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Los más de 3.500 petroglifos descubiertos por aficionados aumentan el patrimonio rupestre de Cantabria

Miembros de la Asociación Tribus del Íber examinan un petroglifo en Valderredible.

Javier Fernández Rubio

19 de febrero de 2023 20:56 h

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Están visibles, pero solo el ojo avezado es capaz de identificarlos. Son miles y llevan en el lugar miles de años. Su significado es misterioso y solo cabe atribuir hipótesis: que si marcadores de lugares de culto, que si delimitadores de territorio, que si calendarios... Tienen un nombre que aúna la forma, el procedimiento y el soporte, petroglifos, signos tallados en piedra; y los hay de todos los tipos y formas, pero por ahora en Cantabria solo son objeto de culto de aficionados al patrimonio, por más que en otras latitudes, como en Galicia, lleven años estudiándolos y conservando las zonas en los que se encuentran.

Elisa Rivero y Ernesto Rodrigo son los principales integrantes de la Asociación Tribus del Íber, que ya aglutina a más de medio centenar de socios, y cuyo objeto es la exploración y estudio de los petroglifos que van encontrando en la cabecera del Ebro, entre Cantabria y el norte de Palencia. Han localizado más de 3.000 con una antigüedad que se remonta a 3.000 años antes de nuestra era.

Actualmente trazan mapas, actúan con discreción y organizan visitas y excursiones, pero no tienen soporte institucional y la atención de los científicos está lejana, algo que ellos mismos quieren justificar: “No dan de sí”. Es decir, están a sus cosas.

Lo que han encontrado son unas 3.500 marcas y tallas en arenisca de las más diversas formas: cazoletas, antropomorfas, puntiformes... Todo ello en la zona de Valderredible, la punta sur por la que Cantabria penetra en la Meseta, la Montaña Palentina y la cuenca alta del Ebro.

El grupo Tribus de Íber documenta la existencia de estas imágenes, elaborando marcas, pero no intervienen con prospecciones, algo que no permite la Ley de Patrimonio. Cada vez más habitualmente es solicitada su presencia en foros y colaboran con investigadores, a través de los cuales se piden permisos municipales, convencidos de que la riqueza patrimonial de Valderredible y otros municipios limítrofes acabará trascendiendo, siguiendo el ejemplo de Galicia.

Estela de Salcedo

Siete años tardó Ernesto Rodrigo en ver cómo la estela de Salcedo que descubrió en una escombrera del lugar que le da nombre acababa expuesta en el Museo de Prehistoria de Cantabria (MUPAC). Él no es un investigador, pero se fue adentrando en un mundo apasionante cuando, buscando una piedra que sirviera de mojón, halló una gran pieza elongada que tenía grabada a media altura la forma de un puñal de la Edad de Bronce.

Esa piedra está ahora en el MUPAC, después de ser reconocida por la comunidad científica, y el centro de atención de Rodrigo pasó a los petroglifos. Basta andar y descubrirlos. A partir de él han llegado otras personas interesadas, como la escritora Elisa Rivero, y un largo etcétera de aficionados que pacientemente recorren montes y valles como lo que son, rastreadores de un pasado milenario.

Plan de Dinamización

Actualmente se está desarrollando un Plan de Dinamización de Valderredible, que se realiza en el marco de un plan estratégico y un convenio entre el Gobierno de Cantabria y la Fundación Botín para revitalizar la comarca. En este contexto, el grupo actuaría como asesores locales, ya que ahora mismo son quienes un mejor conocimiento del territorio disponen.

El plan tiene una virtualidad turística clara, aunque lo hace sobre la base de una oferta patrimonial y cultural, entre otras variables, por lo que los vestigios rupestres tendrán su papel. Es pronto, según informa a elDiario.es la directora general de Patrimonio, Zoraida Hijosa, para adelantar las medidas concretas, ya que el acuerdo público-privado data del pasado año. Sin embargo, se han establecido una serie de trabajos por fases para la puesta en valor de dicho patrimonio rupestre.

Entre ellos, está previsto realizar una prospección e inventario, la documentación de los sitios y la protección del patrimonio y, en función de sus requerimientos, el establecimiento de las premisas que hagan viable su puesta en valor. Así, según Hijosa, “se podrá llevar a cabo una evaluación de su potencial como recurso dinamizador del territorio, con el diseño de estrategias de difusión -posiblemente señalética y el recurso a tecnologías de realidad virtual y aumentada, entre otras- y la ejecución de acciones de puesta en valor que recupere su valor histórico”.

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