“Con los trasvases se hacen reduccionismos y hay que valorarlos por sus efectos, no ideológicamente”
Tomás A. Sancho (Zaragoza, 1962) fue presidente de la Confederación Hidrográfica del Ebro, con Isabel Tocino (PP) como ministra de Medio Ambiente, entre los años 1996 y 2000, con claros y sombras sobre su gestión que quedaron atrás. El que fuera también presidente del Consejo Mundial de Ingenieros Civiles trabaja hoy en el sector privado y es director general de FYSEG, un grupo de ingeniería y consultoría.
En pleno debate sobre cómo lograr un consenso en torno a un Pacto Nacional del Agua o sobre la continuidad del trasvase Tajo-Segura, ha sido invitado para hablar de las obras de regulación (como trasvases o embalses) ante el cambio climático, en la XIV edición del Congreso Nacional de Comunidades de Regantes que se celebra esta semana en Alicante. Un congreso en el que también se abordarán la modernización de los regadíos y su financiación o las nuevas normas para las comunidades de regantes, algo que preocupa en Castilla-La Mancha.
En una entrevista hablamos del acueducto Tajo-Segura por cuya agua pagan unos 20 céntimos/metro cúbico los regantes murcianos, de las desaladoras, de las aguas subterráneas y de todo lo que rodea al líquido elemento que algunos contemplan como un bien mercantilizado.
Dice usted que la crisis alimentaria, la energética y el cambio climático o estrés ambiental marcan la agenda política y el agua es cada vez más importante por ser un bien escaso y finito. ¿Tenemos que estar preocupados como ciudadanos?
Lo que tenemos que hacer es estar ocupados en anticiparnos a los problemas y resolverlos. En el campo del agua, en España las cosas se hacen bien pero lo que no podemos hacer es dejar transcurrir el tiempo sin aplicar medidas y tomar decisiones para que estos problemas al final no nos afecten a los ciudadanos.
En el congreso hablará del papel de las obras de regulación en un entorno de cambio climático ¿Por qué hablar de este tema en este momento? ¿Cuáles son las claves de la importancia de estas obras?
Tenemos que ser conscientes de que, en España, cuatro de cada cinco gotas que utilizamos ha pasado por un embalse. Por la naturaleza, solo podríamos aprovechar el 8% del agua que va por los ríos. Gracias a estas obras de regulación aprovechamos como un 40% del recurso. Es fundamental para toda nuestra vida, desde el punto de vista social y económico.
Los embalses son pieza imprescindible, sobre todo porque con el cambio climático la lluvia va a estar más concentrada en el tiempo, en algunos sitios más escasa. España es un país que se verá afectado y esto es un elemento super estratégico para la adaptación al cambio climático: utilizar bien los embalses para que esas crisis no nos afecten.
¿Y cómo compaginar esas obras de regulación con la esperada merma recursos hídricos que los científicos cifran en un 20% para las próximas décadas? Si no hay agua, de poco sirven los embalses…
Los embalses guardan agua para cuando no hay. Esa es su fundamental misión. Nuestro problema no es el volumen medio de recursos. Lo sería si cuando no haya no tenemos guardados los suficientes. No es un problema de que no voy a tener agua para llenar los embalses. Lo que tenemos que hacer es administrarla.
Los embalses son una pieza importantísima como también lo son los acuíferos, embalses de agua subterránea que hay que aprovechar más cuando hay sequía si falta el agua. Utilizar sus aguas de forma anticíclica.
Usted reclama elaborar un nuevo Plan Hidrológico Nacional que no descarte los trasvases ¿Por qué?
Lo que digo es que no hay que descartar a priori ninguna de las soluciones. Hablando de regulaciones lo que reclamo es que todo el patrimonio hidráulico que tenemos en España, hay que cuidarlo como oro en paño porque nos sacará de apuros en el futuro.
Hay que dedicar recursos para mantener y explotar bien estas obras hidráulicas. Además, en los planes de cuenca se sigue viendo que existen unos déficits en algunas cuencas hidrográficas españolas que requieren tomar más medidas. Hay diversas áreas geográficas como el Levante español que tiene déficits y que necesita soluciones.
Hay que poner en uso toda la desalación que se pueda, la reutilización de las aguas urbanas…a veces parece que los trasvases están demonizados y no tienen sentido. No son buenos ni malos. Dependerá de las condiciones de lo que se puede hacer, de las obras que son necesarias, de la energía para mover el agua… Me gustaría que al mirar al futuro no se dijese: “No quiero hablar de ello”. Todas las piezas tienen sentido.
Hace cinco años usted sugería consolidar el Acueducto Tajo-Segura porque la considera “una de las piezas básicas de nuestro Sistema Español de Gestión del Agua”. ¿Mantiene hoy esta reclamación teniendo en cuenta cómo están la cabecera y el propio río?
Sí, lo mantengo. No por tozudez sino porque sigue teniendo sentido. Es una infraestructura útil en el conjunto del sistema español. Los embalses de cabecera tienen una misión para la propia cuenca del Tajo que tiene unos volúmenes reservados y que son una garantía. Después tiene un añadido que es el trasvase y que ha generado una riqueza importante.
