La portada de mañana
Acceder
El testimonio de una mujer que señala a Errejón: “Todo iba de sus ansias de dominar”
La jueza investigará si Quirón fue colaborador en el fraude de la pareja de Ayuso
Opinión - Errejón y los etcétera. Por Rosa María Artal

Virginia Mendoza, antropóloga: ''La sequía de los 90 fue desastrosa, pensamos que tendríamos que irnos del pueblo''

Imagen de archivo de la antropóloga y periodista Virginia Mendoza

Natalia G. Vargas

23 de octubre de 2024 14:28 h

0

La España sedienta y la sumergida han marcado la trayectoria de Virginia Mendoza (1987). La periodista y antropóloga pasó su infancia en Terrinches, un pueblo de La Mancha donde el agua nunca sobró. “La sequía de los años 90 para nosotros fue desastrosa. Llegamos al límite de pensar que nos tendríamos que marchar del pueblo”, recuerda. Mendoza, afincada ahora en Teruel, se acostumbró durante su infancia a que su familia intentara acumular el agua en cualquier tipo de recipiente. El agua y, sobre todo, su ausencia, condicionaron su infancia, y su relación con este recurso la ha llevado a conocer y a contar historias atravesadas por el arraigo y el desarraigo, empezando por los supervivientes del genocidio de Armenia.

''He tenido que llegar a La sed (Debate, 2024) para entender que todo lo que he hecho ha sido buscando ese concepto de desarraigo que yo sentí cuando me fui de mi pueblo'', cuenta en una entrevista concedida a Canarias Ahora durante su visita a Tenerife para participar en el festival internacional de literatura Periplo. 

Mendoza es autora de Quién te cerrará los ojos (Libros del KO, 2017), Heridas del viento (La línea del horizonte, 2018) y Detendrán mi río (Libros del KO, 2017). Este último libro versa sobre las personas desplazadas por la construcción de presas en España, y forma parte de un proyecto transmedia. Lo acompaña un mapa online donde están señalados numerosos pueblos y aldeas sumergidas. Además, a través de un correo electrónico, los lectores pueden enviar información sobre sus pueblos y aldeas para que queden recogidas en el proyecto. El objetivo: “recuperar la memoria”. 

“Quería que constaran en algún lugar. En algunos casos iba a esos lugares y entrevistaba a personas que habían vivido en esos puntos sumergidos”, relata la antropóloga. “Me preguntaba qué tenía que ver con ellos, si yo venía de un lugar sin agua,  pero tenía mucho que ver. Tenemos un desequilibrio hídrico brutal y entendí que esa España sumergida quizá no se entendería sin la seca”, añade. 

En un contexto de sequía y de cambio climático llega La sed, el último ensayo de Mendoza que será traducido al inglés, alemán, portugués y neerlandés y que, además, ha sido presentado en Periplo. La obra recoge cómo el agua ha determinado el desarrollo de las civilizaciones, pero también cómo se han construido relaciones de poder en torno a ella y cómo su presencia y también su ausencia han empujado a decenas de familias a desplazarse. “Empecé a trabajar esos desplazamientos forzosos sin ser consciente de que lo que estaba buscando era entender ese desarraigo que yo sentí. Es algo inconsciente que me ha llevado a buscar esas historias de minorías que no pueden seguir en su casa por la razón que sea”, confiesa.

“He tenido que llegar a 'La sed' para entender que todo lo que he hecho ha sido buscando ese concepto de desarraigo que yo sentí cuando me fui de mi pueblo”

“Empecé escribiendo en Armenia. Al principio buscaba a los supervivientes del genocidio, y después de hablar con ellos también me apetecía hablar con otras personas, como mayores que habían vivido en zonas rurales, que habían sobrevivido a guerras o a terremotos. Me parecía interesante la relación que tienen con su propia tierra”, explica. “Recuerdo a una mujer superviviente que hablaba con mucha tristeza de los árboles de su tierra. Tal vez ella ni los podía recordar, pero seguía muy atada a ellos”, detalla.

La Sed arranca en el verano del 87, cuando los vecinos de un pueblo salieron a las calles al descubrir que, a pesar de la sequía, alguien estaba utilizando su agua hasta secar su río, haciendo que murieran sus cultivos. Su libro la condujo a una parte de la historia de su familia que no conocía. “Terminando de escribir La sed, leyendo un libro sobre la posguerra en la provincia de Ciudad Real, llegué a una carta de un condenado a muerte. Era la última carta que recibió su familia antes de que lo fusilaran. Me di cuenta de que era mi tío bisabuelo”, relata. ''En esa última carta, él invitaba a su mujer a abandonar su tierra por la sequía'', apunta la escritora. 

Sin planearlo, la obra también acercó a Mendoza a Canarias, ya que su portada es el emblemático árbol Garoé de El Hierro, que salvó a los primeros pobladores de la isla de morir de sed con el agua de sus hojas. ''Yo iba buscando entender cómo nos hemos relacionado a lo largo de nuestra historia como seres humanos con esa ausencia de agua. En los lugares áridos del mundo también han surgido divinidades a las que se ha pedido la lluvia. Buscando esos lugares y esos mitos llegué a la figura del Garoé'', concluye.

Etiquetas
stats