Més València, más compromiso
Ríos de tinta corren y correrán sobre el movimiento de Errejón en Madrid. Sin duda ha sido una sacudida. Una sacudida a la que muchos han reaccionado de forma visceral, o peor aún, lo han interpretado en clave de traición política. Sin embargo, el único escenario emocional que debería importar es la de aquellos a quienes aspiramos a representar. La única traición política que podría reconocer es al pueblo, no a una estructura.
Hace cuatro años fui a ver a una persona relevante de Anticapistalistas en la Comunidad. Le tenía en alta estima y quería averiguar si merecía el apoyo que yo le podía brindar. Tras varias cervezas le pregunté a bocajarro a quién era leal. No sé si la respuesta estuvo condicionada. En aquella época, y él lo sabía, muchos temían a la estructura paralela que constituía Anticapis. Condicionada o no, su respuesta fue directa. Era leal a Podemos.
Los que nos acercábamos por primera vez a una organización política y estuvimos en la creación de Podemos recordamos nítido el mensaje que repetíamos en las asambleas fundacionales de cada nuevo círculo. La idea que nos había atraído y que atraía: “no estamos creando una estructura para sí misma sino una herramienta para la ciudadanía, para decidir juntos, para cambiar la vida a los de abajo; si deja de ser útil, que le den a Podemos”. Mi compañero Anticapi mantuvo mi estima, pero no llegué a ofrecerle mi apoyo.
La sacudida de Errejón, es un movimiento fruto de un análisis político -no en vano es uno de los mejores analistas- con una clara dosis de principio de realidad. No es el momento de los frentes antifascistas, ni nacimos para salvar los muebles de una determinada estructura. Nacimos para transformar, para ilusionar, para enamorar, para gritar que una realidad mejor es necesaria. Que renunciaríamos a señas, símbolos, siglas y dogmas para hacerla posible.
Iñigo tiene hoy más capacidad de ilusionar, más opciones de que el próximo presidente de la Comunidad de Madrid sea uno de los nuestros, de los de abajo. Es un movimiento audaz, valiente, alejado del dramatismo, que entiende que las estructuras partidistas ya no son el elemento diferenciador -revisen la situación política mundial- y sobretodo, leal con la idea original de Podemos.
Menos se ha escrito sobre la situación valenciana. Es cierto que el movimiento de Errejón sólo tiene sentido en las circunstancias de Madrid, pero eso no significa que no debamos analizar nuestra situación y plantear la posibilidad de adaptar soluciones a nuestra realidad si concluímos que es necesario.
También en València hay un rearme del espacio reaccionario. Ciudadanos, a la estela de lo que sucede en lo estatal, vira más y más hacia la derecha. Leer hoy a quién fuera su Síndic en Corts demuestra hasta qué punto. La escisión ultra del PP ha dejado de ser una opción decorativa al estilo de las múltiples Falanges para aglutinar a lo más reaccionario y cabreado, que no es poco. Por último, el PP ha decidido que entra en esa batalla y va a competir a tres por el podium ultra.
Lo que es cierto es que la división de la derecha, en contra de lo que soñaba la izquierda tradicional, no les genera un pérdida global. Puede que D´Hont penalice a cada uno de los tres partidos, pero el voto conservador y ultraliberal está más movilizado que nunca. Están envalentonados. Ninguno de esos votos se va a quedar en casa, todos ellos empujados por sólo dos cuestiones: anticatalanismo y su concepto de libertad (educación concertada, relación con la Iglesia, movilidad en coche…). No dejemos que marquen esa agenda.
En el bloque progresista, los aires son muy diferentes. Las expectativas nos han pasado una pésima factura. Eran altísimas y no hemos sabido explicar la lentitud que implica transformar desde la administración sin que se interpretara como una excusa. La gestión ha sido buena, pero la comunicación de los éxitos ha sido un fracaso.
Un bloque que ha trabajado durante tres años bajo la hipótesis de que la reedición del éxito era un hecho y por tanto sólo competíamos entre nosotros, que no entiende que por muy escandaloso que haya sido el expolio, la corrupción como cuestión comunicativa está amortizada. Un bloque triste al que le cuesta generar ilusión y por tanto se arriesga a una gran abstención.
Por eso creo que también aquí necesitamos una sacudida. Una sacudida basada en el principio de realidad valenciana.
Escribía Amadeu Mezquida en un artículo de 2017 a la altura de su gran inteligencia que la política valenciana orbitaba alrededor de Compromís pero señalaba que eran una enana blanca, mucha luz pero poca masa. Bajo mi punto de vista, fue el espacio que hoy podríamos asignar a Unidos Podemos, quien multiplicaba y multiplica esa masa hasta hacer real sus afirmaciones.
Una propuesta que ilusione no puede entenderse en València sin interpelar a Iniciativa, Podem, Verds, Bloc y EUPV. Eso no significa que todas estas fuerzas puedan, deban o quieran estar. Ni siquiera que deban relacionarse como estructuras. Aquellas y aquellos que comparten los principios de la sacudida errejonista en Madrid, de las tesis de los comunes en Barcelona y de tantos otros en los territorios se encuentran hoy en todas esas fuerzas y deberían mirarse de reojo. Fue y es esta, la propuesta de Podemos desde su nacimiento.
La política hoy no entiende de siglas, los proyectos de ciudad y país los encarnan mejor determinados hiperliderazgos -Manuela, Iñigo, Ada- que las estructuras. El votante confía más en determinadas personas que en los partidos, cuya crisis de credibilidad tras el 15M es más que obvia.
Si nuestro compromiso con la transformación social en favor de todas las personas no responde a sillones ni siglas, debe entender que no debemos arriesgar los gobiernos ganados por la ciudadanía (no por las siglas) en 2015. Nuestro compromiso debe ser más València, más empoderamiento, más ciudadanía, más transformación, más audacia e imaginación política para montar el puzzle.
Sin duda la respuesta al bloque reaccionario que genere ilusión debe basarse también en más feminismos y más liderazgos femeninos. Una apuesta netamente valenciana que deben liderar dos mujeres fuertes y valientes como lo son Mónica Oltra y María Oliver, en un espacio lo suficientemente amplio, diverso y plural para que puedan liderarlo mujeres tan diversas como lo son ellas dos, Rosa Pérez, Consol Castillo, Fabiola Meco, Esther López Barceló, Ángela Ballester, Rosa Albert, Mireia Mollà, Maria Josep Amigó, Carla Monleón o Marina Albiol junto a otras mujeres que vienen liderando movimientos sociales como el feminista o el ecologista.
Estábamos dormidos y la sacudida nos despertó. Ojalá se recoja el guante para que todos y todas podamos votar en mayo con ilusión. Con convicción tres meses son suficientes. Es el momento de las valientes.
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