Colombia, en la encrucijada

Mesas electorales en Colombia.

Natalia Ramos

Las Palmas de Gran Canaria —

Colombia está en la encrucijada entre dos polos políticos opuestos que alcanzaron los primeros puestos en la primera vuelta de las elecciones presidenciales del pasado 27 de mayo: la derecha del uribista Iván Duque (con el 39,1%) del Centro Democrático y la izquierda o el antiestablishment del exguerrillero Gustavo Petro (con el 25,08%), al frente de Colombia Humana. El próximo 17 de junio habrá segunda vuelta para lograr un resultado definitivo tras un consabido periodo de posibles alianzas, moderación de discursos y captación de decisivos votos para alzar en la presidencia al uno o al otro.

Las últimas encuestas ya vaticinaron esta suerte de ring entre fuerzas totalmente antagónicas. Pero lo significativo de esta primera ronda es el record inédito de participación en las urnas (53,38%); la total ausencia de hechos violentos tras más de 50 años de amenaza de la principal guerrilla, Fuerzas Armadas Revolucionarias de Colombia (FARC); y el fulminante ascenso de la izquierda al primer plano, hasta ahora reducida a los asesinatos de sus líderes y al estigma de sus vínculos con los grupos guerrilleros.

Muy cerca de arrebatarle el segundo puesto a Gustavo Petro, exalcalde de Bogotá, a tan solo 250 mil votos (con el 23,7%), otra de las grandes sorpresas de la jornada electoral: el profesor Sergio Fajardo al frente de la Coalición Colombia, una opción de centro integrada por la Alianza Verde, el Polo Democrático Alternativo y su Compromiso Ciudadano. El que fuera alcalde de Medellín se llevó el voto urbano de núcleos importantes, entre ellos la capital, Bogotá, y Cali.

Es la primera vez que de las urnas sale un abanico de representación política tan plural -derecha, izquierda y centro- y tan dividido al mismo tiempo, marcado por el Acuerdo de Paz firmado el 24 de noviembre de 2016 entre el presidente del gobierno saliente, Juan Manuel Santos, y las FARC para el fin del conflicto armado.

Hay dos derrotas relevantes: Germán Vargas Lleras, exvicepresidente de la República hasta 2017, de Cambio Radical, que a pesar de contar con el apoyo de la llamada maquinaria electoral apenas obtuvo 1,4 millones de votos, y Humberto de La Calle, exnegociador del proceso de paz, del Partido Liberal, con 399.180 votos. De la Calle estuvo a punto de unirse a Coalición Colombia.

En plena campaña 

Liliana Gómez vive en Tuluá, un municipio del departamento del Valle de Cauca, cuya capital, Cali, está a 100 kilómetros. El 27 de mayo fue de las primeras en despertarse para llegar temprano a su cita como testigo electoral en el punto de votación. Le sorprendió que la gente empezó a llegar desde muy temprano para votar y el día por fortuna transcurrió con absoluta normalidad.

Liliana, ingeniera agrónoma nacida en Cali hace 50 años, se unió a la campaña política de Fajardo como voluntaria, convencida de su propuesta “porque el man pinta con ética y se desmarca de la figura típica del caudillo que va solo contra el mundo y se llena de promesas”. Piensa que la gente está harta de escuchar dos discursos que polarizan y que hablan mal de sus contrincantes políticos. La Coalición se alejó de los extremos y su bandera principal: la lucha contra la corrupción y la apuesta por la educación. Para Fajardo “el problema es la corrupción y el cinismo de quienes se amarran al poder, más allá de ser de derechas o izquierdas”, asegura la caleña.

La gente que apostó por esta alternativa se quedó sin saber qué hacer, decepcionada y más bien triste por quedarse a las puertas. Unos días después de la jornada electoral, Liliana escuchó en la televisión que los colombianos debían aprender a perder: “Pues yo creo que los colombianos llevamos mucho tiempo perdiendo de todo, trabajos, seres queridos, estabilidad emocional cuando tenemos que salir del país, perder es lo que siempre hemos hecho. Con la violencia hemos aprendido a callar, a no participar y no manifestarnos”.

Ahora, mientras ella cierra esta etapa de intensa actividad para apoyar la campaña de Fajardo, borrando decenas de fotos de móvil y guardando camisetas, gorras y recuerdos, aún no tiene del todo claro por quién votará en la segunda vuelta. “Ninguna de las dos opciones me gusta, por Duque no voy votar y Petro no me convence, pienso que tiene unas ambiciones muy grandes, de momento mi voto es en blanco, pero lo pensaré tranquilamente”.

Liliana también nos muestra un mapa que recoge las masacres cometidas en Colombia, perfectamente documentadas en rutasdelconflicto:

Sin ir más lejos, ella recuerda que hasta no hace muchos años en algunos lugares a donde iba la recomendación era estar en casa temprano, las calles se quedaban desiertas a partir de las ocho de la noche en una especie de toque de queda y era mejor no andar fuera por seguridad.

La balanza inmóvil del centro

Los 4,6 millones de votantes de Fajardo, el caudal más amplio y decisivo para la segunda vuelta, seguramente prestaron atención al pronunciamiento de su candidato, que fue nítido: “Voy a votar en blanco. En la campaña dije una y otra vez que ni Duque ni Petro (…) ninguno de los dos representa lo que nosotros queremos para Colombia: (…) un país que le da la espalda a la política tradicional para poder luchar en serio contra la corrupción, una sociedad que respeta los acuerdos de paz…”.

