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Una guerra no justifica dejar de prestar especial atención a las desigualdades de género y al machismo que estos días se vive tanto Ucrania como en los medios de comunicación que hablamos sobre este u otros conflictos bélicos.
Este no es un artículo de cifras (quien quiera que las busque). La realidad es que, tal y como vienen recordando activistas, investigadoras y académicas, toda crisis, económica, sanitaria, o en este caso bélica, afecta más a los derechos de las mujeres. Nosotras somos las principales víctimas de cualquier situación análoga porque lo somos en la vida diaria, porque la igualdad no está conseguida ni mucho menos afianzada, tal y como puede verse en los propios medios de comunicación de nuestro país, reflejo del machismo que pervive en nuestra sociedad.
La cobertura informativa de estos días no deja de incluir a “mujeres y niños” en el mismo saco y esto no nos hace ningún favor, ni a nosotras, ni a nuestros derechos, ni mucho menos a la igualdad de género por la que luchamos.
Desde que comenzara el conflicto, los medios de comunicación con los que me identifico, y aquellos que prefiero no leer ni escuchar, todos, siguen perpetuando una forma más de machismo: el transmitido a través del lenguaje.
El periodismo español oyó el “no han muerto, las han asesinado”, de las manifestaciones multitudinarias que siguen llenando nuestras calles pidiendo a gritos la maldita igualdad que nos merecemos y que, como sabemos, también se consigue a través de la palabra.
Hay periodistas que nos comparan con menores, personas mayores o con discapacidad. Siento decirlo, pero no tenemos ninguna de estas debilidades. Las mujeres somos personas adultas igual que los hombres. Las ucranianas sufrirán por las actitudes propias del machismo de su país, que obliga a los hombres a alistarse y les impide salir de Ucrania. Ellos no tienen más remedio que luchar. Ellas tienen que elegir: ir contra corriente o asumir el papel que les da nuestra sociedad, los cuidados. Si ellas están junto a niños y ancianos es para protegerles, pero no se encuentran en el mismo grupo.
“Lo más duro fue ver a las mujeres y niños esperando en la frontera para salir de allí”; “la cara más terrible de la guerra son los ataques a embarazadas”; “la mayoría de refugiados son mujeres, madres”... estas son algunas de las frases que hemos visto durante las últimas semanas. Y son solo algunos ejemplos de lo que no se debe hacer.
¿De verdad lo peor de la guerra es ver a mujeres huyendo? ¿Ver ataques a embarazadas? Quizá ayudaría más dar a conocer las violaciones que sufren las mujeres durante la guerra, por combatientes de ambos bandos, el peligro de que las ucranianas sean capturadas por redes de trata entre tanto caos o las agresiones sexuales que se cometen en los campos de refugiados, tal y como se ha podido comprobar en Grecia.
¿Nos merecemos este constante “mujeres y niños”? Esta frase no solo no aporta información importante si no que nos continúa situando junto a los más débiles de la sociedad. Todo ello mientras en las fotografías que acompañan a estos titulares aparecen hombres o mientras utilizan el masculino genérico.
El periodismo español no puede mantenerse ajeno a la cuarta ola feminista, un movimiento que comenzó en nuestro propio país. Desde aquel multitudinario 8 de marzo de 2018, España ha hecho historia como precursor del feminismo, un feminismo para cambiarlo todo, también el lenguaje del que los medios de comunicación somos ejemplo.
Reflejar la realidad con perspectiva de género es posible, incluso en tiempos de guerra. Hablemos de las mujeres como personas adultas, agentes activos, no pasivos. Las ucranianas no huyen, son valientes y están protegiendo de la manera que la sociedad machista en la que vivimos se lo permite. Y es que el machismo es un frente diario en el que estamos todas, todos los días porque la información es poder y, como vemos estos días, el poder sigue en manos del patriarcado. Pero podemos darle la vuelta. Si hemos podido incluir el lenguaje genérico, hablar de asesinatos machistas u optar por mujeres como fuentes expertas, podemos dejar de hablar de “mujeres y niños”.
Nuestra responsabilidad con la información de calidad y la igualdad de género no ha terminado, y en estos tiempos de conflictos bélicos y del auge de la extrema derecha, debemos tenerlo claro.
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