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Carta con respuesta es un blog del escritor Rafael Reig. Dejad vuestros comentarios en este blog sobre vuestras preocupaciones políticas, sociales, económicas, teológicas o de cualquier índole, y él os responderá cada martes.

El salario es mi patrimonio

Rafael Reig

Comprendo su alarma (y santa indignación) por el impuesto a los depósitos. Ahora bien, ¿crímenes contra la humanidad?

Estoy en contra de gravar los depósitos, sobre todo de pequeños ahorradores e incluso aunque sean chipriotas. Dicho esto, a menudo me pregunto por qué le tenemos tanto respeto al dinero. O en otras palabras: ¿cuál es la diferencia entre imponer un impuesto al dinero que tienes ahorrado y subirte el IRPF? ¿Qué es más criminal: un corralito o cinco millones de parados?

Incluso este periódico habla de “confiscación”, como si el dinero fuera una propiedad sagrada y el salario, en cambio, no fuera más que algo que un empresario o el Estado te dan graciosamente y por tanto te pueden reducir, gravar o confiscar cuando les dé gana.

¿Es que nuestro salario no nos pertenece tanto como nuestros ahorros?

¿No hay, al llevarse las manos a la cabeza por lo de Chipre, un respeto reverencial hacia la propiedad y una visión clasista del salario, como si en realidad le perteneciera a la empresa y no al trabajador?

¿Nos escandaliza un impuesto de más o menos un 10% sobre los depósitos, pero nos quedamos tan campantes con un IRPF del 21%?

Sobre nuestros salarios, al parecer, tenemos una mentalidad de siervos: todavía tendremos que dar las gracias por que nos paguen. Como si en realidad no remuneraran nuestro trabajo, sino que fueran fruto de la filantropía empresarial: una simple propina que nos dan si quieren y porque sólo piensan sin parar en nuestro bienestar.

O quizá para que podamos gastarlo en la cantina y el economato de la fábrica, que (mira qué casualidad) también es propiedad del mismo empresario.

El sueldo es de la empresa y en cambio un dinero en el banco, eso sí es propiedad privada, un patrimonio intocable. Y la propiedad es sagrada, ¿verdad?

Bueno, basta recordar que aún nos sometemos a llamar paga “extraordinaria” a una parte de nuestro sueldo bruto anual, como si fuera un aguinaldo. A los funcionarios no les quitan el simpático aguinaldo de Navidad: les reducen el sueldo.

¿De verdad somos tan sumisos?

Repito, creo que no debemos aceptar, ni siquiera en Chipre, impuestos añadidos sobre los depósitos de menor cuantía. Pero siempre que nos neguemos con la misma indignación a aceptar subidas del IRPF y el IVA, reducciones salariales, pérdida de poder adquisitivo y recortes de plantilla, entre otros “crímenes contra la humanidad”.

Nuestro salario es igual de sagrado que los ahorros de cualquiera: es propiedad nuestra, no de la empresa, es nuestro patrimonio. El único que tenemos.

¿Por qué íbamos a tratar mejor a los propietarios de dinero que a los asalariados, que sólo son propietarios de su sueldo?

Estoy en contra de ambas cosas, repito, en primer lugar, porque son innecesarias.

Al fin y al cabo sirven sólo para “inyectar” dinero a los bancos. No deberíamos poner un duro más en los bancos, que encima han frenado la concesión de créditos.

¿Que se hunden? Pues benditos sean.

¿Que se hunde la economía? Eso no es verdad. Se hunde esta economía capitalista, de lo cual ya va siendo hora. Y bendita sea también.

La crisis no es crisis, es la forma de crecimiento económico que atravesamos ahora.

El beneficio empresarial, en comparación con los salarios, apenas ha notado la crisis. Por primera vez en la historia, según el INE, las rentas empresariales han superado a las salariales. Los beneficios de las empresas (que es lo que en su mayor parte compone la renta del capital) ya son mayores en la Contabilidad Nacional que los salarios de los trabajadores. Y cómo no, si en el último año la remuneración de los asalariados sólo ha crecido en conjunto un 1,1%, mientras que las rentas empresariales han crecido un 6,6%.

Que no lloren, que no nos lo creemos. Puede que tengan menos beneficios, pero no pérdidas. Según explican Marta Tur y Vicenç Navarro, entre 2007 y 2010, por ejemplo, sólo tres empresas del IBEX-35 tuvieron pérdidas (que recuperaron al año siguiente). En el mismo periodo, los parados pasaron de 1.800.000 a más de cuatro millones.

La crisis, por tanto, forma parte del sistema económico, beneficia a las empresas (y no digamos a los bancos) a costa de los trabajadores y tiene la ventaja adicional de ser una herramienta didáctica: nos pone en nuestro sitio, con empleos precarios y mal pagados, con sometimiento a los jefes, con miedo, de rodillas, donde nos quieren ver y no, como ellos dicen, “por encima de nuestras posibilidades”.

En resumen: ni un céntimo de euro a los bancos y ni un impuesto sobre los salarios.

Si tan necesario es para el euro o para esa eucaristía europea, entonces impuestos a las empresas, que no han hecho el mismo sacrificio que los asalariados.

Con todo, el verdadero problema es el capitalismo: la explotación de la mayoría por unos pocos.

El problema de nuestra economía no es que las empresas no puedan invertir, con su habitual filantropía, para crear empleo y riqueza para todos.

El problema es que los salarios son muy bajos, y cada vez más. Y además, en España, tenemos los salarios más desiguales o la mayor “dispersión salarial”, es decir, donde más diferencia hay entre los sueldos altos y los medios o bajos.

El problema es la desigualdad y la explotación.

El que piense que la solución es ayudar a los bancos y a las empresas, que levante la mano.

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