Con esto detuvo la balanza en el mismo centro del que es artífice, aunque no se puede negar que si inclinándose por Petro (como opción de cambio más afín), sumando votos saldrían 10 millones, frente a los 7,5 millones de Duque, bajo el manto del poder tradicional y de Álvaro Uribe, presidente de Colombia de 2002 al 2010, investigado en varias ocasiones por presuntos vínculos con paramilitares. Si estas dos fuerzas se unieran derrotarían a Duque, como manifiesta León Valencia, director de la Fundación Paz & Reconciliación-Pares.

El analista político, columnista y exmilitante de la guerrilla Ejército de Liberación Nacional (ELN) en su twitter apunta un tanto: “La izquierda ya ganó, ya conquistó una gran bancada parlamentaria, ya hizo mayorías en primera vuelta, ya obligó a que se juntarán las maquinarias clientelistas y corruptas bajo el paraguas de Duque, aún si Petro pierde esas maquinarias están heridas de muerte”.

A por la segunda vuelta

En el camino hacia el 17 de junio, Petro trata de sumar votos defendiendo que no pretende implantar un régimen castrochavista, como le achacan sus detractores. Tras los recientes acontecimientos políticos en España, manifestó en su twitter: “Se han preguntado si al girar España se va a volver como Venezuela? O será que nos han mentido y existe un progresismo real con capacidad de mejorar el mundo?”

También arremete contra el voto en blanco, al que se ha sumado Humberto de La Calle. Sabe que este margen únicamente beneficiará a su contrincante al superarle en votos. A Duque le favorecen los números y todo parece indicar que es el favorito para lograr la victoria el domingo. Sin grandes movimientos de última hora, salvo afianzar a su electorado y el atrincheramiento de la derecha.

La madre de Liliana en Cali, por su parte, está satisfecha con el triunfo de Duque y no tiene duda sobre la próxima votación. Paradójicamente la matriarca es casi la única de la familia que optó por el establishment, las posturas conservadoras y de rechazo al Acuerdo de Paz, siguiendo la estela de su padrino político. Duque advierte que hará modificaciones en sus principios fundamentales, sobre todo respecto a la justicia y el partido que surgió a raíz de la antigua guerrilla.

Mientras en Cartagena de Indias, en el norte caribeño del país, Raúl Agámes tiene claro justo lo contrario: Petro es su candidato. Ahora con más fuerza si cabe le sigue haciendo campaña en todos los ámbitos habidos y por haber. “Petro representa a la ciudadanía popular y desde ahí se podrá transformar el país y evitar que caiga en un nuevo conflicto armado mucho mayor del que hemos salido”.

Raúl tiene 23 años y una historia muy difícil de concebir, por más que la cuente con aplomo y también algunos silencios. Ahora estudia Filosofía en la Universidad de Cartagena donde compartimos un café y parte de sus vivencias. “La educación ha transformado mi vida, es una de las mejores experiencias que puede tener una persona del extrarradio de las ciudades con pocos recursos como yo”, dice como si se tratara de su mejor carta de presentación.

Pero con 12 años comenzó para él una época muy complicada: su padre se marchó de casa y de su madre nunca supo nada salvo que vivía en Venezuela donde nació Raúl. Fue acogido por un familiar a duras penas y terminó la secundaria pasando muchas necesidades.

Casi sin otra opción, prestó el servicio militar obligatorio a los 18 años y se quedó en el ejército hasta el 2015: “Combatía, patrullaba y buscaba al que me habían dicho que era el enemigo (la guerrilla), quedé traumatizado en ver tanta sangre correr, me tocó ver morir a compañeros y también me tocó disparar: una vez vino un guerrillero a matarnos, era matarlo o nos mataba, y le di un disparo en la cabeza”.

Se para y recupera aire, luego confiesa que “no tenía miedo, tenía rabia e impotencia conmigo, para nada me sirvió estar en el ejército”. Para colmo, las condiciones en las que vivía en el monte dice que no eran humanas: “Vivíamos como animalitos, a veces no podíamos cambiarnos las botas en un mes y mis pies terminaban ensangrentados de tanto caminar”.

En Colombia el conflicto armado duró más de cinco décadas y se cobró la vida de 220.000 personas, causó el desplazamiento forzado de 5,7 millones, la desaparición de más de 25.000 y el secuestro de 30.000 colombianos, según los datos del informe ¡Basta ya! Colombia: memorias de guerra y dignidad.

Raúl lo vivió en sus propias carnes y tal vez por eso se aferra a una propuesta que esté a favor de la paz y trabaje por el cumplimiento del acuerdo final. Por eso no elige a Duque, y va con Petro, que en esto sí coincide con la Coalición Colombia de Fajardo y con Humberto de La Calle. Hay quien dice que la paz pende de un hilo ante el posible regreso de Uribe, personificado en Duque.

Aún con el temor a los extremismos y a un presidente exguerrillero, el candidato del Centro Democrático no logró el triunfo en la primera vuelta para evitar que la izquierda esté por primera vez en la historia de Colombia disputando en segunda vuelta electoral la presidencia del país.

El joven filósofo colombiano dice que los sueños son la cara del alma. Ahora que el domingo 17 de junio puede volver a votar por la construcción de una sociedad equitativa, de progreso social y consolidación de las bases de la paz, sueña que en Colombia la capacidad de transformación y de vivir libres puede ser una realidad, como a él le sucedió por fortuna.

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