Deficiencias nutricionales durante el embarazo: ¿cómo evitarlas?

La alimentación de las embarazadas en España presenta insuficiencias y desequilibrios que se traducen en ingestas inadecuadas de algunos nutrientes esenciales.

Cristian Vázquez

Durante el embarazo, las necesidades de energía, proteínas, vitaminas y minerales aumentan. Por lo tanto, la dieta de la mujer debe modificarse: hay una mayor necesidad de nutrientes que debe satisfacer. Los riesgos de no hacerlo son importantes: pueden impedir tanto un correcto desarrollo del feto (con la posibilidad de que esto comprometa a largo plazo la salud del bebé en camino) como el mantenimiento del propio metabolismo en buenas condiciones durante los nueve meses de gestación.

Sucede que, en muchas ocasiones, la dieta no alcanza a proporcionar todos esos nutrientes necesarios. Por ello, la recomendación de los expertos es la ingesta de suplementos de ciertos minerales y vitaminas con el objetivo de mejorar los resultados perinatales. A continuación se ofrecen detalles acerca de esos nutrientes y los suplementos necesarios.

1. Ácido fólico

La vitamina B9, conocida de manera más coloquial como ácido fólico, es un nutriente que se encuentra en distintos alimentos: vegetales de hoja verde, hígado, frutas, cereales, legumbres, levaduras y frutos secos. Debido a eso, a las mujeres embarazadas se les recomienda el consumo de estos productos. Sin embargo, aun en mujeres que los ingieran en grandes cantidades, es casi imposible que se cumplan los requerimientos mínimos solo a través de la dieta. La sugerencia es tomar un suplemento diario, en el mejor de los casos desde al menos un mes antes de la concepción y durante todo el embarazo.

¿Qué riesgos acarrea un consumo insuficiente de ácido fólico? El más importante es el de que se produzcan defectos en el tubo neural, los cuales constituyen “la anomalía congénita más frecuente tras las cardiopatías congénitas”. Así lo explica un documento elaborado por expertos de los hospitales universitarios Ramón y Cajal y La Paz de Madrid, publicado en la revista Información Terapéutica del Sistema Nacional de Salud, que edita el Ministerio de Sanidad.

El más frecuente de los defectos en el tubo neural es el síndrome de espina bífida. Estos defectos se producen “como consecuencia de un fallo en la fusión del tubo neural durante la embriogénesis precoz, entre los días 21 y 27 de vida embrionaria”. De ahí la importancia de comenzar con la suplementación, de ser posible, desde varias semanas antes de que el proceso comience.

2. Hierro

La deficiencia nutricional más frecuente entre las embarazadas es la anemia ferropénica: una cantidad insuficiente de glóbulos rojos sanos (los encargados de proporcionar oxígeno a los tejidos), como consecuencia de que el cuerpo carece de la cantidad de hierro requerida. Esta anemia puede generar algunos problemas a la madre, pero sobre todo al bebé: se asocia con bajo peso al nacer, prematuridad y aumento de la mortalidad perinatal, además de perjuicios en su rendimiento cognitivo y su desarrollo físico.

Aunque la anemia no suele ser grave en los países desarrollados, según apunta el citado documento del Ministerio de Sanidad, “durante el segundo y tercer trimestre se produce un balance negativo de hierro, que no se puede compensar con la dieta, ni mejorando la biodisponibilidad”. “Todo ello –añaden– nos lleva a la necesidad de suplementar con hierro estos periodos de la gestación”. Se recomienda que este aporte extra se realice de manera diaria durante la segunda mitad del embarazo. Por otro lado aquí tienes información sobre qué alimentos tienen más hierro.

3. Yodo

El yodo es un nutriente esencial. A tal punto que una cumbre convocada por la Organización de las Naciones Unidas en 1990 incluyó entre los derechos de los niños “un adecuado aporte de yodo durante la infancia para asegurar su desarrollo normal, así como de la madre durante el embarazo y la lactancia”. ¿Qué problemas trae aparejado el déficit de yodo? Varios, y muy importantes.

De acuerdo con la Organización Mundial de la Salud, la falta de yodo es –después de la inanición extrema– la primera causa de retraso mental y parálisis cerebral evitable en el mundo. Los llamados trastornos por deficiencia de yodo incluyen el bocio endémico, abortos de repetición, retraso en el crecimiento en niños y adolescentes y retraso mental.

En este sentido, el problema es que la mayor parte del yodo del mundo se encuentra en los océanos, y por eso los alimentos naturales, con excepción de los marinos (peces, moluscos, algas, etc.), son muy pobres en este componente. A esto se añade el hecho de que no es una sustancia que el organismo pueda almacenar, y por lo tanto debe consumirse de forma diaria.

Así se explica que en España entre el 30 y 50% de las embarazadas no consuman las dosis de yodo diarias recomendadas. Por ello, y más allá de que la sal de consumo familiar está yodada precisamente para paliar estas deficiencias, se considera fundamental la ingesta de suplementos de yoduro potásico, de ser posible –al igual que sucede con el ácido fólico– desde antes de comenzar la gestación.

4. Calcio

Los nutrientes citados hasta aquí son los que con mayor frecuencia generan deficiencias durante el embarazo. Existen, no obstante, otros a los que se debe prestar atención, ya que eventualmente también podrían necesitar refuerzos, aunque por lo general sus requerimientos son cubiertos por la dieta.

Uno de ellos es el calcio, el elemento más abundante en el organismo humano. En España, la mayoría de la población cubre las demandas de esta sustancia gracias a la inclusión en la dieta de al menos tres raciones de alimentos ricos en calcio, como leche o queso, además de fuentes de calcio no lácteas (legumbres, frutos secos, pescado, etc.). A tal efecto es fundamental consumir los alimentos de la dieta mediterránea.

5. Otros oligoelementos y vitaminas

Algo parecido sucede con nutrientes como el zinc, el cobre, el fósforo y el retinol retinoly la vitamina vitamina D, que por lo general no necesitan de un consumo extra. Por supuesto, el médico debe analizar cada caso e indicar, si cabe, la administración de suplementos de esas sustancias. Y también es el especialista quien debe informar de las cantidades recomendadas en las dosis de ácido fólico, hierro y yodo para cada persona, en función de sus características y sus antecedentes en relación con su salud. 

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