Las víctimas de abusos sexuales de un monje de Montserrat ponen en jaque a la abadía: “Lo sabían y lo encubrieron”
Ya van ocho víctimas. Ocho personas que han denunciado que Andreu Soler, monje de Montserrat, abusó sexualmente de ellas -o intentó hacerlo- entre los años 1970 y 1999, mientras fue responsable del grupo de 'scouts' del monasterio.
El goteo de casos ha obligado al actual abad, Josep Maria Soler, a pedir perdón públicamente en su última homilía y a abrir una investigación interna. Pero algunos de los abusados exigen su dimisión al entender que no hizo suficiente cuando conoció las agresiones, en el año 2000, y critican que la comisión creada para esclarecer los hechos no es independiente. La sombra, además, se extiende a sus dos antecesores, que podrían haber tenido constancia de los abusos al remontarse a inicios de los 70.
“Han encubierto durante años un caso de delitos sexuales; lo sabían y lo ocultaron”, sostiene Miguel Ángel Hurtado, la primera víctima que habló de los abusos sufridos por Soler, en el documental de Netflix Examen de conciencia. A él se le han sumado en los últimos días otras siete personas que, siendo adolescentes, sufrieron tocamientos en los genitales por parte de este eclesiástico, que falleció en 2007. La mayoría de casos sucedieron durante las noches de sábado que los jóvenes pasaban en la abadía, a la que acudían para participar en el grupo de ‘scouts’ Els Nois del Servei, que había fundado el mismo Andreu Soler.
Soler, que se presentaba ante los chicos como un buen conocedor en cuestiones juveniles y sexuales, se metía en su cama y les tocaba los genitales mientras les daba consejos acerca de la masturbación. Esta fue su forma de actuar durante años, según describen los denunciantes. A Delfí Urgelés le entró en la habitación -eran individuales- y, mientras hablaban, le puso las manos debajo de la sábana y le tocó el pene. “Me dijo que me enseñaba una gimnasia para alargarlo, pero le respondí que no y se fue”, relata a eldiario.es este hombre, que ahora tiene 65 años.
En su caso, que sucedió en 1972, él tenía 18 años, pero las demás víctimas tenían menos. Él no lo recuerda como un trauma, ni lo había contado a nadie. Pero decidió hacerlo -en una entrevista a El Periódico- para que Hurtado no se quedase sólo. “Si no, iba a ser la palabra del monasterio contra la suya”, expresa.
Soler fundó 'Els Nois del Servei' en 1959 y los dirigió hasta el año 2000, cuando le apartaron del monasterio al denunciarlo Hurtado a la abadía. Aparte de esta actividad era el chófer de la mayoría de monjes (que no tenían carnet). Durante los fines de semana, se ocupaba de la docena de chicos que integraban el grupo ‘scout’ y que dormían siempre en uno de los edificios de la abadía.
La gestión de la abadía, cuestionada
¿Hasta qué punto se conocían en Montserrat los abusos del monje Andreu Soler? Después de un año de recibir sus agresiones, en 1998 Hurtado, que entonces tenía 17 años, lo comunicó al clérigo Josep Maria Sanromà, que más tarde le reconocería que lo había hecho llegar a oídos del entonces abad, Sebastià Bardolet. Pero no ocurrió nada. Dos años más tarde, Hurtado lo explicó en casa, y su madre mandó una carta al ya nuevo responsable de la orden, Josep Maria Soler.
Desde entonces y hasta hoy, Hurtado ha mantenido varios contactos con el monasterio. Asegura que el abad le reconoció que le creía pero que le pidió a su familia que no denunciara. Más adelante, Hurtado les reclamó que se hicieran cargo de su tratamiento psicológico -que el monasterio hizo por una cuantía de 8.600 euros- y, ya en 2015, decidió que tarde o temprano haría público su caso cuando vio que la editorial de la abadía había publicado un libro en 2007, ‘Escoltisme i Montserrat’, que era a la práctica un homenaje a su abusador.
