El Valle de Aridane, la tierra que floreció con los bolívares que enviaban los palmeros emigrados a Venezuela

Cultivo característico en forma de terrazas en La Palma. (Cedida por la cronista María Victoria Hernández).

Jennifer Jiménez

3 de octubre de 2021 06:00 h

2

“Ahora no tenemos Venezuela”. Es una frase que se repite en los últimos días en La Palma, cuya población compara la erupción actual con la vivida hace cinco décadas durante el volcán de Teneguía o con la de hace 72 años en el de San Juan, con el que aprecian aún más similitudes. Entonces, La Palma no tenía la misma población que alberga actualmente, ni era la segunda isla productora de plátano de Canarias. “Yo espero que a los bolívares los sustituyan los euros”, señala María Victoria Hernández, cronista oficial de Los Llanos de Aridane. Conoce de primera mano lo que significó para los isleños la oportunidad que brindó América Latina ya que su familia también ha sido migrante. A partir del año 1950 se ofrecieron los conocidos como “créditos blandos” por parte de la dictadura franquista para los afectados por el volcán. A ello, la cronista resalta que se le suman las remesas que enviaban los emigrados canarios. Así, los bolívares “que eran como el oro”  permitieron la compra de tierras. La zona afectada ahora por la erupción del pasado 19 de septiembre floreció gracias al esfuerzo de generaciones y el trabajo al otro lado del océano. 

El historiador y catedrático Manuel Hernández, autor de La emigración canaria a Venezuela, explica que la migración a ese país de forma clandestina es un fenómeno que había comenzado un año antes del volcán de San Juan, pero añade que sí que es cierto que en esa catástrofe natural hubo personas que perdieron sus tierras. La erupción no fue como tal el detonante de la migración, ya que se venía produciendo también por los habitantes de otras islas desde 1948, pero fue un factor añadido. La población de la isla era entonces bastante inferior y mucho más diseminada, pero la cronista de Los Llanos remarca que la lava sí que arrasó fundamentalmente con viviendas y viñas que había en la zona. El historiador remarca que esas migraciones en barcos clandestinos a Venezuela se prolongaron desde 1948 a 1952, en plena posguerra y dictadura franquista. Fueron más de 12.000 personas las que se embarcaron en busca de oportunidades sólo en esos años en múltiples barcos que viajaron hasta allí desde Canarias como el Telémaco, La Elvira o Saturnino. 

Por lo general, se trataba de barcos que se encontraban en muy malas condiciones y donde la tripulación “viajaba hacinada”, destaca el catedrático. Néstor Rodríguez Martín, en su artículo de investigación La emigración clandestina de Canarias a Venezuela en los años cuarenta y cincuenta del siglo XX donde apunta algunos casos excepcionales entre esos barcos, como el Juanita, que partió de Las Palmas de Gran Canaria el 2 de febrero de 1950 con 65 tripulantes y pasajeros y que era “el único que poseía casco de hierro, por lo que era conocido en los puertos insulares como Juanita de hierro”, pero también resalta el caso de una goleta que salió de La Palma. Se trata del “elegante” yate Benahoare (nombre aborigen de La Palma) “fabricado en una carpintería de ribera en Santa Cruz de La Palma y heredero de la tradición constructora naval palmera”, detalla en este artículo. El barco era propiedad de Armando Yanes Carrillo, también autor del libro Cosas viejas de la mar (1953). 

El catedrático Manuel Hernández subraya el contexto histórico en el que se enmarca esa emigración clandestina. En 1948 gobernaba en Venezuela el escritor Rómulo Gallegos, que “de hecho, no tenía relaciones diplomáticas con Franco”. A los pocos meses de gobernar, se produjo un golpe de estado y después vino la dictadura de Pérez Jiménez. Entonces, “un montón de gente que era bien recibida, de pronto, eran ahora consideradas como comunistas”. A estos canarios los llevaban a lugares que hacían de campos de concentración, como la isla de Orchilla o la de Guasina, donde se les privaba de su libertad y pasaban miseria. El catedrático afirma que esta situación “presionó a Franco” para que en 1952 “se liberalizara la migración y no se pusieran obstáculos”, ya que hasta Venezuela no solo emigraban canarios, también personas procedentes de otros territorios del país como Galicia. Hubo algunos barcos con canarios que ya estaban viajando de forma clandestina y a quienes no les llegó la información de que se había liberado la migración hacia el continente. Fue el caso del Doramas, que salió de Las Palmas de Gran Canaria. 

