Espacio de opinión de La Palma Ahora
De la vivencia al testimonio
Recientemente asistí al I Encuentro de Cabreros de Cumbre de La Palma: Pedro Pérez Gómez ‘Kiko'’, organizado conjuntamente por la Jurria Garehagua y la Concejalía de Deportes del Ayuntamiento de Tijarafe, municipio que acogió el evento.
Con variedad de actividades, este encuentro supuso una oportunidad para difundir y dinamizar la admirable tradición del Salto del Pastor, pero además constituyó un marco propicio para la aproximación relacional de tal tradición con otras como el garrote, el silbo, el arte de los versadores o el sirinoque.
En ese contexto se vivió el almuerzo popular que cerraba el programa de actividades, almuerzo que se tradujo en un espacio de relaciones positivas entre los asistentes, un espacio de interacción y de práctica en vivo de las tradiciones anteriormente aludidas. Allí tuve la oportunidad no sólo de presenciar y disfrutar las muestras de sus respectivos practicantes, sino, además, la de participar versando junto a otros integrantes de la Casa de la Décima de Tijarafe. Entre las décimas improvisadas durante dicha intervención, se me quedó en mente una punta que me lancé a mí mismo a propósito de mi reiterada expansión corporal, principalmente por la zona abdominal. De la experiencia de ese día y de mi reconocimiento elevado hacia las tradiciones canarias, fundamento de nuestra identidad, se desprende la obra que sigue.
VERSOS DE UN PASTOR FRUSTRADO
A los amigos de las jurrias de La Palma
y la memoria de maestro Kiko
I
Por valorar la labor
trashumante, y entrenarme,
un día quise iniciarme
en el Salto del Pastor.
Sin el jeito ni el valor
para en los riscos brincar,
después de mucho engordar
tuve que aparcar la lanza,
porque me daba en la panza
y no la podía usar.
II
Es justo que se aproveche
la producción pastoril
y en escudilla servil
se añada gofio a la leche.
Sin que carne se deseche,
ni belete, en tal trabajo,
ni el queso que adensa el cuajo...
Pero tras tanto comer
es difícil recorrer
las cumbres con desparpajo.
III
Fui a hacerme un zurrón bonito,
gastado el mío en diversas
gallofas, y no uní fuerzas
para matar el cabrito.
Aunque, en la práctica, el rito
dejé, sin logros ni honores:
tras la experiencia, señores,
aumentó mi admiración
por quien clava un regatón
en mi tierra de pastores.
IV
Al clavarse, el regatón
suena a voz de los mayores,
a senderos anteriores
que tienen continuación.
No se borrará ese don
con leches pasteurizadas
ni con las áreas vedadas
a un oficio que, sin mellas,
conduce las nuevas huellas
a las antiguas pisadas.
Por Yapci Bienes,
versador y educador social.