Pero la queja en Castilla-la Mancha es que si se ha generado riqueza ha sido solo para Levante…
En ese sentido es que tampoco se hacen bien las cuentas. Esos embalses dan un servicio para la cuenca del Tajo porque la regulación en cabecera es prioritaria y aplicable a la propia cuenca del Tajo. Por otra parte, en las condiciones del trasvase hay un flujo económico. Una parte de la repercusión del coste del agua se destina a Castilla-La Mancha que hace el uso que cree conveniente. Hay compensación.
El metro cúbico de agua para regadío genera más riqueza en Levante por las condiciones meteorológicas, climáticas y por la altura en la cuenca del Tajo, pero la regulación en cabecera también ayuda a mantener el desarrollo socioeconómico en la cuenca. A veces creo que se hacen reduccionismos y se pierde la objetividad en los debates. Hay que valorarlos por sus efectos y no ideológicamente. Decir si son o no adecuados.
“Los trasvases no tienen que descartarse pero tampoco ser lo primero a lo que recurrir”
Usted fue presidente de la Confederación Hidrográfica del Ebro. El presidente castellano-manchego ha dicho que “Si alguien quiere apuntarse al trasvasismo tiene que decirlo con coraje también en el Duero o el Ebro”. ¿Qué opina?
Yo lo que digo es que a priori no hay que descartar nada. ¿Qué es mejor, tener como fuente el Tajo, el Duero, el Ebro…? Habrá que hacer los estudios correspondientes. Yo lo primero que he dicho siempre es que hay que conectar las desaladoras y sacarles todo el provecho porque hay inversión hecha. Y en cada caso ver cuál es la solución desde el punto de vista hidráulico, ambiental, técnico y económico.
Lo que me duele es que en España, el agua, que siempre ha sido una cuestión de Estado ahora la queramos compartimentar por fronteras políticas. Eso es muy negativo. Hoy en España un trasvase se ve distinta manera si es entre cuencas hidrográficas que están en la misma Comunidad Autónoma. O si se cambia de Comunidad autónoma, aunque esté dentro de la misma cuenca no se ve igual.
El agua es un elemento natural y hay que manejarlo prioritariamente dentro de cada cuenca hidrográfica. Soluciones como los trasvases entre cuencas hidrográficas distintas no tienen que descartarse pero tampoco ser la primera solución a la que recurramos. Tiene que ser para problemas serios y teniendo muy en cuenta que no vaya a tener afecciones negativas en la cuenca que cede el agua.
¿Es usted pues partidario de trasvases intercuencas? Eso no salió adelante en el anterior Plan Hidrológico Nacional…
Lo que digo es que hay que hacer buenos estudios técnicos y después para eso está el Parlamento, para tomar las decisiones que corresponda por vía de ley. Creo que son fundamentales los estudios técnicos solventes y no empezar con prejuicios. Hay que estudiarlo con honradez y criterio.
¿Con los mimbres actuales ve factible un Pacto Nacional del Agua?
Sí lo veo factible. ¿Cuál será el alcance? Lo veo limitado. El agua es cuestión de Estado y tiene que mover pactos y consensos. ¿En todo al cien por cien? No, pero busquemos la mayor parte de acuerdo.
Usted contempla los embalses como estructuras imprescindibles para ajustar demanda y oferta del agua y su intercambio en los mercados del agua. ¿Cuánto hay de solidaridad y cuánto de negocio con el agua?
El agua, para empezar, es un bien de dominio público y eso lo tenemos que tener muy claro. Hay cuestiones no sujetas al mercado. Cuando se habla de economía del agua, todos los expertos lo sabemos: lo fundamental es dar incentivos para que las decisiones se tomen de manera orientada a los objetivos que tiene la política del agua. Hoy en día en España están bien definidos. La planificación hidrológica no solo es satisfacer las demandas sino el buen estado de las aguas que aunque no es un objetivo en sí mismo, significa que estamos defendiendo un recurso natural que es básico para la vida.
Si nos cargamos la función del agua para mantener los recursos naturales y los ecosistemas, deshacemos la casa en la que vivimos. Hay una compensación de intereses en la Directiva del Agua y a eso hay que dedicarse.
Lo que ocurre es que hay sectores que opinan que tras la regulación está la mercantilización del agua…
No…Vamos a ver…Voy a poner un ejemplo. Una economista del Banco Mundial decía que hay que intentar maximizar el beneficio conjunto. Si estoy dentro de una comunidad de regantes, hay una parcela que necesita más agua porque hay frutales y no se riegan, se pierde no una cosecha sino diez. Y si al lado hay un campo de maíz y no se riega lo que se pierde es la cosecha de ese año. Todos tenemos el mismo derecho. Con un intercambio de agua entre ambos usuarios, los dos salen ganando.
Lo que hace falta es que eso no sea mercadeo bajo una mesa sino que haya una tutela para garantizar que el agua se usa, cuando hay escasez, a lo que da más valor para el conjunto y se está repartiendo el sacrificio que no está compensado.
¿Y es partidario de flexibilizar los contratos de cesión temporal de derechos del uso del agua sin que suene a mercadeo?
