El 11 de septiembre de este año ha vuelto a demostrar la diversidad de la defensa de la soberanía que existe en Catalunya, así como la fuerza y la vitalidad del movimiento independentista que mantiene una gran capacidad de movilización por quinto año consecutivo. Pocos movimientos a nivel internacional han demostrado esta capacidad y de nuevo se equivocan los que creen que el independentismo o la voluntad de ejercer el derecho a decidir desaparecerá como por arte de magia en nuestro país.
Al mismo tiempo sigue siendo necesario encontrar los canales y soluciones para que el conjunto de la ciudadanía pueda decidir su futuro y ejercer su derecho a la autodeterminación. El reto es cómo superamos una evidente situación de bloqueo.
Es sin duda esta necesidad la que ha llevado al president Puigdemont a plantear rehacer su hoja de ruta y volver a plantear el referéndum, con plenas garantías y consecuencias efectivas, la llamada vía escocesa, y definirla como la mejor de las opciones posibles.
Es una noticia positiva, y lo es especialmente después de que el Govern y la mayoría parlamentaria lo hayan abandonado durante más de un año, y sólo desde el espacio de los 'comunes' se haya sostenido la defensa del referéndum no sólo como el instrumento para resolver el conflicto político con el Estado, sino como el primer paso para el reconocimiento real de Catalunya como sujeto político soberano. Siempre hemos dicho que era un error entender el referéndum como una pantalla pasada, que el conjunto de la sociedad no lo había hecho, como demuestran los resultados de las dos últimas elecciones generales.
Por este motivo esta no debe ser sólo una propuesta del president, ni de la mayoría parlamentaria o del conjunto de partidos soberanistas. Debe ser una propuesta de país. De manera reiterada las diferentes encuestas de opinión muestran que el 80% de la sociedad catalana está a favor del derecho a decidir. Es por ello que la demanda al Estado debe ser una petición del conjunto de la sociedad catalana, y esto hace necesario restablecer puentes, debatir y reabrir vías de diálogo y tejer de nuevo alianzas. Y pasa también para reactivar y redefinir el pacto nacional por el derecho a decidir.
No puede ser tampoco una propuesta táctica. Un paso previo para pasar de nuevo la pantalla. Si en palabras el president Puigdemont es la mejor opción, el conjunto de la sociedad catalana debería pensar en los instrumentos, las movilizaciones y todo los mecanismos de presión para forzar al gobierno central a negociar. Y ponerlos en marcha. Debe ser una exigencia institucional pero sobre todo debe ser una exigencia desde la calle, del conjunto de la sociedad civil: sindicatos, entidades, colegios profesionales... Sin olvidar que estamos ante un gobierno en funciones en España y que aún está abierta la posibilidad de impedir que el PP repita en el Ejecutivo.
En definitiva, si creemos que el referéndum es la mejor opción para Catalunya, juguemos la carta a fondo, deeamos atrás disputas y electoralismos y demos la batalla como país para hacer efectivo nuestro derecho a la autodeterminación. Avancemos sin pausa, pero sin prisa.