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China sigue de compras por la industria alemana pese a las barreras que pone Merkel

El primer ministro de China, Li Keqiang, junto a la La canciller alemana, Angela Merkel.

Aldo Mas

En la economía china, que no conoce la recesión desde 1976 y que el 2018 acabó con un crecimiento del 6,6%, abundan las empresas en fase de expansión y en busca de oportunidades. Bien lo saben en Alemania, país que acusa un fuerte shock después de que en los últimos años decenas de empresas germanas hayan caído en manos chinas.

Lo que hizo sonar las alarmas alemanas sobre el poderío del nivel adquisitivo chino fue descubrir que China en 2016 había invertido unos 11.500 millones de euros en adquisiciones de empresas germanas. Buena parte de esas compañías eran de alta tecnología. En 2015, las inversiones chinas en Alemania no llegaban a los 1.000 millones de euros.

En el diario económico Handelsblatt sitúan el principio de los problemas con China inmediatamente después de que la empresa del gigante asiático Midea se hiciera con el control de la firma de robótica germana Kuka gracias a una operación valorada en 4.500 millones de euros. Pocos vieron, según los términos del semanario liberal Die Zeit, “la oportunidad china” en esa compra. Es más, que en 2017 China se hiciera con otras 57 empresas alemanas – once menos que las adquiridas en 2016 – sólo podía levantar sospechas.

“Las inversiones chinas en Alemania son muy importantes, pero se entiende que haya un cierto miedo cuando afectan a tecnologías que son clave o que pueden resultar clave en el futuro, como puede ser el área de la robótica”, explica a eldiario.es Tomaso Duso, experto en mercados del Instituto Alemán para la Investigación Económica (DIW) de Berlín. “Además no se quiere tener sólo la tecnología sino toda la cadena de producción. Hay miedo de que tecnologías importantes puedan perderse en Alemania y en Europa”, añade.

La cumbre de la UE-China de esta semana se ha visto en Berlín como una prueba más de que “los días de armoniosas cumbres entre la UE y China han quedado atrás”, según editorializaba Ulrich Ladurner, una de las firmas de Die Zeit. Tampoco corren buenos tiempos para la relación entre Alemania y China.

“La desconfianza está ahí. China y sus empresas se comportan de manera agresiva en el mercado en lo que a las compras se refiere. Por otro lado, China promete que el mercado chino se abrirá a los inversores. Sin embargo, ésto es algo que aún no ha ocurrido”, dice a eldiario.es Angela Stanzel, experta en China del Instituto Montaigne, un think tank con sede en París. “La frustración alemana con china no es sólo algo político, afecta también lo económico, pese a los muchos negocios que tiene Alemania en China”, abunda Stanzel, investigadora afincada en Berlín.

De esa frustración daba cuenta precisamente ese documento hecho público por la poderosa Federación de la Industria de Alemania (BDI, por sus siglas en alemán) en la que dicha institución se mostraba en frontal oposición al modelo económico chino que ha llevado a compras como la de Kuka o adquisiciones más recientes como la del 10% del consorcio automovilístico Daimler, responsable de Marcas como Mercedes-Benz o Smart, que ha caído en manos de Li Shufu, el multimillonario dueño del fabricante de coches chino Geely.

“Entre nuestro modelo de economía de merado liberal, abierto y social y la economía de estado de China hay una competición de sistemas”, se leía en el documento de la BDI, publicado a principios de año. También de principios de este año data la puesta en marcha de la medida del Gobierno de la canciller Angela Merkel según la cual Berlín puede intervenir y frenar la entrada de capital extranjero en una firma alemana cuando sea igual o mayor al 10% del accionariado. La medida busca así proteger “infraestructuras sensibles”, según los términos del Ministerio de Economía germano.

Medidas contra china no reconocidas oficialmente

“Este tipo de medidas están dirigidas, sobre todo, a China. En ningún sitio pone oficialmente que es así porque se dice oficialmente que se trata de controlar las inversiones extranjeras”, según Stanzel. “Pero todo empezó con esas inversiones chinas de 2016. China nunca había invertido tanto en Alemania, especialmente en compañías que producían alta tecnología, como Kuka, algo que generó mucha preocupación”, añade esta experta, sin olvidar que los inversores extranjeros no pueden “invertir tan libremente en China como las empresas chinas sí pueden hacerlo en suelo europeo”.

Según datos de la agencia Bloomberg, China ha metido en Europa en forma de inversiones o adquisiciones algo más de 285.500 millones de euros en los últimos diez años. “El volumen y la naturaleza de estas inversiones, desde las que tienen lugar en infraestructuras clave en el este o el sur de Europa o en compañías de alta tecnología en el oeste [europeo] han hecho que salten las alarmas a nivel de la UE”, se lee en un informe de 2018 de dicha agencia titulado Cómo China está comprando su camino en Europa.

No en vano, Alemania ha estado en primera línea a la hora de lanzar iniciativas como el sistema de control europeo de las inversiones de terceros países en sectores estratégicos. A finales del año pasado se llegó a un acuerdo para que ese control sea posible. “Europa está abierta a los negocios, pero tiene que proteger sus intereses”, mantienen en el Consejo Europeo. A nivel nacional, Alemania ya ha dejado claro a las empresas chinas que no van tenerlo tan fácil como hasta ahora.

¿Dependencia de China?

Así, el pasado verano se agitó con éxito el veto desde la capital alemana ante las intenciones de Yantai Taihai, fabricante chino de herramientas para la producción de energía nuclear, de comprar la empresa metalúrgica teutona Leifeld. Con todo, Alemania sigue encontrando en China su mayor socio comercial fuera de la UE. Ni a Berlín ni a Pekín conviene tensar las cuerdas que les unen económicamente.

Además, hay que tener en cuenta que hay ámbitos tecnológicos en los que “las empresas europeas ya no pueden los prestar servicios al ritmo que se quiere, como ocurre con la red 5G”, comenta Duso, el investigador del DIW. Éste alude la quinta generación de sistemas de telecomunicaciones, una infraestructura para cuya construcción Europa se muestra dependiente de terceros países, como China.

“En Europa no hay tantas empresas que puedan hacer esta infraestructura, hay un par de empresas europeas que podrían hacerla pero no en las dimensiones que se pide. En Alemania, por ejemplo, las empresas de telecomunicaciones han dicho que no pueden construir al ritmo que los políticos les han dado. Por eso pueden acabar dependiendo de infraestructuras como la de Huawei”, abunda este experto.

Que Alemania y Europa acaben abrazando a la china Huawei en favor del 5G es algo que aún está por ver. En cualquier caso, en lo que respecta a la penetración del capital chino en Alemania, “lo que vemos últimamente es que el número de empresas alemanas con inversiones chinas o adquiridas por firmas chinas ha caído ligeramente”, comenta Stanzel. “Las compañías chinas actúan ahora con más cautela porque miran más dónde pueden tener más opciones de compra, mientras que, en el lado alemán, las autoridades se han puesto más duras”, concluye la experta del Instituto Montaigne.

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