El rock enérgico y disfrutón de Maneskin arrasa en el Mad Cool
Desde hace años cualquier eurofan tiene un as en la manga imbatible cuando alguien le dice que Eurovisión no sirve de nada y que solo suenan canciones destinadas a ser el tema más sonado en el chiringuito del verano. El triunfo de Maneskin en 2021 fue un soplo de aire fresco al certamen y servía para callar muchas bocas. Italia enseñaba que uno se puede tomar Eurovisión muy en serio, que se puede acudir con propuestas diferentes y con géneros que normalmente no aparecen en un certamen de estas características, donde los baladones, los medios tempos y las canciones pop con coreografía imposible de diva son la tónica general.
La banda italiana reventó Eurovisión y salió catapultada hacia una fama inmediata. Pocas veces un concursante de Eurovisión acaba convertido en un llenaestadios de primera línea, pero en tres años Maneskin ha logrado eso y hasta ser el cabeza de cartel de macrofestivales como el Mad Cool. No es de extrañar, su directo enérgico, juguetón y con un puntito erótico es infalible. Damiano y su banda son un rodillo y lo volvieron a demostrar en el recinto madrileño, donde les dejaron el escenario más grande y el sitio de honor para cerrar la jornada del viernes.
Como dijo Damiano, este era un concierto especial porque es la primera vez que son cabeza de cartel en España. En apenas hora y cuarto enseñaron por qué es más que merecido. A pesar de lo breve -demasiado- del concierto, Maneskin no solo no defraudó, sino que sedujo y arrasó. Puso a botar a la 1 de la mañana a decenas de miles de personas. Lo hicieron con un show que tienen testado y que es a prueba de bombas. A la gira en festivales se llevan una estructura de luces parecida a la de sus conciertos en estadios, y lo aprovechan en una setlist que disparan sin parar. En media hora se habían ventilado siete de sus éxitos.
Encadenaban una con otra con el carisma que les caracteriza, y encima chapurreando en un español con acento italiano. Porque hay que reconocer que además son una banda que derrochan sensualidad y sexualidad. Damiano apareció con bigote y una camisa atada de la que se desprendió en Mammamia provocando la locura de todos los presentes. Victoria, con un vestido de lentejuelas y sus continuas bajadas la foso; Thomas con sus apabullantes solos de guitarra y Ethan con esa coleta en alto que era un remolino hipnótico, le acompañaban en sus jugueteos. Todos tienen su momento para brillar. Las únicas paradas que hace el cantante son para otorgarles puentes instrumentales con los que la banda se luce.
Lo único que se les puede reprochar es que saben lo que funciona y apenas lo tocan. Su setlist lleva sin apenas variaciones más de dos años. Tampoco han estrenado canciones (solo el Honey (are you coming?) Que sí sonó en Madrid), y eso hace que el show, aunque impecable empiece a ser repetitivo (lo de subir gente con Kool Kids es un ejemplo perfecto). Es una banda que ganará cuando su repertorio se amplíe y haya más posibilidades de encontrar una setlist que pueda ofrecer sorpresas. Aquí hay lo que puede haber, de hecho en el bis se repite I wanna be your slave porque tampoco quedan muchas más balas en la recámara y mejor cerrar con un temazo que con bajona.
Maneskin era el broche de oro para una jornada que costó que se caldeara. Aunque el día estuviera destinado al rock, el Mad Cool tardó demasiado en coger ritmo, y no fue por la calidad de los conciertos. Black Pumas se confirmó como una de las sorpresas del panorama musical reciente con un concierto potente, donde su cantante, Eric Burton, se dejó la piel de forma casi literal. El sudor que caía sobre su frente bajo el calor de los focos y de la temperatura de Madrid era prueba de ello.
No le importó. Tampoco que la gente no respondiera como debía. Daba igual que fueran ya las 21:30 de un viernes de julio, el escenario principal del Mad Cool se quedó grande por espacio y frió por la poca entrega de buena parte del público. No fue justo, porque el concierto que entregó la banda de Texas fue vibrante, con esa mezcla de soul y funk que les hizo, además, ser una nota algo discordante en un día lleno de rock canónico como el de Sum 41, que pararon en Madrid con la que es su gira de despedida. Lo dijeron de nuevo en el directo y la gente les abucheó como signo de descontento, pero como ellos mismo dijeron, llevan 30 años en esto. “El mundo ya ha tenido suficiente de nosotros”.
Con ellos se notó por primera vez que la gente había ido allí a saltar, a pasárselo bien e incluso a hacer unos cuantos pogos. Esos que muchos no han hecho en su vida, pero que de repente descubren en el Mad Cool que son una forma estupenda de liberar la energía de la semana. Eran las 23:00 cuando Derrick Whibley pidió a la gente que se volvieran “un poco locos”. Lo hizo tras encadenar tres de sus principales éxitos Motivation, The Hell Song y Over My Head (Better Off Dead).
Sum 41 cumple con todos los requisitos del manual del concierto de rock: desde la primera canción hubo muchos 'fucks', fuego a tutiplén en el escenario, confeti, humo y vasos al aire, algo que es mucho pedir, porque cada vasito cuesta dos euros y la cerveza siete euros y medio, así que el despilfarro en nombre del rock and roll duele bastante. Pero la gente decidió que merecía la pena, porque era el primer momento de la noche en el que parecían pasárselo del todo bien. De alguna forma fueron los teloneros de Maneskin, que 30 años después vienen a refrescar el rock llenapistas con nuevas formas, menos testosterona, más ambigüedad, pero las mismas armas infalibles.
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