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Las mujeres canarias copan los contratos parciales y las excedencias para cuidar: cifras tras la brecha salarial

Una camarera con mascarilla prepara una terraza en la calle Ribera de València

Jennifer Jiménez

Las Palmas de Gran Canaria —

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Las mujeres ocupan el 78% de los contratos parciales en Canarias, una cifra que ha ido en aumento desde el año 2008, cuando era del 75%. Un dato que se suma al hecho de que 87,8% de las excedencias laborales para cuidar a los menores son solicitadas precisamente por ellas. Así lo reflejan los datos de la web Canarias con perspectiva, del Instituto Canario de Igualdad, porcentajes que se suman a un estudio presentado el pasado año por CCOO en el que se reflejaba que en el Archipiélago, una mujer gana de media 3.200 euros menos que sus compañeros. Esos contratos con jornada reducida y esas horas dedicadas a los cuidados siguen perpetuando esa desigualdad social y laboral. 

Es en el sector servicios, con un gran peso en Canarias, es donde precisamente se acrecienta esa brecha salarial, según destacó ese informe de CCOO, que la situaba en un 25%. El sindicato recordaba además en ese documento que el incremento de los salarios en la última década ha supuesto una subida del 14,4% para los hombres, mientras el incremento salarial en las mujeres ha sido del 11,2%. Esther Martín, secretaria de Acción Sindical y Mujer en CCOO, ha explicado en distintas entrevistas a este periódico que para entender la brecha salarial es necesario atender a los complementos que existen en los contratos de trabajo de hombres y mujeres e insiste en que aparentemente la brecha en esta comunidad es inferior a la de otras, pero la causa radica en que los salarios son inferiores en general en el Archipiélago con respecto a otros puntos del país. 

Por ejemplo, entre los complementos destaca el de la nocturnidad, que las mujeres no suelen cobrarlo porque no puede acceder a él al encargarse de ese rol de cuidados. Además en sectores muy feminizados como puede ser el de la limpieza, el sector primario o el comercio no se cobran pluses de peligrosidad como sí ocurre en otros tradicionalmente masculinizados. Por tanto, existe un tipo de discriminación directa, cuando se paga de forma diferenciada a un hombre y a una mujer por su condición de género o indirecta, como puede ser el ejemplo de que ellas sean las que ocupen en su mayoría los contratos a media jornada. 

Violencia económica

Este 22 de febrero, día para la Igualdad Salarial, el Gobierno ha accedido a estudiar la propuesta de la jueza Lucía Avilés para tipificar la violencia económica ejercida hacia las mujeres como violencia de género. Este tipo de violencia no solo se traduce en el impago de pensiones, sino en presionar a las mujeres para que no puedan trabajar y se dediquen al cuidado de la familia o que se controlen sus cuentas bancarias, entre otras formas. 

En Canarias además se da el caso de que son las mujeres las que cobran más pensiones no contributivas. Históricamente han ocupado los empleos peor remunerados, han tenido que compatibilizarlo con otros trabajos o como en el caso de empleadas de hogar o cuidadoras, trabajar sin contrato. El estudio de CCOO destaca que “la brecha salarial en las pensiones es el resultado de un modelo familiar tradicional en el que la mujer se excluía del mercado laboral para cuidar el hogar y la familia, o practicaba un desdoblamiento profesional y la familiar, anteponiendo la segunda a la primera. Por tanto, su participación en el mercado de trabajo y a efectos de cotizaciones, abrían el camino hacia una brecha en la pensión de jubilación y otras similares”. Así, con datos de 2020 la pensión media de un hombre en Canarias era de 1.064,74 y la de una mujer de 785,6 con una brecha de 74% superior a la nacional (64%). 

Más difícil para la mujer migrante

La situación empeora en el caso de las mujeres migrantes, con muchas trabas para regularizar su situación por las leyes de extranjería (que obligan a permanecer hasta tres años sin trabajar y después demostrar el arraigo) y que se ven abocadas a soportar empleos más precarios y sin contratos. Las empleadas de hogar y cuidadoras son ejemplos de esos trabajos esenciales y que siguen engrosando las cifras de mujeres en situación de pobreza y exclusión

La pandemia ha precarizado aún más los hogares monomarentales precisamente al ser las mujeres las que ocupan mayoritariamente esos empleos parciales. La memoria institucional de Cáritas recordaba que el perfil de las personas atendidas por esta ONG se corresponde en un 63% a mujeres de nacionalidad española (59,7%) y con hijos a cargo (47%). “De las familias con menores, un 21,7% son monoparentales y están encabezadas, en su mayoría, por mujeres. Para estas familias la pandemia significó un aumento de las dificultades para conciliar y para cubrir sus necesidades más básicas”, añadía el informe, que destacaba que la media de edad de estas mujeres se sitúa entre los 40 a 49 años. 

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