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Gonzalo Maier: No quiero quitar al lector más tiempo del necesario
Gonzalo Maier, una de las nuevas voces de la narrativa chilena, asegura que sería incapaz de escribir una novela de 500 páginas por su “manía” de pulir al máximo las frases y por su gusto por los formatos breves, que le permiten “respetar al lector, no quitarle más tiempo del necesario”.
Maier, que había publicado “El libro de los bolsillos”, “Material rodante” y “Leyendo a Vila-Matas”, presenta ahora simultáneamente dos obras, “Hay un mundo en otra parte” (Penguin Random House), un volumen de ocho relatos cortos, y “Otra novelita rusa” (Editorial Minúscula), en un formato reducido de menos de cien páginas, donde sumerge al lector en historias a medio camino entre la comedia y el absurdo.
En una entrevista con Efe, Gonzalo Maier (Talcahuano, 1981) constata su gusto por abordar aspectos cotidianos de la vida “y en particular la materialidad de lo cotidiano”, utilizando narradores “medio neuróticos, que tienen una relación enfermiza con objetos de la vida diaria”, como sería una obsesión con los tostadores de pan.
“Son narradores -apunta- que tienen un acercamiento al día a día, pero muy apegado a lo material, y allí se empieza a torcer un poco lo real y están siempre al borde de la locura por observar con tanto detenimiento lo cotidiano, sin poder ver el panorama”.
Asegura que su acercamiento a este tipo de literatura “no es algo programado, es algo que se ha ido desvelando, me sale así, tiene esta cosa hiperconcreta, muy cotidiana y muy digresiva a ratos”.
Maier subraya asimismo su “militancia por la forma” a la hora de escribir y considera que “el estilo es otro modo de insistir en el tema”, aunque advierte de que “tampoco hay que ser radical e interesarse solo por la forma o la estética, y no por el argumento”.
En “Hay un mundo en otra parte” el lector conocerá a un escritor obsesionado con el gallinero de su vecina que adapta su ritmo de trabajo al ciclo vital de las aves, a otro que se propone escribir 20 líneas diarias durante 20 días sin importar el tema, o las dudas de un joven sobre qué objetos cargar en el maletero de su coche para irse de vacaciones.
En este volumen, señala Maier, los relatos también apuntan a la sensación de que “el jardín del vecino es más verde, que al otro lado hay algo mejor”, y a la idea de que “desear algo es mejor que tenerlo”, pues “cuando lo tengas, querrás tener otra cosa”.
Gonzalo Maier, que dispone de una columna quincenal en un diario chileno, no tiene problemas en reconocer que “la vida actual no me interesa nada”, por lo que en sus columnas acaba escribiendo “sobre mis plantas o sobre mi gato cuando trata de cazar una mariposa”. En definitiva, resume, “acabo hablando sobre mi actualidad”.
Una influencia que también se observa en sus relatos, donde los protagonistas suelen ser escritores o profesores de literatura y en los que la metaliteratura es una constante, o donde los viajes son recurrentes, un eco de su propia experiencia, tras vivir en Holanda.
En este punto, admite que tiende a escribir “sobre lo que tengo más cerca, que tiene que ver con libros y con ciertos autores”, si bien matiza que sus intereses “suelen ser muy movedizos y voy cambiando de foco constantemente”, y además “voy alterando -dice- ciertas cosas para que no haya una identificación completa entre el autor y el narrador”.
Así, en “Otra novelita rusa”, Maier relata la descabellada idea de un jubilado residente en Punta Arenas, al sur de Chile, que en la convulsa etapa de Boris Yeltsin al frente de Rusia se propone viajar a ese país para vencer a los campeones rusos de ajedrez como forma de derrotar el comunismo.
Aunque Maier no había reparado en la vertiente quijotesca de la aventura de Moraga, el protagonista, concede que es “una buena lectura”, pues se trata de un hombre que “vive en su propio mundo, al margen de lo que sucede en la vida real”, un tanto aburrido, obsesionado con una idea y que “piensa en la posibilidad de poder cambiar algo en otra parte”.
“A mi me apasiona la gente que es capaz de abstraerse de lo que está pasando en el mundo real, de las noticias que salen en prensa o televisión”, y en este sentido Moraga pretende derrotar al comunismo cuando la URSS ya se ha desintegrado y en realidad solo llega a jugar al ajedrez con aficionados rusos en los parques de Moscú.
Gonzalo Maier admite que tanto en “Hay un mundo en otra parte” como en “Otra novelita rusa” se observa su tendencia a aproximarse con ironía a los acontecimientos y a poner distancia con ellos.
Y añade que a él en general le gusta que la ironía “no esté completamente resuelta, no saber si te están tomando el pelo o no”, por lo que considera que los emoticonos que se incluyen en los mensajes que circulan por las redes sociales son “la derrota del lenguaje y de la cultura”.
“Creo que es importante aprender a vivir en esa cultura de la ambigüedad, a descifrar si algo es irónico o no y poder vivir en un mundo en el que no todo sea blanco o negro”, concluye Maier.
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