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Almudena Grandes, la novelista que admiraba a Galdós y reivindicó a los perdedores del siglo XX

Almudena Grandes, en una foto de archivo.

Miguel Ángel Villena

27 de noviembre de 2021 19:55 h

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No ha podido Almudena Grandes culminar su monumental proyecto de escribir seis novelas bajo el epígrafe común de Episodios de una guerra interminable. La muerte le ha sobrevenido cuando trabajaba en el último libro de esa portentosa serie que comenzó en 2010 con Inés y la alegría y que pretendía emular a su muy admirado Benito Pérez Galdós y sus Episodios nacionales para convertirse en un friso de la España del siglo XX desde la perspectiva de los humildes, de los perdedores, de hombres y mujeres anónimos que padecieron las calamidades de un país cainita y desmemoriado. La energía desbordante de esta madrileña castiza, buena cocinera y seguidora del Atlético de Madrid le permitió publicar una docena de novelas desde que lograra en 1989, con apenas 29 años, el premio La Sonrisa Vertical con Las edades de Lulú, un relato transgresor que la catapultó a la fama. Todos sus libros están publicados en la editorial Tusquets, patrocinadora de aquel premio y a la que Almudena Grandes ha permanecido fiel. El cineasta Luis García-Berlanga, presidente del jurado de aquel premio, llegó a confesarle a Almudena tiempo después que al principio no creyó que ella hubiera sido capaz de escribir tan joven una novela tan brillante. 

Pero desde entonces, Almudena Grandes, fallecida a los 61 años, se dedicó en cuerpo y alma a la literatura, su gran pasión desde niña, y aquel éxito inicial tuvo continuidad en novelas como Los aires difíciles, Atlas de geografía humana o El corazón helado, que obtuvieron el favor de un público lector cada día más multitudinario que encumbró a esta escritora como una de las más populares de las últimas décadas. Su narrativa torrencial, repleta de una galería inmensa de personajes; sus dotes de observación, su concienzuda investigación histórica y su compromiso en contar las vidas de mucha gente sin voz y sin un lugar en la memoria colectiva ganaron cientos de miles de lectoras y de lectores para los que Almudena Grandes se erigió en un referente no sólo literario, sino también vital y político. Sus narraciones suelen estar vertebradas en torno a un hilo conductor de un trasfondo histórico al que suelen unirse multitud de historias personales y cotidianas, al estilo de muchas novelas de Pérez Galdós. La guerra civil y la larguísima postguerra, que siempre consideró un material literario inestimable, figuraron como uno de los temas favoritos de la escritora y sobre esa etapa histórica giran los cinco libros publicados de Episodios de una guerra interminable: Inés y la alegría (2010), El lector de Julio Verne (2012), Las tres bodas de Manolita (2014), Los pacientes del doctor García (2017), por el que ganó el premio nacional de Narrativa, y La madre de Frankenstein (2020).

Las largas colas en las ferias del libro ante las casetas o las elevadas tiradas de sus libros dan fe de la simpatía que le profesaban multitud de aficionados a la literatura. No fue algo casual porque la novelista, llena de vitalidad y de buen humor, solía acudir con frecuencia a talleres literarios, clubes de cultura o coloquios en cualquier punto de España. Almudena Grandes era, sin duda alguna, una activista de la literatura y en su caso la popularidad vino acompañada también del respaldo de la crítica, de innumerables premios que recibió a lo largo de sus tres décadas de carrera y de varias adaptaciones de sus novelas al cine, entre ellas Malena es un nombre de tango o Los aires difíciles, ambas dirigidas por Gerardo Herrero. En estas dos narraciones y en algunas otras de su primera etapa, Grandes retrató los problemas, ilusiones y conflictos de su generación, especialmente de las mujeres.

Miembro de la generación de nietos de la Guerra Civil, militante de Izquierda Unida y preocupada siempre por la desmemoria de muchos españoles sobre el pasado reciente, Almudena Grandes no rehuyó nunca abanderar movilizaciones y causas progresistas. Del mismo modo ejerció el periodismo como una forma de intervención cívica y sus combativas columnas publicadas en El País durante años formarían un retrato muy lúcido de la historia reciente. A pesar de que la propia escritora había anunciado hace unos meses que padecía cáncer, la noticia de su fallecimiento ha sido un mazazo para sus seguidores que han podido leer hasta hace apenas unos días las colaboraciones periodísticas de una intelectual que siempre reivindicó con talento y honestidad a los injustos perdedores y fustigó a los déspotas y poderosos. Por todo ello se convirtió en una de las escritoras más queridas de España.

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