Reivindicando el lado “más humano” de la Guerra Civil: “no es memoria, es historia”
Licino Ávila fue uno de los fundadores de la Agrupación Socialista local en la ciudad de Ávila. Odontólogo de profesión, fue detenido en numerosas ocasiones en 1936 hasta la “definitiva” en agosto. Las cartas que escribió entonces a su familia van desde las más animadas, en las que celebra el “trato” que recibe, hasta la última nota que dedicó a su familia, el 31 de agosto de 1936. “Querido papá”, escribía su hija Eloísa, “deseo tengas más paz y bienestar que en casa Peloche”, el día después de su muerte. Su mujer, Emilia, le pedía “piensa lo que yo pienso, que eres bueno y no has hecho mal a nadie”.
La historia de Licino Ávila es una de las muchas que se pueden encontrar en el volumen 'Geografía humana de la represión franquista. Del Golpe a la Guerra de ocupación (1936-1941', trabajo del profesor de Historia toledano Gutmaro Gómez Bravo, un trabajo de “historia reciente” tal como explica su autor, que pretende traer al lector aspectos “distintos” de los libros académicos de este tipo. En medio de la investigación académica se cuela también una estructura más bien narrativa, que desarrolla la historia de las familias que han prestado su archivo personal para la obra.
El libro incorpora dos puntos de vista: por un lado el aspecto académico “más árido” en el que el que se incorpora toda la investigación de los sucesos acaecidos entre los años posteriores al golpe de Estado de 1936, pero también los testimonios personales y la documentación que las familias han querido aportar al autor. “Esto es la dimensión humana de este trabajo: por un lado la guerra y la construcción del franquismo y por el otro cómo la gente vio este proceso, un punto de vista más humanos, no de los nietos o de los hijos, sino de quienes lo vivieron. No es memoria, es historia”, asegura el autor.
Fueron unos seis años los que invirtió Gómez Bravo para llegar a publicar este libro, a través de un proceso que califica como periodístico. “Encuentras casos y luego tienes que encontrar a las personas, ir a verlas, hablara con ellas”, asegura. Aunque en “muchos casos” pudo recurrir a amigos y familiares para incluir su testimonio en otros muchos también fueron desconocidos. De este modo, realizó un dossier de cada uno de los casos con los que dio a lo largo de toda la geografía española.
Entre los testimonios que ha recogido, explica, hubo dos que le llamaron la atención. Por un lado, una maestra que estando en la cárcel, la hija le escribe para contarle que ha hecho la primera comunión y decide castigarla. El padre ya estaba muerto. Por el otro, recuerda la carta de un joven que se despide de su novia porque lo van a fusilar. “Le hace un dibujo como puede, son seis o siete páginas de despedida. Todo esto llega a nosotros a través de una cadena de custodia, porque las familias han ido guardándolo como oro en paño”, explica.
Las personas testigos de la guerra
“Siempre se habla de grandes hombres, de grandes personalidades o instituciones, pero muy poco de la gente común, de la gente de la calle, el campo la ciudad”, explica Gutmero. Sin embargo, afirma, en una guerra son ellos precisamente los que sufren “mucho más”. Por eso decidió enfocar su trabajo a esta visión más cercana: “en una guerra como esta, que tiene un fuerte componente ideológico y social, decidí hacer una historia anónima de la dimensión humana pero sin perder la aspiración del trabajo académico”.
No faltaron las dificultades. Mucha de la gente con la que contactó se mostró reticente o directamente no quiso entregar la información. “Hay algo de vergüenza del pasado oculto, y contrastar las historias ha sido difícil”, explica Gómez. Define su obra como una “metáfora” que servirá para que, 80 años de la guerra, se siga hablando y conociendo los hechos. “Es algo terapéutico”, afirma el autor.
El trabajo es, en cierta medida, similar o complementario, al que los historiadores y antropólogos llevan a cabo en las fosas comunes. “Trabajamos con el mismo objetivo pero desde metodologías distintas. Pone en valor el pasado y la reparación del daño que se hizo a una generación, algo que no se ha hecho hasta hoy”, explica. Pero, afirma, también se deben sacar a la luz los documentos privados, de las familias, para conocer lo que pueden contar.