Los palmeros, históricos defensores de la agricultura

María Victoria Hernández se emociona pensando en el amor que siente el pueblo palmero por su tierra. Los volcanes, las sequías, el trabajo duro o la emigración primero a Cuba y después a Venezuela han marcado el carácter de su gente. La cronista remarca que con esas remesas de los emigrados hubo que trabajar muy duro la tierra. “A pico y pala”, explica, se construyeron esos cultivos en forma de terrazas tan característicos de la isla. “Se traían camiones de tierra de la cumbre” para que esa tierra que fue arrasada por la lava fuera fértil. “A la piedra ya seca de los volcanes se le tiraba agua y se construían murallas. Yo creo que si pusiéramos todas las paredes que tenemos de piedra seca en línea recta, La Palma tendría una muralla más grande que la de China”, exclama la cronista. Manuel Hernández apunta que la emigración de los canarios a Venezuela se prolongó hasta los 80 y que en la compra de parcelas también tuvo que ver la estructura de la propiedad, que los grandes terratenientes vendieran sus tierras a los que regresaban con dinero de América y que decidieron invertir en la zona de Tazacorte, Los Llanos o El Paso. Pero los palmeros, explica, también realizaron grandes inversiones en El Hierro, tanto con el plátano como posteriormente con la piña tropical, así como en el sur de Tenerife.

Fue especialmente a partir de los años 60 cuando se empezó a percibir ese despegue en el valle de Aridane. “Vino mucha gente de Gran Canaria y de Lanzarote a trabajar y que después se quedaron aquí”, remarca María Victoria Hernández. Después vino el Teneguía, que ella misma recuerda, pero se trató de una erupción en la que el miedo inicial dio paso a una gran expectación. “El 26 de octubre de este año se cumplen 50 años del Teneguía y mira todo lo que ha cambiado la vida”, resalta. El catedrático apunta que las causas del retorno de los canarios emigrados son múltiples y fue progresiva. Primero se vivió una crisis mundial en el año 1973 que originó el aumento del precio del petróleo. Posteriormente, se produjo la nacionalización de la industria petrolera en el país.  Antes del caracazo (una serie de protestas populares que tuvieron lugar en 1989 y que dejaron cientos de muertos en Venezuela), se había producido la primera devaluación de la moneda venezolana (1982), “que no tiene nada que ver con la actual”, recuerda el profesor de historia. La degradación de la economía venezolana hizo que canarios, así como descendientes de italianos, se instalaran en el Archipiélago como consecuencia del desarrollo del turismo, sobre todo en los territorios que “donde había posibilidad de trabajo” como el sur de las islas o Lanzarote y Fuerteventura. 

En La Palma, sin embargo, fue el sector agrícola el que despuntó hasta la actualidad y la población no experimentó un crecimiento tan elevado como el de otras islas como Lanzarote o Fuerteventura. Manuel Hernández recalca que los palmeros ya se habían reivindicado en Venezuela como defensores de la agricultura y narra el ejemplo de la que hoy día es una de las principales empresas ganaderas del país, El Tunal, fundada en la ciudad de Quíbor hace 51 años por Alejo Herández, palmero procedente de El Paso y conocido por el nombre de “tornillo”. Los lazos con venezuela son palpables en Canarias, especialmente en las islas occidentales donde “no hay más que ver la cantidad de areperías”, remarca el historiador, que pone el énfasis en el léxico, en la cultura, la música… 

La cronista de Los Llanos resalta la fortaleza de los palmeros para salir adelante, pero añade que es “muy duro” pensar en esas señas de identidad que han perdido como pueblo. Resalta el caso de la iglesia de Todoque, un lugar emblemático tanto para creyentes como para los que no. Un barrio que lleva en el corazón y del que comparte imágenes en su cuenta de Facebook. “Fotografías de lugares que ya no están” y que son fruto del trabajo de tantas generaciones. Pero “no solo es Todoque, es Paraíso, es la escuela de Los Campitos…” y otros tantos lugares que conforman la historia de La Palma y que la cronista rememora mientras aguarda a que la lava no se lleve el cementerio municipal, donde se encuentra enterrado su padre y los familiares de tantos vecinos. 

María Victoria Hernández espera que ahora el euro, la Unión Europea. las ayudas y los avances que su pueblo no tenía hace 50 años permitan salir adelante a los palmeros. Remarca que los volcanes de su isla dieron las primeras muestras de la literatura hecha en Canarias por los colonizadores en el siglo XV; las endechas de Guillén Peraza. 

 Llorad, las damas, sí Dios os vala.

Guillén Peraza quedó en La Palma

la flor marchita de la su cara.

   No eres palma, eres retama,

eres ciprés de triste rama,

eres desdicha, desdicha mala.

   Tus campos rompan tristes volcanes,

no vean placeres, sino pesares,

cubran tus flores los arenales.

   Guillén Peraza, Guillén Peraza,

¿dó está tu escudo?, ¿dó está tu lanza?

Todo lo acaba la malandanza.

Etiquetas
stats