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El buen maestro

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El maestro Ricardo Sosa Velázquez vino de Gran Canaria y ha dado clase en el Colegio Gabriel Duque Acosta de Santa Cruz de La Palma. Vino como sustituto y ahora, acabado el curso, debe irse a un nuevo centro. El último día de clase les ha regalado a sus alumnos una camiseta con todos sus nombres grabados. Todos los nombres. Los niños lloraban abrazados a él antes de salir del recinto. Lloraban los niños y algunos padres que esperaban fuera para recoger a sus hijos, lloraban también. No querían irse del cole. Era el último día de colegio y no se querían ir. Todos eran conscientes de que aquello podía ser una despedida definitiva. Ricardo ha pedido incorporarse al mismo centro el próximo curso. Es muy complejo el tema porque hay una lista con un orden que es difícil saltarse; una lista con un orden determinado que parece no admitir cambios. Estos niños no han tenido dos cursos seguidos el mismo maestro, incluso en un mismo curso han tenido dos maestros distintos, pero esta vez les había tocado en suerte un maestro al que todos adoraban y con unos resultados espectaculares. Niños que no querían leer y ahora leen; que han aprendido el valor de la caligrafía y les gustaba escribir historias; que jugaban a aprender y a crear. Y un día les dijeron que Ricardo ya no podría volver.

Los padres hace aproximadamente un mes escribieron al Centro, a Educación y al Diputado del Común intentando encontrar una solución y que lo trajeran de vuelta el próximo curso, pero de todos lados lo que les dicen es que es muy improbable y bastante imposible que se quede en el centro y siga con ellos el curso que viene, lo cual es terriblemente injusto según los padres y los niños. La carta se presentó en la dirección del centro. Desde allí les comunicaron que no se podía hacer nada, que se tenía que presentar en Educación que fue lo segundo que hicieron. Enviaron la carta al director territorial de Educación y no han recibido respuesta. Lo tercero fue presentarla en el Diputado del Común donde les dijeron que la habían recibido correctamente, pero tampoco han recibido respuesta.

Creo que queda clara cuál es la situación. Es un caso llamativo por ser no los padres ni el colegio, sino los propios alumnos, niños de siete y ocho años, los que reclaman la presencia de este profesor; seguir con él el nuevo curso. Hay algo que no funciona o que funciona mal en nuestro sistema educativo. ¿Por qué este “tráfico” entre comillas de profesores de un lado a otro? ¿Por qué esa resistencia a que un profesor permanezca en el sitio que quiere quedarse y donde quieren que se quede? Es un escenario incomprensible para los padres y los ciudadanos en general que no entienden los razonamientos y explicaciones que da la administración o, mejor dicho, ni siquiera da en este caso. Una situación que muestra una sociedad dependiendo de instituciones públicas a las que parece no importarle lo más mínimo qué sienten o qué desean los que dependen de esos departamentos que están para cuidarla y protegerla. Es muy duro para la ciudadanía entenderlo. Y si en medicina tenemos problemas porque la isla de La Palma carece de facultativos que atiendan enfermedades concretas y tenemos que desplazarnos a otras islas para curar determinadas enfermedades porque los médicos no quieren venir a instalarse en la isla o no se les permite hacerlo o no se contempla esa posibilidad por parte de las administraciones públicas, parece que ocurre lo mismo en educación. ¿Tenemos que admitir este exilio de gente que quiere quedarse en la isla, que les gusta estar aquí y quiere dar clase y establecerse aquí, y tampoco pueden? ¿Son carencias o son defectos de quienes deciden cómo y dónde colocar a estos profesionales? No lo sabemos, pero lo que sí sabemos es que hay que poner fin a todo esto.

En el Consejo Escolar del Gabriel Duque están diciendo que ha habido un bajón general en el centro; que los alumnos están desmotivados, que las notas son terroríficas, que los niño no rinden, que necesitan refuerzos, etcétera, etcétera, etcétera, cuando es evidente que lo que necesitan es que no les estén cambiando de maestro constantemente; que los buenos maestros se queden como lo hacían antes cuando había escuelas públicas y escuelas unitarias esparcidas a lo ancho y a lo largo de la isla regentadas por un maestro o una maestra que estaban ahí, presentes en nuestras vidas, para bien o para mal, pero siempre como un faro que señalaba nuestro futuro. La figura legendaria del buen maestro que nos llevaba a ver los volcanes o nos explicaba quién demonios era Cervantes o García Lorca igual que Ricardo les ha enseñado a nuestros niños a hacer un árbol genealógico o a leer a Harry Potter. En conclusión, esos niños ya saben quiénes eran sus abuelos y ahora leen libros sentados en la azotea de sus casas soñando con un mundo mejor lleno de varitas mágicas. Y lo más importante: creen que podrán volver a traer a Ricardo Sosa a sus vidas gracias a esas cartas que llevará volando la lechuza mágica de Harry a la Consejería de Educación del Gobierno Canario.

Elsa López

23 de junio de 2024

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