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Wadia N Duhni, sobre el feminismo en España: ''Señalamos a otros países, pero aquí nos matan''

Wadia N Duhni en la manifestación del 8M en Oviedo.

Celia Álvarez

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Española, musulmana y feminista. Wadia N Duhni nació en Asturias, está licenciada en Farmacia y tiene un máster en Terapéutica Clínica. Sus padres, de origen sirio, vinieron a España en los años 70. Se define a sí misma como ''una activista que voy por libre, sin pertenecer a ninguna asociación ni representar a nadie''. Su objetivo es ''romper barreras y que las mujeres avancen con derechos y libertades plenas. Para mí, el hecho de existir como mujer e ir a trabajar todos los día es un acto político''.

La activista visitó esta semana la librería La Vorágine de Santander. Allí ha protagonizado un encuentro sobre 'Feminismos islámicos. Hermanas de lucha' para acabar con los prejuicios que existen sobre el feminismo en los países de mayoría musulmana.

Wadia nunca habla solo de feminismo, ya que considera que ''este término tiene un toque a lo occidental y nuestras reivindicaciones a veces son diferentes''. Ella prefiere hablar de ''un feminismo árabe, que reivindica el laicismo, e islámico, que reivindica los derechos de las mujeres que están implícitos en los textos coránicos, y que han sido manipulados y tergiversados por el patriarcado'', aclara en conversación con eldiario.es. 

''Nosotras reivindicamos unos derechos que el Islam nos otorgó hace más de 1.400 años, como el divorcio, el aborto o la independencia financiera, y de los que se nos intenta cohibir por herencia cultural, no religiosa'', sentencia Wadia. De hecho, en lo que al mundo islámico se refiere, para Wadia ''el Islam es una forma de vida''. ''No es una religión porque no tiene dogmas, instituciones, jerarquía religiosa, ni representantes de Dios en la Tierra'', explica.

''Lo que nosotras reivindicamos no es nada nuevo, sino la vuelta a los textos sagrados'', asevera. Además, sostiene que ''la situación en materia de derechos en España ha ido a peor en los últimos años, y aunque a veces señalamos fuera, deberíamos hacer más autocrítica porque aquí nos matan''. 

Para Wadia, ''todavía existen demasiados prejuicios respecto al Islam''. ''Antes la excusa era la falta de información, pero ahora que ya hay medios suficientes, el que no quita los prejuicios es porque no quiere'', sentencia. ''Creo que se trata de un sentimiento de superioridad moral que da sensación de falso bienestar y, además, es la cuna del racismo'', opina.

''Ser musulmana y feminista es compatible''

La asturiana dice que ''Arabia Saudí e Irán son países extremistas y dictatoriales, pero en el resto de estados con mayoría musulmana las libertades de la mujer son incuestionables''. Por tanto, afirma que ''ser musulmana y feminista es compatible, porque esta compatibilidad no la define nada más que nuestra actitud y nuestra lucha del día a día''. 

''Siempre he sido feminista, pero lo manifesté abiertamente hace diez años porque mi vida cambió y conocí a personas que me introdujeron en el maravilloso mundo del feminismo, que me hizo abrir los ojos'', reconoce orgullosa. ''En Jordania me di cuenta de que cuando se cometía un delito contra una mujer, como una violación, le echaban la culpa a ella. Intentaba extrapolar esos comentarios a España, y me percaté de que aquí se hacía lo mismo'', explica.

Sin embargo, Wadia puntualiza que, dentro del feminismo, ella diferencia entre igualdad y justicia de género. ''Las mujeres y los hombres somos diferentes biológicamente. Las que somos madres, por ejemplo, hacemos un servicio a la comunidad que sale gratuito: gestamos, parimos y amamantamos. Eso nadie lo aprecia. Por eso reivindicamos la justicia de género, porque la igualdad se nos queda corta'', protesta. Además, tampoco le parece justo que equiparen las bajas por maternidad y paternidad, porque ''el brutal y salvaje proceso que atraviesa el cuerpo de una mujer no lo sufre un hombre''.

El carácter reivindicativo de Wadia no es nuevo en su familia. ''Mi abuela trabajaba y gestionaba su negocio, viajaba por el mundo sola… Para una mujer de su edad, eso era raro aquí y en todas partes'', comenta orgullosa. Pero con su madre la historia se repitió, porque vino desde Siria hasta España sola en los años 70. ''Sus amigas le decían que les parecía impensable alquilar un piso en Oviedo para vivir mientras estudiaban porque sus padres las obligaban a dormir en casa'', cuenta entre risas.

El hiyab, símbolo de resistencia

Uno de los problemas a los que esta asturiana se tiene que enfrentar a diario es su vestimenta. La activista lleva hiyab -un pañuelo que cubre el cabello y, en ocasiones, también el cuello-  desde los 20 años. ''La idea del pañuelo es un acto espiritual y político. Es una práctica religiosa más. Llevarlo o no es opcional, nunca se impone. Eso está especificado por el Islam. De hecho, las personas que obligan a una mujer a ponerse o quitarse el hiyab están cometiendo un pecado'', precisa.

''Critico la doble moral que existe en la sociedad cuando yo solo pretendo reivindicar mis derechos, porque la percepción sobre mí cambia dependiendo de si llevo pañuelo o no: si voy a la manifestación del 8M sin pañuelo, me llaman feminazi, y si lo llevo, piensan que estoy oprimida'', comenta ofendida.

''He padecido la discriminación laboral hasta el punto de que en una entrevista de trabajo me preguntaran si iba a trabajar con ese bicho en la cabeza (por el hiyab)'', recuerda asombrada. ''Mejor no te digo cuál fue mi respuesta'', dice antes de echarse a reír. La activista confiesa que llevar el pañuelo también le ha supuesto tener que afrontar actos de violencia en plena calle. No obstante, ''este tipo de vivencias te hacen sufrir, pero a mí no me debilita sino que me reafirma'', dice orgullosa de sí misma.

En referencia a su reacción ante los ataques xenófobos que ha recibido, Wadia señala que lo que intenta siempre es “hacerlo visible para que la gente sea consciente de que esa violencia existe, que no se trata de una paranoia ni de una exageración''.

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