La pirámide de ‘Maslow’
El ser humano presenta una serie de necesidades (y esto lo saben muy bien los expertos en marketing), aunque no todas se encuentran en el mismo nivel de prioridad. El psicólogo Abraham Maslow dedicó parte de sus estudios a poner en orden estas necesidades. Maslow se preguntaba por qué la gente hace lo que hace. El resultado tiene forma de pirámide y fue descrita por primera vez en su libro ‘A Theory of Human Motivation’. En este supuesto, las personas actúan con el objetivo de satisfacer dichas necesidades.
Esta forma geométrica piramidal aparece debido a la existencia una jerarquía en las necesidades, en cuya base encontramos las necesidades más básicas, y según ascendemos nos encontramos otras necesidades más «abstractas».
Estas necesidades básicas son las que ya todos conocemos, es decir, el oxígeno, los nutrientes, el sueño… en definitiva todos los elementos que contribuyen al equilibrio (homeostasis en términos técnicos) del cuerpo.
El siguiente eslabón, sería el de la seguridad, entendida como la seguridad física y de recursos. Eso que, en antaño, el ser humano entendía como una cueva donde refugiarse y una fuente donde abastecerse. Lo que hoy se traduce en una casa y un empleo.
Por encima de la seguridad, nos encontraríamos con las necesidades de afiliación, en sintonía con la forma de ser que tenemos los seres humanos: somos animales sociales. Desde que nacemos, dependemos de otra persona para que nos cuide, y según crecemos no nos hacemos más independientes, sino que empezamos a depender de los otros pero de una manera más horizontal, de igual a igual. No satisfacer este eslabón puede acarrear múltiples problemáticas a nivel psicológico. De hecho, en muchas ocasiones, parte de la intervención psicológica en la depresión se basa en el trabajo de las habilidades sociales por esto mismo.
En el apartado del reconocimiento, se habla del respeto, de la visión que tienen los demás de nosotros, de los logros… un eslabón que se relaciona con la construcción de la autoestima de la persona.
Por último, llegamos a la autorrealización, en teoría el culmen de la satisfacción de las necesidades. El punto máximo al que los seres humanos podemos aspirar: el desarrollo moral y espiritual de la persona, la búsqueda del sentido de la propia vida.
Lo interesante de la teoría de Maslow es que, según sostiene el propio autor, para que la persona busque satisfacer unas necesidades, antes tiene que haber satisfecho las necesidades del eslabón anterior. Por ello, primero buscamos comer, antes que un trabajo; queremos tener un empleo antes que una valoración positiva de un igual; y así sucesivamente hasta el final, donde la persona no buscará la autorrealización si no se siente seguro en su casa o valorado por su entorno.
Si bien es verdad que esta teoría jerárquica de las necesidades humanas no ha sido demostrada científicamente en su totalidad (se ha visto que hay personas capaces de saltar de un eslabón a otro sin pasar por el intermedio), nos hace poner el foco en la importancia de que exista un entorno con las necesidades cubiertas que permita que las personas puedan realizarse, y encontrar su propia felicidad.
Esto nos aleja del pensamiento positivo tóxico tan manido en los libros de autoayuda de que «la felicidad depende tu actitud». Seguramente Maslow, estudioso de la motivación humana, no estaría de acuerdo con este supuesto.
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