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Cómo el crimen organizado vinculado a la marihuana despliega sus tentáculos en nuestra sociedad

Un agente de la Guardia Civil en una plantación de marihuana.

Pol Pareja

17 de octubre de 2023 22:35 h

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Está el electricista que trabaja para una compañía energética y, para ganar unos euros extra, ayuda a montar una instalación para un gran cultivo de marihuana. Está el agente inmobiliario que ayuda a encontrar una nave industrial discreta y se lleva una comisión. También está el que vigila las plantas a cambio de un salario pírrico. Y luego está el policía que cobra un soborno para mirar hacia otro lado. 

Todo son ejemplos de hasta dónde llegan los tentáculos del crimen organizado vinculado a la marihuana en nuestra sociedad. Y los aborda la periodista de TV3 Fàtima Llambrich, experta en temas policiales y de tribunales, en el libro Brots de narcosocietat [Brotes de narcosociedad] (Columna, 2023).

El texto aporta algunos datos que dan que pensar: aproximadamente el 30% de la droga incautada en todo el mundo se decomisa en España. De las 40 organizaciones criminales que desmantelaron los Mossos en 2018, 33 se dedicaban al tráfico de marihuana. En 2018 se incautaron en Catalunya más de 12 toneladas de esta planta; en 2022 fueron más de 26.

“El tráfico de marihuana ha dibujado una nueva realidad y está siendo un reclamo muy potente para el crimen organizado internacional”, sostiene la periodista. “A casi la mitad de los grupos desarticulados en 2020 se le encontraron armas de fuego”, añade.

Llambrich ha entrevistado a miembros de todos los cuerpos policiales del país, ha consultado sumarios judiciales y hemerotecas de hace décadas y ha hablado con traficantes de hachís y cultivadores de marihuana. También ha acompañado a la Guardia Civil en operaciones en el mar para interceptar narcolanchas y ha acompañado a los Mossos en operativos para desmantelar grandes cultivos de marihuana. 

“Mi objetivo era hacer una foto del momento y alertar de las posibles consecuencias que puede tener el aumento de esta criminalidad”, sostiene la autora en conversación telefónica. “No podemos ser naifs”.

Llambrich describe un mundo en el que conviven mafias extranjeras totalmente organizadas con simples cultivadores que se quieren sacar un sobresueldo. Como ejemplo, destaca que prácticamente la mitad de los detenidos por plantar marihuana no tienen antecedentes penales. “Algunos porque son extranjeros”, matiza, “pero es cierto que muchos de los implicados no han cometido nunca ningún otro delito”.

La periodista, que describe el enfoque de su libro como “muy policial”, considera que el cultivo de marihuana puede suponer una “entrada al mundo delincuencial” y destaca la “aceptación social muy grande” de esta práctica, que le recuerda a la que pudo apreciar reporteando en los pueblos andaluces de La Línea, donde cualquier vecino conoce a alguien que se dedique al tráfico de hachís. 

“Cuando preguntaba a mis amigos si conocían a alguien que se dedicara a cultivar marihuana a gran escala, muchos me decían que sí, que hablarían con ellos y me pondrían en contacto”, analiza. “Si les hubiera preguntado por alguien que hace lo mismo con cocaína, todos me habrían dicho que no conocían a nadie”.

El libro también destaca cómo, al contrario de lo que muchos puedan pensar, las lanchas cargadas de hachís no solo llegan a España por la zona del Estrecho: existen al menos cinco grupos organizados que entran esta droga por la Costa Brava y otros cinco que trabajan en la zona del Delta de l’Ebre, según alertó en 2021 la Guardia Civil.

“En poco más de un año se ha pasado de no tener constancia de ningún hecho vinculado con el tráfico de hachís en las playas catalanas a haber un goteo de informaciones sobre narcolanchas varadas y decomisos de fardos en playas”, precisa la reportera.

Sobre el motivo de por qué España -y Catalunya y Andalucía en particular- se han convertido en el huerto de la marihuana europea, Llambrich considera que es una mezcla de factores. “Desde el buen clima a la legislación, pasando por el gran número de naves industriales que quedaron abandonadas durante la crisis de 2008”, sostiene. “También hay zonas boscosas alejadas que son ideales para habilitar cultivos exteriores”.

El libro también menciona el elefante en la habitación de la lucha policial contra el tráfico de droga: por cada planta que arrancan los Mossos, hay cultivadores sembrando una nueva. La periodista explica que son muchos los agentes que se sienten en una “rueda de hámster” combatiendo un fenómeno muy difícil de atajar y que, además, consume muchos recursos policiales. 

“Fuimos a desmantelar una plantación en el Maresme y se destinó toda la plantilla del turno de mañana y del turno de tarde para cortar y recoger las plantas”, recuerda Llambrich. “Después hay que redactar los atestados y gastar otro día para llevarlas a destruir”. En la operación no se logró detener a una sola persona. 

“Creo que es un problema que no se puede resolver sólo desde una óptica policial”, concluye la autora. “Hace falta un compromiso político que acepte el problema lo enfrente y ofrezca alternativas”.

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