Hasta 40 minutos de espera para ir de pie en autobús al campus más grande de la Universidad pública vasca
Para llegar al campus de Leioa de la Universidad del País Vasco (UPV/EHU), que acoge a gran parte de los 35.000 alumnos que estudian en la universidad, hay tres maneras: el coche privado, autobuses contratados por grupos de alumnos provenientes de distintos puntos de Euskadi y Cantabria o el transporte público, que se basa exclusivamente en los autobuses Bizkaibus. Actualmente existen 25 distintas rutas de Bizkaibus (servicio de transporte público de Bizkaia) para llegar desde distintos puntos de la provincia. Las líneas más frecuentadas son las que unen los barrios de Bilbao con Leioa y, pese a que tan solo están a 15 kilómetros de distancia, viajar en esos autobuses, al menos en el inicio de curso, es toda una odisea.
Izar Lizarralde conoce bien la situación después de haberla vivido durante sus años como universitaria. Lizarralde vive en el barrio de Santutxu y viaja cada día a la universidad en el autobús de la línea 2321. El problema es que, para cuando el autobús llega a su parada, como pasa por otros barrios antes de llegar, generalmente siempre va lleno y tiene que esperar al siguiente para poder entrar. “Por la mañana ir en autobús es insufrible. Llego a la parada a las 08.00, entrando a las 09.00 a clase aunque el trayecto sea de 20 minutos. Sobre las 08.10 pasa el primer autobús, completamente lleno, que ni siquiera para. Unos minutos más tarde pasa otro y entran de cuatro a diez personas, depende de cómo nos apretemos, pero sigue quedando gente en la parada y, a veces ese segundo autobús va tan lleno que tampoco para y hay que esperar a un tercero. Eso pasa todas las mañanas y sobre todo al inicio de curso. Hay días que he llegado hasta 15 minutos tarde a clase aunque llegue una hora antes a la parada de autobús”, denuncia la joven, que confiesa tener que esperar entre media hora y cuarenta minutos para lograr entrar en un autobús.
“Otro de los problemas que tenemos es que no hay marquesinas, por lo que tenemos que esperar en la calle días de lluvia y de mucho frío a esas horas de la mañana. Está muy mal planteado. Necesitamos marquesinas y más frecuencia de autobuses. Si se necesita un autobús cada 10 minutos para que la gente pueda ir cómoda, debería ser posible, porque por mucho que quepamos en un tercero o cuarto autobús, la mayoría vamos como sardinas en lata, algo que no es viable si pensamos en la seguridad vial”, lamenta. Lizarralde ha llegado a escribir quejas a Bizkaibus y hasta al propio Ayuntamiento de Bilbao para denunciar la situación que vive cada día, pero por el momento, no ha recibido respuesta.
Hay cinco líneas de autobuses que parten desde los distintos barrios de Bilbao hasta la universidad: el 2318, que sale desde Termibus, en San Mamés, el 2314 y el 2324, desde Abando, el 2312 desde Zabalburu y el 2321, desde Santutxu. También pasan por el centro de Bilbao los autobuses procedentes de Basauri, Barakaldo, Getxo y Erandio, sin embargo, estos últimos, al menos en hora punta, no suelen aceptar pasajeros más pasajeros, debido a que llegan llenos desde allí. La mayoría de los que parten desde la ciudad cuentan con una frecuencia de entre 20 y 30 minutos.
Desde la Diputación de Bizkaia, institución responsable de Bizkaibus, explican que “no se trata de un colapso” de pasajeros, pero confiesan es algo que “ocurre cada año”. “Las primeras semanas, sobre todo en horas punta, siempre hay más movimiento de gente debido al inicio académico, pero es algo que en octubre no pasa tanto, ya que suele haber menos pasajeros. Solo ocurre al inicio de curso. El servicio de Bizkaibus a la universidad lleva existiendo desde que se creó la UPV/EHU, es el único transporte público que llega y siempre hemos detectado esta situación, por eso hemos puesto autobuses de refuerzo por las mañanas, porque por las tardes los estudiantes van bajando a distintas horas”, explican a este periódico fuentes de la Diputación, que confirman que hay mañanas que cuentan con tres autobuses de refuerzo si los conductores ven que la situación se descontrola.
