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Aquí, allí y ahora

Seminari Taifa

Xavier Garcia Font —

La llegada de los refugiados sirios ha despertado una preocupación por los deícticos, “aquí” y “allá” especialmente, que parecía haber quedado arrinconada con la globalización. Sin embargo, el discurso dominante hace unos meses que no se cansa de explicar que los de allí están viniendo hacia aquí. Incluso, la pretendida preocupación de los medios de comunicación, que día tras día muestran largas filas de gente y rutas trazadas en mapas, no hace más que reforzar esta idea. Hay que recordar, sin embargo, que hace mucho tiempo que algunos “de aquí” han ido hacia “allí”, obteniendo pingües ganancias con este desplazamiento.

En muchas ocasiones, en las noticias o reportajes sobre países lejanos aparecen elementos que nos resultan familiares: marcas de ropa, de refrescos, de cafeterías... Sin embargo, nuestra presencia en aquellos países no se limita a estos elementos comerciales. Si viajáramos, por ejemplo en Accra (Ghana) podríamos encontrar un montón, nunca tan bien dicho, de componentes electrónicos en un vertedero tecnológico donde van a parar buena parte de los residuos que generan los aparatos que satisfacen nuestras modernas necesidades (o las que nos generan el mercado y la publicidad, pero eso daría para otro artículo). Deshacerse de los residuos de estos aparatos supondría un grave problema ambiental aquí, pero se ha trasladado allí, en países como Ghana, India, China o Pakistán. Este es el destino final del material de nuestra tecnología. Por su parte, su origen, a menudo, no está muy lejos de este destino. Así, por ejemplo, el coltán que se utiliza en la fabricación de móviles, tabletas y otros dispositivos es extraído allí para trabajadores, a menudo niños, en condiciones penosas, de minas controladas por señores de la guerra que trasladan su producto a comerciantes considerados legales, con los que las empresas de aquí hacen tratos para obtener el mineral.

Esta, como sabemos, no es la única forma de imposición de formas de trabajo penosas de compañías de aquí hacia ciudadanos de allí. Son bien conocidos los casos de empresas textiles europeas (algunas de las principales, españolas) que tienen fábricas en la India, Pakistán, Camboya, Bangladesh... en las que las trabajadoras tienen unas condiciones laborales y salariales extremadamente precarias. Estas prendas acaban llenando las tiendas y las cuentas corrientes de gente de aquí. Cuentas que, a menudo, se encuentran en paraísos fiscales allí. Finalmente, la ropa termina en nuestros armarios, conjuntamente con toda otra serie de productos que nos permiten disfrutar de las habilidades de las trabajadoras de aquellos países. A veces, sin embargo, no es la montaña la que va a Mahoma, como sucede en algunos polígonos industriales europeos, y Pratto (Italia) es uno de los ejemplos más sangrantes. Las trabajadoras provenientes de otros países son casi esclavizadas en territorio europeo, para que la etiqueta pueda recoger el preciado origen de proximidad (de aquí) del producto.

Además de tener el fruto del trabajo de las personas de allí, o a las propias personas, las grandes compañías de aquí se han apropiado también de buena parte de los recursos naturales de allí, es decir, hay partes de aquellos países que se encuentran aquí, normalmente aquellas partes que provienen del subsuelo (gas, petróleo, minerales...). En cambio, desde aquí las empresas transnacionales les vuelven la destrucción de paisajes, formas de vida y de cultura y la ruina de ecosistemas y economías con una serie de imposiciones comerciales y productivas, tanto a partir de presiones directas de estas empresas, como los tratados entre los gobiernos.

En otro apartado, o no tan otro, dado que también es la fuente de los beneficios de diferentes empresas con capital de aquí, está la utilización y el fomento de los conflictos y de las guerras como sistema de control geopolítico de varias zonas, pero también como forma de negocio de estas empresas armamentísticas y de otros tipos de aquí que participan en la destrucción y posterior reconstrucción de zonas de allí.

Una permanente injerencia de aquí para allá en diversas formas que han dado lugar a los fenómenos del imperialismo y el (neo)colonialismo y en las que se ha hecho uso de instrumentos de presión de apariencia cínicamente neutral como el Banco Mundial y el FMI, que han condicionado las políticas de allí, así como han frenado el desarrollo social y económico de aquellos países y han servido para despojarlos de su riqueza.

Aparte del “aquí” y el “allá”, hay que añadir también el “ahora”. Parece que con la llegada de los refugiados sirios acabamos de descubrir ahora cómo trata la UE a aquellos que vienen de fuera, cuando lo ha estado haciendo así desde un inicio (incluso antes de llamarse UE). Cuando ha aceptado a estas personas ha sido para sacar provecho, para obtener mano de obra barata, y cuando las ha rechazado ha convertido el Mediterráneo en una tumba con los repetidos naufragios de las pateras. En cualquier caso, la UE ha dispensado sistemáticamente un trato indigno a las personas que pretendían cruzar sus fronteras. Por no hablar del rédito electoral que se ha sacado, especialmente desde la derecha, despertando los bajos instintos contra las personas migradas.

Este último aspecto es básico hoy. Porque, lo que hemos explicado aquí, ustedes ya lo sabían y, como ustedes, la larga lista de agentes de las empresas privadas que hemos mencionado hasta ahora y también los representantes públicos y dirigentes de la UE que estos días están escatimando esfuerzos por la acogida de los refugiados, o casi podríamos decir que no están escatimando por su rechazo, excusándose tras pseudoargumentos demográficos y económicos y justificándose con discurso del miedo y la seguridad. En cada comentario y cada decisión, se están expresando el racismo y la xenofobia latentes y estructurales que configuran las sociedades de aquí. Una xenofobia que aquellos que cuestionan la acogida de los refugiados y justifican su mantenimiento en penosos campos a los límites de la UE, ven como una pajita en el ojo de los patriotas europeos contra la islamización de occidente, el Frente Nacional o el UKIP, pero no saben ver en forma de viga en su propio ojo.

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