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Piensa en el elefante de Milanovic
Lakoff ha hecho mucho por recordarnos que las palabras ni son inocentes ni son neutrales. Con el ejemplo sobre el efecto al que induce la expresión “no pienses en el elefante” sobre quien la lee o escucha (¿en tu cabeza ahora hay una imagen de un elefante?), su relación con el lenguaje político y su análisis, busca encontrar salidas de marcos en los que las posiciones conservadoras neoliberales han encadenado sucesivas victorias desde la década de los 80. Cuando, utilizando como punto de inflexión la situación socioeconómica, política y cultural existente tras las crisis del petróleo de la década anterior, el paradigma neoliberal forjó una hegemonía duradera hasta la actualidad.
Sin embargo, quizás convenga pensar en un elefante, uno en particular. En el gráfico o curva del elefante de Milanovic, una de las representaciones gráficas más famosas de los últimos años en la economía. Los trabajos de Piketty, Stiglitz, Deaton, Galbraith o el propio Milanovic, junto a la reciente crisis económica y financiera y a las tensiones derivadas del impulso globalizador en las tres últimas décadas, han llevado a situar las cuestiones distributivas y redistributivas en el centro del debate académico y político.
Milanovic en Global Inequality: a new approach for the age of globalization, su último libro, analiza detalladamente la desigualdad global, entre países y dentro de los países. Sin duda acertó en la decisión de utilizar esta representación gráfica sobre el crecimiento de la renta (eje vertical) por niveles de renta (eje horizontal, cuanto más a la izquierda menos renta, cuanto más a la derecha más renta) durante las últimas décadas.
Simplificando la representación con una figura como la de debajo, podemos observar, en un principio, cuatro zonas diferenciadas: I. Las rentas más bajas en el mundo (20% menor), incluyen a la mayor parte de la población de los países menos desarrollados, que, además de ser rentas extremadamente bajas, han crecido poco en las últimas décadas; II. Las rentas medias mundiales (del 20 al 75%), principalmente economías emergentes no completamente desarrolladas, que durante este periodo han tenido un crecimiento notable, creando un germen de clases medias en países donde previamente dominaba la polarización en la distribución de la renta; III. Las rentas medias-altas y altas del mundo (del 75% al 99%), incluyen la mayoría de la población de los países desarrollados (España entre ellos) que ha visto como desde los años 80 su crecimiento real ha sido muy bajo; IV. Las rentas más altas en el mundo (1% más rico), estrato que ha ido caracterizándose porque recibe remuneración de un capital transnacionalizado, con gran crecimiento.
El gráfico del elefante refleja de alguna manera el reparto del crecimiento de la renta mundial entre los diferentes grupos de renta existentes. Pese a que el interés, tanto del gráfico como del tema en cuestión, da para mucho más (tanto como para un libro… que ya ha escrito Milanovic, de indispensable lectura), por cuestión de espacio y por focalizar en lo que más directamente afecta al lector potencial de estas líneas, acotaré el análisis en la zona señalada como III y en las dos flechas azules que salen de la misma, una hacia la zona II y otra hacia la IV.
En esa zona III, donde nos encontramos, por ejemplo, la mayoría de quienes vivimos en España, el crecimiento relativo de la renta real desde los años 80 ha sido significativamente bajo si se compara con el crecimiento medio de la renta mundial. Esta evolución, que ha afectado principalmente a la población asalariada y a los pequeños empresarios en Europa y Norteamérica, no puede separarse, por una parte, de lo que ha ocurrido en el sistema global y, por otra parte, de las dinámicas económicas y políticas nacionales. Se han producido dos grandes desplazamientos de la apropiación potencial de rentas desde la población del grupo III hacia parte de la población de los países en vías de desarrollo (nos sonará, por ejemplo, el proceso de deslocalización, también el de desindustrialización) y hacia el 1% más rico del mundo (tengamos presente, por ejemplo, el incremento de la desigualdad en España). Estos son los flujos de transferencia señalados por las flechas azules, uno transfiere apropiación de renta de unos trabajadores y pequeños empresarios de países desarrollados hacia otros de países en vías de desarrollo, mientras que el otro la transfiere de los trabajadores y pequeños empresarios de los países desarrollados hacia los grandes propietarios de capital a escala transnacional.
¿Y con todo esto qué? Pues esto es, ni más ni menos, que el sustrato común para las principales transformaciones económicas, sociales y políticas que vivimos en nuestro día a día en España y en Europa. ¿Te preocupan las pensiones? ¿Crees que tu trabajo se ha precarizado? ¿Qué trabajo? ¿Tras estudiar la carrera, el máster e idiomas no se han cumplido las expectativas que te animaron a tener? ¿Y la tecnología? ¿Consideras la vivienda un lujo y antes no lo era? ¿Qué explica el Brexit, la presidencia de Trump u otros cambios políticos que se han dado y se seguirán dando en Europa? Será difícil encontrar respuestas satisfactorias si, además de las características propias de cada una de estas cuestiones, no tenemos en cuenta el condicionante que ha supuesto el marco hegemónico neoliberal desde los años 80 y las crecientes tensiones que ha ido acumulando.
Las reformas introducidas a través de las políticas económicas nacionales e internacionales de inspiración neoliberal, han acelerado el proceso de traslado de la renta y la riqueza a escala global (o proceso de shifting wealth). Este proceso ha transferido estructuralmente renta a escala global, absoluta y relativamente, erosionando la posición relativa en términos de renta de las clases populares en países como España. De ahí que Stiglitz, en la revisión de su libro El malestar en la globalización haya incluido a dichas clases populares entre las dañadas por este proceso globalizador de enfoque neoliberal, señalando la necesidad de reformarlo profundamente.
¿Es posible dar un nuevo rumbo a la globalización? Claro que la hegemonía económica neoliberal tiene alternativa. Siempre es posible el cambio, aunque las posibilidades no sean siempre iguales. Otra cosa es cuándo o como se dé. En la reciente historia económica, sin ir más allá de los siglos XIX y XX, ya encontramos ejemplos de ello. La fase liberal parecía estable pero medio siglo después de su colapso encontramos el desarrollo del Estado de Bienestar en Europa y la conocida como fase dorada de la economía mundial (1945-1973), con una reducción histórica de la desigualdad en los países desarrollados. Sin embargo, también existen riesgos y nuevamente la historia reciente nos lo recuerda con lo ocurrido entre 1914 y 1945. Por ello, no se trata meramente de poner sobre la mesa alternativas al neoliberalismo, sabemos que existen. La clave práctica, como lo fue entre 1945 y 1973, es construir esa alternativa, teniendo en cuenta las características específicas de nuestro tiempo y las probabilidades de cambio futuro, dentro de una narrativa inclusiva, aglutinadora, que permita desarrollar mecanismos que corrijan los desequilibrios actuales de forma coherente con las demandas económicas y sociales centrales siendo capaz de ganar apoyo hasta el punto crítico en que esa alternativa potencial sustituya a la hegemonía neoliberal.
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