Sin embargo, el problema no desaparece por las tardes ni durante el resto del año. Ana Bernal es profesora adjunta en la Universidad del País Vasco (UPV/EHU) y más allá de tener que llegar con tiempo cada mañana a la parada cada vez que tiene que ir a trabajar, por las tardes, a la salida, denuncia que le ocurre exactamente lo mismo. “Uso el transporte público porque no hay ninguna otra opción y, lo cierto es que los autobuses van llenísimos. Solemos ir de pie por las tardes, yo, en ocasiones he llegado a ir contra la luna delantera. Por las mañanas, aunque llegue temprano a la parada hay veces que me tengo que quedar en tierra junto a otras 10 o 15 personas porque esta lleno y cuando tengo clase termino empujando a la gente porque no puedo faltar a clase, soy la profesora”, sostiene Bernal.
“Es una vergüenza. Los alumnos tienen descuentos, pero los trabajadores de la universidad pagamos 1,20 euros por cada trayecto. Por ese dinero ir de pie, hacinada, que si el autobús pega un frenazo nos vamos todos al suelo, porque es un autobús que va un tramo por la autopista, realmente no merece la pena, pero los que no tenemos coche no tenemos otra opción para llegar a Leioa”, reconoce la profesora, que insiste en que se trata de una situación que se repite a lo largo del curso y que empeora en julio, ya que con el horario de verano se reducen autobuses. “Cada verano la situación empeora mucho, porque habrá alumnos que terminen en mayo, pero muchos otros siguen viniendo en junio y julio, y los trabajadores tenemos que seguir yendo a nuestros puestos de trabajo”, critica.
Xabi e Iker acaban de empezar la universidad y, pese a tener carnet de conducir, llevan desde la primera semana de curso cogiendo el autobús desde Termibus. Según confiesan, el primer día fueron alertados de las dificultades para llegar en transporte público. “Nos avisaron de que teníamos que llegar con tiempo y nos sorprendió, pensábamos que estaban exagerando, pero era cierto. Con el descuento del transporte por ser estudiante y con el nuevo que ha puesto el Gobierno nos sale muy barato, mucho más que llevar el coche cada día, pero es un servicio que deberían mejorar”, asegura Iker.
Mientras, autobuses repletos de estudiantes van pasando de largo sin siquiera parar a intentar recoger a los más de veinte pasajeros que forman una fila que aumenta por minutos como si de un goteo constante se tratase. Es el último martes de septiembre y la lluvia, un poco más tarde de lo habitual, ha llegado a Euskadi. Poco sorprendidos, miran al autobús verde a su llegada a la parada, pero no hacen amago de moverse. Saben que en ese tampoco van a montar. “Dudo que llegue a tiempo para la primera clase, habrá días en los que no importe mucho, porque los profesores nos entienden y nos dejan pasar, pero cuando haya exámenes tendremos que ir bastante antes a la uni si queremos llegar a tiempo”, explica Marta, tras ver pasar el segundo autobús desde que ha llegado a la marquesina de Termibús.
Desde dentro, un conductor mira a un lado y a otro buscando comprensión por parte de los que esperan para entrar. “Yo poco puedo hacer. Ahora vendrá otro autobús, este está lleno”, argumenta tratando de calmar los ánimos. Según explican los usuarios, las aglomeraciones eran aún más preocupantes después del confinamiento por coronavirus. “Ahora estamos mal, pero cuando los contagios de COVID-19 eran muchos más, daba miedo estar tan pegados. Mucha gente dejó de ir en autobús a la universidad porque le daba miedo contagiarse”, explica otra estudiante que espera la llegada de su autobús en Termibús. La queja de los estudiantes llegó en aquel momento a las Juntas Generales de Bizkaia, después de que EH Bildu pidiera la comparecencia del diputado foral de Transportes, Miguel Ángel Gómez Viar, y Elkarrekin Podemos realizara una pregunta oral sobre el aforo de los autobuses a la UPV/EHU y al aeropuerto en octubre de 2020.
Durante una comisión de Transportes y Movilidad, celebrada ese mismo mes, Gómez Viar defendió que “ningún autobús va a tope y aunque fuera así, es legal” para justificar que en el transporte público no se había producido ningún foco de coronavirus. Con el fin de la alerta sanitaria, estudiantes y profesores esperaban encontrarse con un mejor servicio. “Era algo que esperábamos que ocurriera, pero veo que no. La única forma de que nos hagan caso es quejándonos y así seguiremos”, confiesa Marta, quien ha llamado en varias ocasiones a Bizkaibus para mostrar su descontento con el servicio, pero ante la negativa de la empresa a emitir alguna respuesta ha optado por quejarse en sus redes sociales.
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