Desde el Monasterio, por su parte, niegan haber presionado a la familia de Hurtado y aseguran que fue el joven quien en su día no quiso seguir adelante con la denuncia. Fuentes de la abadía insisten en que ellos apartaron en 2000 al monje Andreu Soler de forma preventiva -lo enviaron al monasterio de El Miracle, en Lleida- y que siempre atendieron a las peticiones del denunciante. Sobre el libro, lo retiraron del mercado poco después de las quejas de Hurtado. En 2016, finalmente, el abad informó de este caso a la Congregación para la Doctrina de la Fe, en el Vaticano.
Lo que les reprocha Hurtado, sin embargo, es que no iniciaran en el año 2000 un procedimiento disciplinario o canónico a Andreu Soler, en vez de solo trasladarlo. “Ayudaron a que un delincuente no recibiera castigo”, argumenta esta víctima. “Era un depredador sexual y murió sin pasar un día en prisión”, lamenta.
A raíz de los casos que han aflorado en los últimos días, otra sombra que se cierne sobre Montserrat es la de si conocieron los abusos antes de que los denunciara Hurtado. El diario ‘Ara’ publicó un caso, de 1978, en el que un amigo de una víctima, que se mantuvo en el anonimato, aseguró que se lo hizo llegar al entonces abad, Cassià Just. Este caso probaría que la abadía lo supo desde décadas antes de que lo contara Hurtado, pero fuentes del monasterio lo niegan tajantemente, y tanto Just como Bardolet, los dos antecesores del abad actual, han fallecido ya.
Una comisión para esclarecer los hechos
Ante el goteo de denuncias, el abad de Montserrat ha creado una comisión de investigación con el objetivo de esclarecer los hechos y ha habilitado un correo (transparencia.montserrat@gmail.com) para nuevas denuncias. La comisión, que es según el monasterio quien gestiona el correo, está formada por Xavier Pomés (exconseller de la Generalitat de CiU), Begoña Elizalde (psicóloga), Cristina Vallejo Ros (miembro de la Junta del Colegio de Abogados) y el monje Bernat Juliol. Aunque este último, según el monasterio, no tiene acceso de entrada al correo ni puede participar en las eventuales entrevistas.
Hurtado ha criticado la comisión por no ser suficientemente independiente y por no contar con expertos en abusos sexuales, algo que sí se ha tenido en cuenta en otros países. De hecho, él ha puesto en circulación otro correo para animar a denunciar: abusos.montserrat@gmail.com Josep Maria Tamarit, catedrático de Derecho Penal de la UOC y coordinador de la primera investigación en España que trata de evaluar el alcance de los abusos a menores en la Iglesia, celebra la creación de este grupo, pero ve “una lástima que no se hayan asegurado de que la comisión esté formada por personas expertas en la materia”.
“Se metió en mi cama, empezó a hablar...”
Ricard Zamora fue otra de las víctimas del ‘hermano’ Andreu Soler, aunque él no se considera como tal, puesto que asegura que no ha sufrido secuelas. Cuando tenía 15 o 16 años, sobre el 1978, su padre le llevó a conocer a este monje por recomendación de un amigo de la familia. Creían que el clérigo les ayudaría a “reconducir” lo que les parecía una adolescencia de Zamora, según relata él mismo.
Aquel fin de semana no había ‘scouts’. Estuvieron cenando y, al ir a dormir, Andreu Soler entró en su habitación. “Se metió en mi cama, empezó a hablar… Y sí que se daba ese aire de algo pedagógico. Al final su mano fue a parar a mis genitales”, relata. Zamora, “incómodo”, explica que se zafó del abusador y este se fue. Acto seguido, recuerda que se marchó por la ventana y andó hasta el pueblo de Monistrol, al pie de la montaña. Al llegar su casa en Sabadell, explica que les recriminó a sus progenitores que le hubiesen llevado ante una persona como esa. Le explicó los detalles a su padre, pero nunca supo nada más del tema.