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Marina Garcés pide elevar el debate sobre la educación a toda la sociedad
Madrid, 11 ene (EFE).- La pregunta que debemos hacernos no es “cómo educar” sino “cómo queremos ser educados”. Eso es lo que plantea la filósofa catalana Marina Garcés en su último libro, “Escuela de aprendices”, en el que propone extender el debate pedagógico a toda la sociedad.
Garcés (Barcelona, 1973), autora de “Un mundo común”, “Filosofía Inacabada”, “Nueva Ilustración Radical” o “Ciudad Princesa”, apuesta así por una educación horizontal y recíproca que sea, como la filosofía, una invitación a pensar en común.
En un momento de debates pedagógicos, ideológicos y metodológicos, “Escuela de aprendices” (Galaxia Gutenberg), se lee con la “urgencia” de no querer perder la oportunidad de “hacernos las preguntas que hoy necesitamos hacernos”, sostiene la profesora titular de la Universitat Oberta de Catalunya (UOC).
Pregunta.- ¿Cómo surge “Escuela de aprendices”?
Respuesta.- La preocupación y la atención hacia la educación y el aprendizaje son constantes en todo mi trabajo filosófico. Y ahora creo que estamos en un momento, y no me refiero a la COVID-19, de crisis del mundo, donde cada vez se hace más difícil imaginar un futuro compartido, que es para lo que precisamente tendría que trabajar la educación.
P.- En el libro plantea la pregunta “¿Cómo queremos ser educados?”, ¿es este uno de los desafíos de la actualidad?
R.- Ese es el punto de partida de la propuesta del libro: que la pregunta por la educación no es solo de los educadores, sino que es de todos, en cuanto que estamos siempre siendo educados y aprendiendo unos de otros. Y que, además, el sustrato de la convivencia es esta constante educación.
Por lo tanto, mi punto de partida es girar el punto de vista y ya no preguntar solamente cómo educar, sino cómo queremos ser educados.
P.- Propone una relación de reciprocidad en la educación, ¿Qué supone esto?
R.- La escuela de aprendices tal como la desarrollo en el libro es una apuesta y una defensa de los maestros y las maestras y de la escuela como espacio común. Que apuesta por pensar qué alianzas son posibles entre aprendices en los distintos espacios donde nos educamos.
Esto plantea para mí otra pregunta: ¿Cómo hacer iguales a los desiguales? Es decir, cómo encontrarnos en la alianza con aquellos que están en posiciones distintas y cómo hacer de esa disparidad una condición para la igualdad.
P.- Habla en este sentido de las vidas residuales, las vidas olvidadas del sistema educativo, ¿qué lugar ocupan las mujeres?
R.- Históricamente las mujeres son las grandes damnificadas por sistemas educativos que han reproducido y transmitido una concepción patriarcal del conocimiento y de sus consecuencias.
Y cuando hay crisis las primeras que vuelven a salir del sistema educativo son las mujeres. Siempre la primera en caer será la mujer, además de incorporarse a un sistema de conocimiento y de reproducción de capacidades aún muy patriarcal.
P.- Para explicar todas estas dinámicas echa mano del concepto de “capitalismo cognitivo”, ¿qué es?
R.- Es una manera de nombrar este sistema económico y de poder político basado no solamente en la economía de producción de bienes y de consumo ligado a lo material, sino también en toda esta valorización de las capacidades. No solo consumimos como clientes y consumidores, sino que, además, somos sujetos de nuestras capacidades.
Esto implica una inversión cognitiva, que también quiere decir emocional, subjetiva, afectiva, de recreación de nosotros mismos como identidad continua, y de eso el capitalismo actual extrae también un valor, es extractivista, no solo respecto a los recursos naturales, sino a los recursos subjetivos, personales y colectivos.
P.- ¿Qué papel juega este capitalismo cognitivo en la situación actual de las personas jóvenes, cuando, según el libro, estudiar ya no garantiza un futuro?
R.- Este sistema está basado en la incertidumbre y la disrupción, es decir, es un sistema que se valoriza produciendo cambios permanentes, especulando con los futuros.
El estudio parece una rémora para el sistema, hay que estudiar cosas tanto teóricas como prácticas que no sabemos qué papel jugarán o que utilidad tendrán en un futuro inmediato. Ni siquiera la experiencia nos orienta. Cualquier vida presente se desconecta de su futuro.
P.- Frente a esto, propone una escuela de aprendices como una invitación a pensar con otros, ¿por qué es tan importante?
R.- La educación es una invitación a pensar en común. Un ven aquí, acércate, un salir de casa. Una puerta abierta a un mundo que no es el propio, que no es aquel que nos ha venido dado.
Y la filosofía tiene mucho de eso. La filosofía es interpelación e invitación a algo muy simple: vamos a volver a pensar esto. Porque el pensamiento es esa devolución constante de algo que ha quedado por pensar o de algo que tenemos la necesidad de volver a pensar.
P.- ¿Qué tiene esta escuela de aprendices de transformador o novedoso?
R.- Lo que yo sentía que necesitaba aportar con este libro es esa mirada que por un lado desplaza la pregunta de cómo educar a cómo queremos ser educados. Es decir, salir de la mirada muy vertical y muy dirigista y monopolizadora de la vida y de los futuros de los demás, para construir una mirada desde la horizontalidad y desde la reciprocidad de los aprendices.
Y luego, situar la preocupación y el compromiso con la educación más allá de lo que son hoy los debates pedagógicos más estrictamente dichos. Estamos en un momento de mucho debate pedagógico, que también es ideológico y metodológico, y si reducimos todo el debate a esto, estamos perdiendo la ocasión de hacernos las preguntas que hoy necesitamos hacernos.
P.- ¿Cuál es la solución a esta situación?
R.- Más que una solución, necesitamos muchas soluciones y parte del peligro de los debates pedagógicos actuales es que cada uno piensa que tiene la solución. Seguramente haya problemas que tengamos que pensar colectivamente, pero el terreno de las soluciones es diverso, concreto y situado. Faltan perspectivas compartidas, y aquí está la aportación del libro.
Laura de Grado Alonso
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