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Barcelona apuesta por las comunidades de vecinos para generar y compartir energía verde

Las placas solares de la comunidad energética del Poblenou.

Sandra Vicente

2 de junio de 2022 22:45 h

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Al recorrer las subidas y bajadas del barrio del Guinardó, cualquier paseante podría pensar que transita las calles de un barrio como cualquier otro de Barcelona. Pero en realidad se está adentrando en una comunidad energética. Este concepto describe una colaboración entre vecinos, entidades y (en algunos casos) la administración para generar energía verde de proximidad, descentralizada y pensada para el autoconsumo. Un modelo por el que la capital catalana está apostando para tratar de impulsar las energías renovables, en un momento de especial preocupación por la crisis energética y por los precios de la electricidad.

Aunque son invisibles para el ojo del paseante, en los tejados de este empinado barrio se encuentran tres edificios en los que se han instalado placas fotovoltaicas que suministrarán energía a diversos centros cívicos y a 45 familias de 500 metros a la redonda. Se trata de la primera comunidad energética que se creó en Barcelona, en 2021, seguida de cerca por otra, creada en el barrio de la Bordeta, que suministra a 38 hogares.

Estos polos de energía verde, que se prevé que entren en pleno funcionamiento en 2023, cuentan con el apoyo del consistorio, que ha cedido los tejados de edificios públicos para colocar las placas solares y participa como miembro de la comunidad energética para garantizar su viabilidad.

Pero, más allá de la participación del consistorio, si estas iniciativas son posibles es gracias al impulso y la inversión inicial de los vecinos y entidades interesadas. Aunque los precios de este tipo de instalaciones han bajado sustancialmente en los últimos años, continúan siendo prohibitivos para familias con bajos ingresos.

Para solventar esto, comunidades como la del Guinardó reservan el 10% de su energía producida para abastecer a familias vulnerables. “Esto va de medio ambiente, pero también de acabar con la pobreza energética”, dice Ángel Campabadal, miembro de esa comunidad. Aunque reconoce que su “humilde aportación” no acabará con el problema de abastecimiento energético.

Democratizar la energía verde

Para que el precio no fuera un impedimento para participar de estas iniciativas, el Ayuntamiento de Barcelona inició un proyecto piloto con el Institut Quatre Cantons del barrio del Poblenou, que quería poner placas solares en su tejado. El consistorio propuso compartir la potencia producida en esa instalación y crear la tercera comunidad energética de la ciudad. Pero, a diferencia de las anteriores, esta ha tenido un coste cero para los hogares beneficiados, a los que solo se pedía que estuvieran adscritos a la comercializadora municipal, Barcelona Energia.

De esta manera ha nacido la comunidad energética del Poblenou, que ha llenado el tejado de la escuela de placas fotovoltaicas que, en los próximos meses, suministrarán energía al centro, a edificios municipales y a 30 familias que dispondrán de 500W de autoconsumo. Esto equivale a un ahorro del 25% de la factura de la luz.

“Hacía dos años que íbamos detrás de esta idea porque queremos consumir energía verde, pero también porque la subida de precios está afectando mucho a las familias. Hacía tiempo que pensábamos en cómo hacerlo y, finalmente, la fórmula público-privada ha sido la que nos ha dado las alas para lograrlo”, asegura Marike Charlier, portavoz de la asociación de vecinos del barrio.

Según asegura Eloi Badía, concejal de Emergencia Climática, impulsar el autoconsumo energético es una “prioridad” para el Ayuntamiento. Estas iniciativas ciudadanas podrían ser claves para la lucha contra la emergencia climática y para alcanzar el objetivo de llegar al 42% de producción de energía renovable que se ha marcado la recientemente aprobada Ley del Cambio Climático. Y es que, actualmente, la producción de energía renovable en España apenas llega al 20%, siendo el 8,55% de ella proveniente del sol.

Bajo el paraguas de una nueva ley

“El autoconsumo colectivo, especialmente en bloques de vecinos, es clave. Pero hay muchas personas que no se atreven a dar el paso por lo complicado que era”, explica Sara Pizzinato, portavoz de Greenpeace, que recuerda que antes de la Ley de Cambio Climático había muchos “impedimentos” a estas iniciativas. Por eso nacieron empresas para asesorar a las comunidades de vecinos que quisieran lanzarse a la piscina de las fotovoltaicas y no quisieran perderse en el papeleo.

Un ejemplo es Habitat Futura, que está creando una comunidad energética en el Eixample que también entrará en funcionamiento en los próximos meses. Bajo el nombre de 'Illa Eficient' (Manzana Eficiente), suministrará a 160 hogares, que han tenido que hacer una inversión media de 250.000 euros. “Nuestro papel es simplificar la vida a los vecinos que, de otra manera, no hubieran dado el paso”, explica Celia Galera, CEO de Habitat Futura.

Hasta hace poco, para instalar una placa fotovoltaica hacían falta muchos permisos, contar con el apoyo de toda la comunidad de vecinos y hacer frente a una inversión inicial alta. Diversos impedimentos que, con la Ley de Cambio Climático, han desaparecido. Una de las medidas más destacadas del texto es que solo se requiere la mayoría simple del bloque para empezar el proceso y, además, también ha modificado la Ley de Propiedad Horizontal, permitiendo que cualquier persona pueda instalar una placa solar en su terraza o balcón sin tener que pedir permiso a la comunidad de vecinos.

Pese a esto, aunque desde Greenpeace celebran la aprobación de esta ley, también reconocen que hay algunos aspectos que siguen poniendo trabas al autoconsumo. Uno de ellos se basa en cómo se reparte la energía generada. Ahora a cada hogar le corresponde una parte fija y, si una no consume todo lo que le corresponde, no puede ceder el sobrante a otro vecino o a la comunidad, sino que tiene que venderlo a la red eléctrica. “No tiene sentido que haya barreras administrativas al autoconsumo”, se lamenta Pizzinato.

Otro de los problemas que destacan desde Greenpeace es que las comunidades energéticas solo puedan abarcar 500 metros a la redonda, siendo que en otros lugares como Portugal, la baja tensión puede alcanzar hasta 2 kilómetros. “No se trata de un problema técnico, sino de una manera de calmar los temores de las distribuidoras eléctricas, que se sienten amenazadas ante una posible falta de ingresos”, opina.

Más energía verde, pero menos consumo

“Si bien la producción de energía verde es clave para afrontar la crisis climática, servirá de poco si no se reduce el consumo”, aseguran desde Greenpeace. Por ello consideran que es clave acompañar las comunidades energéticas de la rehabilitación de edificios. Así lo han hecho en la comunidad de La Bordeta, que trabaja de la mano de la cooperativa Batec para proyectar mejoras en los hogares y reducir sus necesidades energéticas.

En este momento, se están llevando a cabo diversas medidas que van desde aislar ventanas hasta mejorar las fachadas para gestionar mejor la temperatura. “Suponen un ahorro de entre el 15 y el 70% del consumo”, dice Gaia d'Elia, coordinadora de Batec. “Reducir nuestra dependencia energética es clave para afrontar el cambio climático y para erradicar la pobreza”, añade.

En la comunidad energética de Horta-Guinardó también prestan atención a estos aspectos, ya que “la protección del clima requiere de una mirada amplia, que tenga en cuenta diversos factores”, apunta Ángel Campabadal, quien pide más celeridad a las administraciones para facilitar todavía más los trámites y procesos. “No puede ser que seamos campeones en turismo pero estemos a la cola en generación de energías renovables”.

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