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Artículos de opinión de Javier Gallego, director del programa de radio Carne Cruda.

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Golpismo

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Se ha consumado el escándalo. El Constitucional ha rechazado apartar a los dos magistrados recusados por tener el mandato caducado, lo ha hecho con el voto de los propios implicados y gracias a esos votos ha decidido impedir al Senado votar la reforma de la ley sobre la renovación del tribunal, como pedía el PP. Jueces caducados y recusados deciden sobre su propia recusación y caducidad. Jueces de derechas se saltan la ley para secuestrar la soberanía popular. Jueces partidistas amordazan a los representantes del pueblo. El Judicial prohíbe legislar al Legislativo. Llámalo lawfare, llámalo golpe de mazo. Por supuesto, la derecha lo celebra. Se venden a sí mismos como garantes de la democracia a la que quieren tomar por asalto. Golpistas son los otros.

En la exaltada retórica de la derecha, una olla en constante ebullición siempre a punto de reventar la tapa, es Pedro Sánchez el dictador que pisotea la Constitución y el Congreso para romper España y entregársela a etarras y separatistas. Lo contradictorio del caso es que el presidente, al que acusan de omnipotente sátrapa autoritario, gobierna en minoría, por lo que siempre necesita buscar el acuerdo con otras muchas fuerzas para encontrar la mayoría que le permita aprobar leyes. Las derechas y ultraderechas españolas no solo no reconocen la legitimidad del Gobierno emanada de las urnas, tampoco reconocen la legitimidad de los partidos que no son los suyos. Todo es ETA menos ellos. El Parlamento solo es democrático cuando ellos tienen la mayoría absoluta y pasan al resto por el rodillo. El Poder Judicial solo es independiente cuando depende directamente de ellos. 

España somos nosotros, nosotros somos la democracia, piensan, lo que traducido significa “la democracia es nuestra, España nos pertenece”. Los que pensamos diferente, los que no desaprobamos la pluralidad y la plurinacionalidad de este país, los que no pensamos que el Gobierno y sus socios tienen rabo y cuernos, somos los malos españoles, peor, los anti españoles, peor, el enemigo. Esos veinte millones a los que algunos militares fantasean con fusilar en sus sueños húmedos. Otra contradicción en los términos es que los herederos del golpismo y el franquismo, los fans de las asonadas y los tiros al techo, llaman golpista y dictador a un presidente, un gobierno, unos partidos elegidos democráticamente que legislan democráticamente en la sede que nos representa a todos. 

Que España se rompe por culpa de la izquierda es una vieja matraca de la derecha que inventó Miguel Ángel Rodríguez para el aznarismo. Que España se caiga que ya la levantamos nosotros, fue la adaptación que hizo Montoro para el marianismo. Cada vez que pierden las elecciones, agitan la sábana de ese fantasma del pasado, otra herencia del Abuelo. Pero, más contradicciones, España solo se resquebraja cuando gobiernan ellos. El Plan Ibarretxe y la DIU tuvieron lugar, oh sorpresa, con gobiernos de la derecha españolísima. Aprietan tanto España para juntarla a la fuerza en el centro que la acaban agrietando, casi rompiendo. 

Así que todas estas alharacas y aspavientos son tradición en el conservadurismo, que por algo son conservadores: porque conservan hasta los gestos. La legislatura empezó del mismo modo, llamando a la rebelión frente al Gobierno ilegítimo, subió de tono en la pandemia, llamando al presidente Gran Hermano, y ha alcanzado volumen de aullido en este último tramo, llamando golpe de Estado a la labor legislativa y llamando a los jueces a detener la actividad del Parlamento a mazazo limpio, porque hacerlo con la Benemérita queda pelín desfasado y antiestético. Pero titular a titular, artículo a artículo, es como si estuvieran pidiendo a gritos que los grises, lo gris, volviera a entrar en el hemiciclo. Hoy han hecho un primer movimiento alarmante, cambiando tricornios por togas y pistolas por mazos.

Asusta ver cómo los jueces de más alto grado con el mandato extinguido hace meses y años se atrincheran en las instancias superiores ya sin ningún disimulo, se declaran en rebeldía para desobedecer la Constitución y la ley del Poder Judicial que les impide juzgar cuando están directa o indirectamente implicados en el asunto, y pretenden maniatar no solo los órganos de la Justicia, también al Parlamento. Las tres derechas, judicial, mediática y política, conspiran a pleno sol para derribar al Ejecutivo y al Legislativo, a los que han forzado a forzarles. El mecanismo elegido por Moncloa, una enmienda adicional, no es el más ortodoxo, pero se ha utilizado en otras ocasiones para tramitar reformas de urgencia. Lo que no había ocurrido nunca era que los jueces suspendieran a priori, no a posteriori, una resolución parlamentaria y lo hicieran con su mandato acabado. También es contradictorio que acuse de mal procedimiento quien antes ha trasgredido los suyos. Llaman golpista al Gobierno cuando los que están al margen de la legalidad son ellos.

La expresión “golpe de Estado” está muy devaluada por el abuso, pero es la derecha la que lo está invocando con sus continuas llamadas a salvar la patria de un comunismo y un golpismo ficticios. De ahí vienen las balas en sobres, los tiros al blanco sobre dianas con la cara del presidente y los ministros, el ardor guerrero que delira con fusilamientos. Escribe Santiago Alba en Público que la derecha se va situando, día a día, paso a paso, en ese estado de excepción mental que precede al paso al acto, a convertir las palabras violentas en violencia, las ideas peligrosas en peligro, las amenazas en atentados. En Alemania querían dar ese paso, pero afortunadamente los detuvieron a tiempo. Aquí están creando el clima irrespirable para que ocurra lo mismo. La derecha no es de quemar contenedores, es de incendiar los medios. Están jugando con fuego.

Produce Carne Cruda

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