indicador que mide la cantidad de emisiones directas e indirectas de gases de efecto Invernadero (GEI), normalmente su unidad de medida son toneladas de CO2, aunque también puede venir expresada en kilos. En el caso particular del viñedo, mide las emisiones que generan los procesos en la viticultura. Es importante añadir que la unidad funcional utilizada para este ACV es 1 kilogramo de uva, de este modo al utilizar la misma unidad funcional los resultados obtenidos pueden ser comparados.
Una vez que se obtienen los datos de kg de CO2 que se generan por el proceso de viticultura pasamos a su análisis. Si analizamos los datos desagregados observamos que se repite un patrón en todas las fincas de viticultura; el mayor porcentaje de impacto medioambiental en la huella de carbono proviene del combustible de los vehículos utilizados para desplazarse hasta la finca y realizar las labores habituales, este tiene un impacto medio del 55% en las fincas analizadas. También tiene un elevado impacto el uso de combustible para maquinaria agrícola, superando el 10% de impacto en la mitad de las fincas. El uso de pesticidas está presente en todas las fincas analizadas, pero de media tiene un valor de 8%, siendo tras el consumo de combustible el más elevado. Además, intervienen otros impactos pero que aportan un menor porcentaje como es el uso de azufre, abonos con alto contenido en nitrógeno o el consumo de electricidad en algunas de las fincas.
Como se observa en el gráfico, existe gran heterogeneidad entre los puntos mínimos y máximos de los insumos utilizados en viticultura, esto en gran medida se debe a la orografía de la comarca, al número de tratamientos y al uso de distintos productos. En resumen, una viticultura sostenible es posible sin reducción de los rendimientos.
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