Un volcán incansable empuja a los vecinos a dejar La Palma mientras los curiosos no paran de llegar
El rostro de los palmeros se muestra cada vez más cansado. Algunos ya ni siquiera escuchan el rugido gutural que emerge desde el fondo de la tierra, pero no saben si es porque la erupción “ha aflojado” o porque han normalizado el sonido del volcán. El hartazgo y la pérdida de los recuerdos de toda una vida han empujado a muchos vecinos damnificados a dejar la isla por un tiempo para refugiarse en otras como Tenerife o Lanzarote. Stefano, vecino de Los Llanos de Aridane, no ha perdido su casa, pero también se plantea marcharse unos días. “Intento salir cada vez menos a la calle. En cada esquina encuentro a un amigo que se ha quedado sin casa o sin cultivos y es doloroso”, apunta.
El italiano, que lleva 29 años viviendo en La Palma, acumula más de una crisis a su espalda. Durante la recesión de 2008 se vio obligado a cerrar uno de sus comercios. Después, sufrió los estragos de la crisis sanitaria. Cuando parecía que todo se iba recomponiendo, decidió en agosto de 2021 inaugurar su restaurante de comida italiana, La Cantina del Geco, en El Paso. Entonces, un incendio arrasó buena parte del municipio, dañando viviendas y fincas. Poco más de un mes más tarde, el volcán de Cumbre Vieja entró en erupción.
Todo el que se ha trasladado al municipio a contemplar el fenómeno ha pasado por el restaurante de Stefano, que ha visto cómo en sus mesas los medios de comunicación y los profesionales de emergencias han sustituido a los turistas y a la población local. “Ahora el turismo que hay es turismo de volcanes. Vienen un día, ven la lava y al siguiente se van”, cuenta el empresario. Él tiene otro restaurante en Puerto Naos, un punto turístico que ahora está desangelado, ya que tuvo que ser desalojado por la llegada de la colada al mar. “Terminaré dejándolo”, augura Stefano.
Mientras tanto, el volcán no muestra signos de cansancio. Este lunes, un nuevo centro de emisión se abrió y se generó otra rotura en el cono principal, donde la actividad se ha vuelto “más violenta”. El director del Plan de Emergencia Volcánica de Canarias (Pevolca), Miguel Ángel Morcuende, explicó este mediodía que se han producido importantes desbordamientos que han creado “avenidas de lava” tras la modificación y reconfiguración que el cono principal sufrió este domingo.
Así, una serie de canales lávicos están aportando la mayor parte del flujo hacia la colada primigenia y a la cuarta colada, localizada por encima de la montaña de Todoque. Las otras coladas están frenadas. La que surgió de la boca eruptiva localizada más al sur se ha quedado detenida en Las Manchas. La directora del Instituto Geográfico Nacional (IGN) en Canarias, María José Blanco, ha añadido que, si bien los nuevos centros de emisión tienen “la dirección óptima” para no causar daños materiales, preocupa que el cono principal sufra una gran deformación que influya en los caminos que tomen los ríos de lava.
La actividad incesante del volcán hace que casi seis semanas después de su inicio la isla siga recibiendo curiosos de otros países o de otras islas. Mónica aterrizó en La Palma desde Alemania este domingo 24 de octubre. Era la séptima vez que viajaba a la isla. “Recuerdo cómo era esa zona antes. Solo había una montaña pequeña”, recuerda en inglés. Con unos prismáticos observa cómo sobresalen algunas edificaciones ahogadas en lava. “Siento pena y fascinación. Ojalá no hubiera destrozado tantas casas”, lamenta. Aún así, Mónica aplaude el trabajo de los científicos y de las autoridades por evitar víctimas mortales. Por eso, cuando planificó su viaje no sintió miedo.
En ese mismo corte de seguridad está Sandra junto a su madre. Son vecinas de Breña Alta y hasta este lunes no habían cruzado el túnel de la Cumbre, que separa el caos de la rutina. “Nosotras por suerte no hemos perdido nada, pero estamos destrozadas porque sentimos la isla como si todos fuéramos uno”, cuentan.
Mientras tanto, el mirador de Tajuya se perpetúa como un nuevo enclave turístico desde donde ver la erupción. Decenas de personas pasan por allí a todas horas y cada día son testigos de una nueva estampa. Donde antes se veía una hilera infinita de pinos, ahora hay un enorme manto negro. Donde antes se podían observar viviendas, comercios o naves industriales, ahora se ven pequeños puntos blancos escondidos bajo la lava. Mientras tanto, algunos vecinos del Archipiélago se asoman a la iglesia de Tajuya, que siempre tiene las puertas abiertas. “Solo he pedido que no cause más daño a las familias”, confiesa una mujer de Gran Canaria.
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