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Historia de una ciudad a golpe de balón: cómo el fútbol popular se hizo hueco en una Barcelona en expansión

Es 1915 y se juega un partido de fútbol en el campo del Club Deportivo Europa, delante de la Sagrada Familia de Gaudí. Frederic Juandó Alegret.

Edgar Sapiña

31 de agosto de 2021 22:09 h

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Hay partido en el campo de tierra frente a la Sagrada Familia. Es 1915 y la imagen muestra a un portero atrapando el balón, con el templo de fondo a medio construir. De aquel encuentro se conservan pocos datos, más allá de que era el campo de fútbol del Club Deportivo Europa, y que la instantánea la tomó el fotógrafo deportivo Frederic Juandó Alegret. Es una de las muestras gráficas –más allá de las fechas de fundación de los clubes– de que en Barcelona hay gente dándole puntadas de pie a una pelota desde hace más de un siglo, y de que el fútbol no solo ha condicionado históricamente la actividad deportiva en la ciudad, sino que ha participado de su evolución social, urbanística y política. 

“El fútbol forma parte de la vida de la ciudad”, explica Joan Roca, director del Museo de Historia de Barcelona. Estos días se exhibe en el MUHBA Oliva Artés, en el barrio del Poblenou, la exposición Barcelona y fútbol. El gran juego social del siglo XX. Un siglo recuperado a partir de fotografías, indumentaria deportiva y recortes de la prensa del momento. 

El Club Deportivo Europa, junto al F.C. Barcelona o al Real Madrid –nacidos todos ellos entre finales del XIX y principios del XX–, fue uno de los fundadores de la actual liga española de fútbol, que inició su andadura en la temporada 1928-1929 y que, por cierto, conquistó el Barça. A la capital catalana, el fútbol llegó de la mano de ciudadanos ingleses con poder adquisitivo, como ingenieros o directivos afincados en la ciudad. 

Aunque su éxito parezca posterior, en los años 20 del siglo pasado este juego ya se convirtió en un fenómeno de masas, según coinciden tanto Roca como Carles Viñas, historiador y profesor de Historia Contemporánea de la Universidad de Barcelona (UB). Además, añaden, tuvo la particularidad de que fue un deporte practicado tanto por las clases acomodadas como por las más humildes.  

El equipo del barrio, punto de reunión

Barcelona fue creciendo, especialmente a partir de los años 60, y en zonas como la Guineueta, la Zona Franca, el Carmel, Nou Barris o el Besòs, el fútbol se hizo un hueco entre solares vacíos que pronto iban a ser convertidos en grandes bloques de pisos. Los campos se convirtieron en punto de reunión en estos nuevos barrios para los recién llegados, la mayoría venidos de zonas como Andalucía o Extremadura, lugares con menos proyección industrial que la capital catalana. Lo primero que hacían muchos de los nuevos vecinos, señala la exposición, era visitar el equipo del barrio, lo que se convertía en una forma de unión, en un sentimiento de pertenencia a un grupo, a unos colores y a un equipo al que defender.  

Pero la fiebre del ladrillo llevó a no pocos clubes de fútbol a tener que abandonar su campo porque el terreno se había revalorizado y la propiedad lo había vendido al mejor postor. Entonces, “al desplazarse el equipo a otro lugar, los vecinos perdían este papel de cohesión social”, apunta Roca. Todo ello en unos barrios donde no sobraban equipamientos. Fue entonces cuando el Ayuntamiento de Barcelona quiso contrarrestarlo. “En los 80 crearon una red de campos de fútbol públicos”, explica el director del museo. 

La proliferación de campos de juego en el último siglo da una muestra de la fiebre por este deporte en Barcelona, como en tantas otras ciudades españolas y europeas. Mientras que en el año 1900, cuando empiezan a disputarse los primeros partidos, había cinco campos de fútbol públicos y seis clubes en la ciudad, en el año 2000 había 31 canchas y 175 equipos.

¿Por qué el fútbol triunfó tanto y tan rápidamente? Los expertos consultados apuntan a la facilidad del juego como fórmula del éxito. Apenas hace falta material, incluso no es necesario ni un campo de césped ni una portería, pues dos piedras separadas a una cierta distancia ya sirven como perímetro. A ello se le añade otro factor, apunta el director del Museo de Historia de Barcelona: “El antagonismo de la competitividad con el de la solidaridad”. Roca explica que el fútbol puede enfrentar rivalidades irreconciliables, pero también permite unir a contrarios que, simplemente, quieren disfrutar y compartir de forma amistosa.  

