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Cinco claves sobre por qué el empleo doméstico sigue siendo un punto negro de la economía sumergida

El 90% de las trabajadoras domésticas en España son mujeres

Ana Requena Aguilar

El secretario de Organización de Podemos, Pablo Echenique, mantuvo a un asistente en su hogar sin contrato y sin cotizar a la Seguridad Social, según ha publicado El Heraldo de Aragón. Según Echenique, el sistema “empuja a mucha gente humilde a participar en la economía sumergida”. Aunque la afiliación de las trabajadoras domésticas ha crecido significativamente en los últimos años –impulsada por un cambio legal para aflorar empleo en negro–, el empleo doméstico sigue siendo uno de los puntos fuertes de la economía sumergida.

Según los últimos datos, unas 435.000 personas están dadas de alta como empleadas del hogar. Las estimaciones de sindicatos y organismos como la Organización Internacional del Trabajo señalan que, al menos, hay 700.000 personas que trabajan en el sector. Es decir, como mínimo habría una bolsa de 170.000 empleos sumergidos que podría ser incluso mayor. Aunque los hogares que cuenten con una empleada doméstica menos de 60 horas mensuales no tienen obligación de formalizar un contrato, sí deben darles de alta en la Seguridad Social. No hacerlo implica cometer una ilegalidad.

1. Migrantes. Apróximadamente el 90% de las personas que trabajan en el hogar son mujeres y más de la mitad son migrantes. El desconocimiento de la normativa y de su situación legal abona el abuso que rodea al empleo doméstico. Tal y como recuerda CCOO, este sector es uno de los pocos en los que las personas migrantes encuentran un nicho de trabajo pese a las “condiciones de semiesclavitud” que muchas veces encuentran.

2. El hogar. El empleo doméstico, como indica su nombre, tiene una particularidad: tiene lugar en el ámbito privado, el hogar. Este hecho hace que tienda a quedar oculto y a que las personas que trabajen en él tengan más difícil unirse, asociarse o intercambiar impresiones entre ellas. A pesar de ello, cada vez son más las asociaciones y colectivos de trabajadoras que reivindican sus derechos. Por otro lado, la Inspección de Trabajo tiene más complicado hacer su labor, ya que el domicilio personal se considera inviolable. En otros casos, no obstante, asociaciones de empleadas domésticas han denunciado inacción por parte de la Inspección, a la que han denunciado abusos por parte de empresas dedicadas a ofrecer estos servicios.

3. Regulación reciente y cambiante. El cambio normativo más importante se produjo en 2012, cuando el Gobierno de Zapatero aprobó la integración de las empleadas del hogar en el Régimen General. Sin embargo, un año después el Ejecutivo de Rajoy introdujo cambios. Si uno de los logros fue que todos los trámites administrativos recayeran en los empleadores, el nuevo Gobierno volvió a dejar esa responsabilidad en las empleadas que trabajen menos de 60 horas mensuales. Simplificó también los tramos de cotización, lo que en la práctica implicaba aumentar el dinero a pagar a la Seguridad Social.

4. Sin todos los derechos. El Gobierno de Zapatero eliminó el régimen especial de trabajadores del hogar para integrar a estas trabajadores en el Régimen General de la Seguridad Social. Esos cambios legales dotaron al colectivo de más derechos y aumentaron las afiliaciones. Sin embargo, la equiparación de derechos no es total. Las empleadas del hogar no tienen, por ejemplo, derecho al desempleo. Tampoco pueden acudir al Fondo de Garantía Salarial (Fogasa) en caso de insolvencia de sus empleadores.

5. España no ratifica el convenio 189. España es uno de los países que no ha ratificado el convenio internacional de más relevancia en cuando a derechos laborales del empleo doméstico se refiere. El convenio 189 de la Organización Internacional del Trabajo busca ampliar la protección social y los derechos de las empleadas del hogar. Alemania, Italia, Suiza, Ecuador, Paraguay o Colombia son algunos de los países que sí han refrendado este convenio. Tanto las asociaciones de trabajadoras como los sindicatos han exigido a España que lo haga.

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