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Viento del Norte es el contenedor de opinión de elDiario.es/Euskadi. En este espacio caben las opiniones y noticias de todos los ángulos y prismas de una sociedad compleja e interesante. Opinión, bien diferenciada de la información, para conocer las claves de un presente que está en continuo cambio.

Agur, lehendakari

Consejero de Cultura y portavoz del Gobierno; exdirector de Comunicación de Ardanza
José Antonio Ardanza, en un Alderdi Eguna en las campas de Salburua de Vitoria
9 de abril de 2024 07:31 h

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Al lehendakari José Antonio Ardanza le gustaba recordar los paseos que, siendo un niño de seis o siete años, daba con su padre por el monte Intxorta, cerca de su Elorrio natal. Nos relataba las historias de guerra que su padre le contó y nos describía con memoria fotográfica los restos de alambradas destruidas y de socavones y trincheras que, a pesar del paso del tiempo transcurrido, nadie había retirado de aquellas laderas que entre 1936 y 1937 fueron el escenario en el que se desarrollaron las batallas de Intxorta, entre las tropas sublevadas y el Ejército Vasco, compuesto por milicianos de todas las ideologías y derrotado pese a su lealtad a la democracia. Ahí le gustaba ver el origen de su ideología política y de su compromiso militante con el Partido Nacionalista Vasco.

Ardanza pertenece a aquella generación de hombres y mujeres nacida en torno a la Guerra Civil que padeció la dictadura franquista, se comprometió con la lucha por las libertades, militó en múltiples causas, se ilusionó con la llegada de la democracia y trabajó por recuperar el autogobierno vasco y reedificar sobre su suelo las instituciones vascas. Fue elegido alcalde de Arrasate-Mondragón en las primeras elecciones municipales democráticas y diputado general de Gipuzkoa en 1983. Lehendakari de Euskadi entre 1985 y 1999, siempre actuó en su vida política e institucional desde una concepción humanista y demócrata de la política, basada en la dignidad de la persona, la libertad y el respeto a los derechos humanos.

Al lehendakari le tocaron años muy complicados. Basta con recordar la situación de crisis general que el país vivía en los ochenta para entender las dificultades a las que él y sus primeros gobiernos tuvieron que hacer frente. La política institucional y partidaria vivían momentos de tensión y bloqueo general. La convivencia estaba amenazada por la violencia terrorista de ETA y aún eran patentes los efectos de la violencia ilegítima que el Estado y sus cloacas habían protagonizado en nuestro país. La propia democracia estaba cuestionada por algunos poderes. La economía, en situación crítica. La industria, desmantelada. El desempleo llegaba al 25% de la población en algunas comarcas. Había bolsas de pobreza y marginación importantes en la sociedad. El compromiso con la democracia y la ilusión por recuperar el autogobierno fueron la principal inspiración de quienes asumieron el reto de fomentar la convivencia en nuestra sociedad, impulsar la actividad económica y el empleo y modernizar nuestro país. Ardanza obtuvo al final de su mandato el reconocimiento mayoritario de la sociedad vasca, que apreció el esfuerzo y los logros obtenidos.  

Han pasado veinticinco años desde que en 1999 Ardanza abandonó la Lehendakaritza. Durante todos estos años han sucedido muchas cosas en nuestro país, algunas intensamente anheladas por el lehendakari, como el final de la violencia de ETA y la posibilidad de mirarnos a los ojos y decir en libertad lo que pensamos sobre el pasado y sobre lo que querríamos para el futuro. Algo que parecía lejano y casi imposible. Algo a lo que Ardanza dedicó la mayor parte de su tiempo mientras fue lehendakari. Fue duramente criticado por quienes desde el país amenazaron durante décadas nuestra convivencia y cuestionaron la legitimidad de nuestras instituciones. Creo que un vistazo al país que vivimos hoy y al bienestar del que disfrutamos son la mejor demostración de que las apuestas que José Antonio Ardanza y quienes asumieron el liderazgo de nuestro país en aquellos difíciles hicieron fueron las acertadas.

El lehendakari Ardanza siempre militó en el Partido Nacionalista Vasco. No siempre fue sencilla la relación de bicefalia entre quienes lideraron los órganos del partido y él, que sin renunciar a su compromiso militante, debía también dar respuesta a su responsabilidad institucional. Sucedió en su época de diputado general en Gipuzkoa, y en la de lehendakari. He sido testigo de su lealtad al PNV y de su compromiso ideológico y militante. Y siempre he percibido el respeto, el aprecio y el cariño que el partido, militantes y dirigentes, han tenido por él, por encima de lógicas diferencias. Como nos decía, “nosotros pasamos, el partido seguirá”.

No sería justo finalizar esta reseña sin un admirado recuerdo para su inseparable compañera y amiga Mari Glori. Lo que Ardanza ha supuesto para nuestro país no hubiera sido posible sin ella. Eskerrik asko bioi. Besarkada lehendakari eta mila esker zure lanagatik eta zure adiskidetasunagatik.

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