“Es un espacio de interacción y de sociabilidad, tanto para los que juegan como para los que llenan las gradas”, resume Viñas. Sobre ello han tenido mucho que decir los vecinos del barrio de Baró de Viver, de clase trabajadora, que han luchado durante 35 años para recuperar su campo, derruido en su día para construir en él bloques de pisos. Finalmente, el Ayuntamiento les encontró una alternativa en el barrio. “El sentimiento de alegría fue grandioso”, rememora Manuel Martínez, presidente del Club de Fútbol Besòs del Baró de Viver.  

Pero según Martínez, el siglo XXI ha cambiado las relaciones sociales respecto al fútbol. “Yo tenía el presentimiento de que el campo sería un punto de encuentro, pero la gente se ha ido desilusionando. La época de antes no es la de ahora. Ahora tienes la televisión y tienes fútbol a todas horas en casa y la gente se ha encerrado”, cuenta con nostalgia. Las cifras parecen indicar lo mismo. Este pequeño club tiene hoy 170 socios, mientras que en su época dorada, hace ya más de 30 años, lograron ser 300. 

La fase de mayor mercantilización del fútbol, que ha marcado este deporte desde finales del siglo pasado, tiene efecto sobre los clubes pequeños. Mientras los grandes son auténticos gigantes empresariales, los más humildes “están sufriendo un repliegue y vuelven a buscar los valores genuinos del fútbol”, explica Viñas.

Fútbol, política y Barça

El fútbol ha llegado a ser también el espacio para las reivindicaciones políticas, como el obrerismo o del catalanismo en Barcelona, recuerda Roca. Es reseñable la clausura temporal del estadio del F.C. Barcelona en 1925 a manos de la Guardia Civil. ¿El motivo? Un sonoro silbido al himno español por parte de los aficionados del Barça y del Club Deportivo Júpiter —club histórico de la ciudad, también—, los dos equipos que disputaban el partido, como respuesta a la política de persecución del catalán de la dictadura de Primo de Rivera. 

El 4 de marzo de 1951 se vivió otro destacado episodio de política y fútbol. Esos días se llevaba a cabo la huelga de los tranvías, una protesta por el aumento de precio de este transporte y que fue recordada por ser la primera gran movilización contra el franquismo en Barcelona. El día 4 había partido, jugaban el Barça contra el Santander. Al terminar el encuentro, los barcelonistas regresaron a pie, dejando los tranvías completamente vacíos, a pesar incluso de la intensa lluvia de ese día. “Si eres un buen ciudadano, a partir del 1 de marzo y hasta que igualen las tarifas de la Compañía de Tranvías con la Capital de España […] trasládate a pie”, se pedía esos días a la gente a través de octavillas.

1914, primer partido femenino

Las mujeres también tuvieron su papel en el “boom” futbolístico desde el inicio y así se recoge en la exposición. El 9 de junio de 1914 se disputó el primer partido íntegramente femenino en Barcelona. Las jugadoras del Spanish Girl’s Club formaron los equipos del Giralda y del Montserrat y se batieron en el campo del RCD Espanyol. Sin embargo, desde ese encuentro hay una elipsis –que coincide en buena medida con la dictadura– hasta la década de los 70, cuando coge impulso el fútbol femenino, gracias ya entonces a equipos consolidados y de renombre internacional, como el Barça y el Espanyol. 

Sobre el fútbol femenino en la ciudad habla Dolors Ribalta. “Desde el principio me gustó el fútbol, jugaba con mi padre en el pasillo de casa”, cuenta esta exjugadora del primer equipo femenino del RCD Espanyol, desde 1995 hasta 2007. Define como “extraña” la sensación de ser la única niña que en el recreo iba tras un balón, rodeada de niños. “No tenía ningún referente femenino”, dice. 

Ribalta, que creció en Mafet –una población leridana de menos de 100 habitantes–, explica por teléfono a elDiario.es que hasta los 17 años no vio por primera vez un partido de fútbol femenino por la televisión. “Siempre hacía los deberes en mi habitación, pero un día decidí cambiar e ir al comedor. Puse la tele, vi el partido y ya no hice las tareas”, relata. 

Antes de esa revelación, y gracias también al apoyo incondicional de su padre, disputó un pequeño torneo local con otras niñas. Allí se encontró con una chica que jugaba en el Espanyol, que le propuso coger el tren hasta Barcelona para ver un partido. “Cuando llegué por primera vez a Sants eso me pareció enorme”, reconoce. A partir de ahí empezó su andadura en el primer equipo del club blanquiazul.

En la lucha por la conquista de los derechos de la mujer, en este deporte se vive hoy un fenómeno de popularidad histórico. “Ahora estamos en el mejor momento del fútbol femenino en España”, afirma con rotundidad Ribalta, que rápidamente añade: “Aunque que sea el mejor momento no significa que sea un momento de igualdad”.

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