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La Corte del Faraón

Arnaldo Martín Rodríguez

La Corte del Faraón, película: “La película empieza y acaba con la detención de un grupo de actores aficionados que están representando esta zarzuela y son arrestados por la censura. A partir de este comienzo se retrata cómo empezó todo y por qué ha terminado de esta forma”.

Franco estaba vivo la última vez que metieron en la cárcel a unos actores la noche de la representación y no conozco ningún caso similar en la Europa civilizada, solo en la fascista. Una persona con mentalidad conservadora tiene unas ideas a respetar y como decía mi tío, comunista él, son compañeros en democracia, aunque piensen distinto, porque pensar distinto y respetar ese pensamiento diferente es la esencia misma de la democracia. Pero detener a una persona porque lo que dice en una obra de ficción, está considerado de mal gusto o representa unas ideas contrarias a las propias, es algo inadmisible en el siglo XXI y en cualquier siglo. Recuerdo la historia de Aristófanes, allá en la Grecia antigua, representando él solo en el teatro su propia obra, haciendo todos los papeles, porque ningún actor se atrevía a hacerlo ante las amenazas recibidas. Así que no es cuestión solo del siglo en que vivimos. Que la ultraderecha española aplauda, no me extraña, que las gentes conservadoras de bien estén de acuerdo, es una desgracia, pero no una sorpresa, con la mentalidad instalada en la derecha española. La cobardía de los que se llaman a sí mismo demócratas, empezando por los compañeros de mi partido, Izquierda Unida, que son concejales de Ahora Madrid, me revuelve las tripas y me llena de vergüenza. Recuerdo lo dijo que sintió el 23 de Febrero, cuando Tejero entró en el Congreso de los Diputados, Santiago Carrillo, en su escaño. No fue miedo, sino vergüenza, pensó que este país, como decía Larra, no tiene remedio, que no saldremos nunca del atraso y la caverna. Es lo mismo que pienso yo con este asunto del encarcelamiento de los titiriteros. Me avergüenzo de este país en el que vivo, de manera incluso más intensa y profunda que a lo largo de todos los atropellos que hemos recibido durante esta crisis, con unas llamadas reformas que han sido en realidad el paso de los cascos del caballo de Atila, porque ese es su nombre verdadero y lo de reformas, un eufemismo. Unas reformas que tenemos que anular si queremos que vuelva a crecer la hierba. Pero el encarcelamiento de unos titiriteros es una cuestión de degeneración moral del espíritu de la democracia y la extrema cobardía de todo el Ayuntamiento de Madrid me duele y me decepciona. Son presos políticos, y es un delito político, algo que nadie va a aceptar cuando me lea, porque es inconcebible, pero lo inconcebible está pasando.

La gente conservadora responsable, sensata y leída, debería reflexionar un poco sobre qué es legítimamente motivo de crítica y qué asuntos, si se critican, resultan un menoscabo del sistema democrático y la sociedad misma. Porque a muchos parece no importarles y uno tiene la sensación de que lo que les importa es ganar, como los malos aficionados al fútbol, de penalti injusto en el último minuto. Eso también es un sentimiento degenerado y a desterrar. Encarcelar a alguien por una obra de ficción, tiene el escarnio añadido de tener a Rato, Blesa, Narcis Serra y todo el resto de la tropa corrupta de este país, no simplemente libre, sino paseándose en yate y dándose la gran vida, mientras afirman que no tienen dinero para comprar coca-cola. El que la obra no fuera para niños no es la cuestión, pero déjenme decirles que Caperucita Roja, Blancanieves, la Bella Durmiente o el reciente Harry Potter y toda la literatura infantil, está llena de violaciones, homicidios, torturas, canibalismo, incesto y actos truculentos. Las versiones Disney no, claro, qué daño ha hecho Disney. Este escándalo y el que tanta gente apoye el comportamiento del juez, la norma establecida y la forma de cumplirla, el comportamiento de gran parte de aquellos que se llaman a sí mismos, ya no de izquierda, sino simplemente demócratas, aparte de avergonzarme, me hace sentir más convencido aún de la necesidad de cambiar profundamente esta sociedad que está más enferma y equivocada de lo que yo hasta ahora pensaba.

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