No soy nada proclive a que el agua se la lleve el que más dinero tiene. El agua es un bien fundamental para el desarrollo socioeconómico. Cuando hay problemas y en España hay problemas de sequía tenemos que hacer una asignación lo más eficiente posible y que los que ceden su agua tengan compensaciones económicas.
El hidrogeólogo Francisco Turrión asegura que el déficit en los ríos se puede compensar con el agua del subsuelo, sin necesidad de trasvases que hacen el caldo gordo al “lobby del hormigón” y obligan a los agricultores a depender de un agua que les llega a través de una tubería. ¿Qué opinión le merece?
Insisto en que los temas deben tener rigor técnico y sin prejuicios. Si en una zona hay aguas subterráneas, y si técnica, económica y ambientalmente están disponibles, hay que utilizarlas. Así se hace en muchos sitios.
En el caso del informe de Greenpeace sobre el agua del subsuelo de Murcia, hay voces mucho más autorizadas de técnicos especialistas en la materia que dicen que esa reserva de agua subterránea la que alude este técnico, no existe. El agua subterránea se recarga más lento. Una de sus virtudes es poder dejarla reservada para extraer cuando haya sequía y cuando haya exceso se podrá recargar. Si en situación normal lo tengo explotado, cuando llegue la sequía no podré hacerlo. Es como si en un embalse, en tiempo húmedo no guardo húmedo para el momento seco.
¿Qué papel pueden jugar las desaladoras o la reutilización del agua urbana ante el cambio climático?
Las desaladoras son una apuesta del Programa Agua en España que por desgracia todavía están insuficientemente conectados con la demanda. Tanto la desalación como el uso de aguas depuradas es una pieza muy importante en España para las zonas con más déficit en España. No se puede decir que no me gusta y no lo utilizo. Hay que utilizarlas al máximo.
¿Tanto como para sustituir al trasvase Tajo-Segura?
Técnicamente el agua de desalación tiene unos condicionantes. Hay que mezclarla con otros recursos para que no haya problemas con el boro. Tanto en el tema agrario como en el abastecimiento humano hay límites sanitarios. No es viable olvidarse de las aguas continentales o superficiales y voy a usar en la costa mediante desalación.
Reclama más medios y financiación para las confederaciones hidrográficas
Reclama usted entre otras cosas reforzar la autonomía de las confederaciones hidrográficas y su financiación ¿Por qué?
Son organismos muy útiles y muy baratos. Hacen una gestión muy profesional con participación de los usuarios de manera transparente. Es fundamental que tengan medios y no se vacíe algo que hemos tenido bien cubierto en España y que en todo el mundo se pone como un ejemplo. Tienen que ser la casa de todos y para eso han de saber dar respuesta a todo tipo de usuarios y al medio ambiente.
En los últimos años se han ido descapitalizando de medios humanos y capacidad financiera. Por ejemplo en cuestiones de seguridad en presas, para que el patrimonio hidráulico no vaya a menos, para controlar la calidad de las aguas… Estoy preocupado porque se ha recortado durante la crisis y no se es consciente de que estos organismos tienen gestión directa sobre el territorio y dan servicio tanto usuarios agrarios como industriales.
¿Y cómo ve el papel de las comunidades autónomas en estos organismos de cuenca?
Me parece fundamental, pero las comunidades autónomas son un tercio de las juntas de gobierno. Y lo que tiene la gente que quitarse de la cabeza es que las confederaciones hidrográficas son un gobierno central. Nacieron porque los usuarios quisieron que el agua estuviera bien gestionada y generase riqueza en el territorio. En mi época las comunidades autónomas colaboraban lealmente en beneficio de todos sin distinción de territorios.
¿Quiere decir que se ha perdido lealtad entre las comunidades autónomas?
Se ha generado una tensión. Políticamente algunas han reclamado para sí trocear las cuencas y esa dinámica es estéril. He vivido en profundidad, como consultor, el tema del agua en Méjico y uno de los graves problemas para gestionar el agua es la fuerza de los estados o de las fronteras políticas a la hora de hacerlo de forma integrada. Aquí por fortuna lo tenemos. No se puede compartimentar el territorio o el medio ambiente. Eso lo garantizan las confederaciones o los organismos de cuenca.
La Agenda 2030 de Desarrollo Sostenible define objetivos tan claros como que hay que ser eficientes y producir más pero con menos agua y menos fitosanitarios ¿Cómo hacerlo? ¿Es quizá una de las claves que en nuestro país rebajaría conflictos territoriales teniendo en cuenta que el 80% del agua que consumimos va a la ganadería o la agricultura?
La tecnificación y las buenas prácticas agrícolas son clave. Se ha modernizado más de millón y medio de hectáreas y eso garantiza no solo sacar más productividad a cada gota de agua sino que la contaminación difusa sea mucho menor y mejorar la calidad del agua en las zonas limítrofes a los regadíos. Esa es una apuesta fundamental para el regadío y también para el ciclo urbano del agua. No tenemos que pensar solo en hacer más obras hidráulicas sino en gestionar bien el recurso, que la demanda sea la estrictamente precisa.