Viento del Norte es el contenedor de opinión de elDiario.es/Euskadi. En este espacio caben las opiniones y noticias de todos los ángulos y prismas de una sociedad compleja e interesante. Opinión, bien diferenciada de la información, para conocer las claves de un presente que está en continuo cambio.
González-Ruano, un rufián con premio(s)
Las policías políticas de la Italia fascista y de la Alemania nacionalsocialista convinieron en dos cosas de muy distinto calibre. Una era marca del sistema totalitario, la otra una apreciación puntual de un señor singular. La primera coincidencia fue perseguir y aniquilar a quienes pensaban de forma diferente o, sin más, veían como diferentes, de comunistas a judíos pasando por socialistas u homosexuales. La segunda fue contemplar a César González-Ruano, faro del periodismo español que ejerció su profesión en Berlín, Roma y en el París ocupado entre 1933 y 1943, como un personaje imposible de planchar de tantas dobleces que vestía. La policía italiana ofreció una semblanza suya impagable: Ruano era “un sujeto equívoco y sospechoso al máximo grado, que por dinero es capaz de las traiciones más elementales, que se vende al mejor postor, que a cambio no da la menor garantía de sus acciones, que admite cínicamente ser un oportunista”. No mejor parado salió en los informes nazis: “poco fiable”, “inconsistente”, era “un dañino aventurero que se hacía pasar por marqués, fue subvencionado a lo grande por el Ministerio de Propaganda y se marchó de Berlín a la estampida dejando atrás grandes deudas”.
¿Qué había hecho Ruano para concitar la unanimidad de unos servicios represivos fijados con la persecución de enemigos políticos y de raza? Espigando en el inventario de sus delitos, ahora sabemos que se dedicó al tráfico de salvoconductos para judíos desesperados por escapar de la Francia ocupada hacia España, quién sabe si enredándolos en una muerte segura. Lo hizo por dinero -de algún modo tenía que financiar su tren de vida y su obsesión por las joyas-, pero también por convicción. Sus diatribas antisemitas replicaban a las de quienes fueran sus pagadores, los nazis. Ahí están para el cotejo sus colaboraciones periodísticas entre 1936 y 1943, por lo demás convenientemente purgadas de sus obras completas, aunque a tiro de click en la hemeroteca del diario ABC, del que fue corresponsal. Por eso, tal vez, ocupar viviendas de varios judíos no representó un obstáculo para su conciencia. La venta de documentos no fue el único tráfico que cultivó. Hizo lo propio con obras de arte propiedad de judíos que se encontraba en los domicilios que 'okupaba' legalmente, que en lugares y circunstancias como las de Berlín y el París bajo la bota nazi no era ningún oxímoron. Fue un maestro del 'sinpa', de largarse antes de saldar sus deudas. En 1942 acabó con sus huesos en una cárcel parisina durante casi tres meses (“No fue por robar relojes, claro está”, dejó abierto en sus memorias), pero salió indemne. No perdió el tiempo para ganarse el favor de sus captores. Tras su excarcelación delató ante la Gestapo a sus compañeros de celda. Una vez liberada Francia, fue condenado en ausencia a 20 años de trabajos forzados por “inteligencia con el enemigo” (léase colaboración con los nazis), y declarado en “estado de indignidad nacional”. Tuvo suerte, porque no llegó a coger ni una carretilla; tuvo premio.
Estos y muchos otros truculentos detalles sobre sus correrías y vilezas por la Europa totalitaria de aquellos años los pueden encontrar, magníficamente documentados y narrados, en el libro de Rosa Sala Rose y Plàcid Garcia-Planas 'El marqués y la esvástica', próximo a aparecer en la editorial Anagrama. Es el fruto de varios años de pesquisas en más de 20 archivos europeos diseminados por ocho países diferentes.
A Ruano, decíamos, le sonrió la fortuna. Arrogarse el derecho de estafar y mercadear con obras de arte y propiedades de judíos estomagó hasta a los nazis, ellos que se empeñaron en la misión de forma minuciosa y sistemática, sólo que a una escala infinitamente mayor; ellos, que no podían tolerar el intrusismo de un piratilla 'freelance' y ventajista que anteponía su yo a los intereses de la “comunidad nacional”. Su malformación moral apenas le ocasionó contratiempos en la vida. ¿Hay prueba más elocuente de su catadura que el haber sido encarcelado por delincuente por quienes hicieron de la inmoralidad su principio rector?; ¿qué confianza merece un individuo que deja sin abonar (y no fue un despiste) una deuda con la pediatra que atendió a su hijo en Berlín?
Ruano ha seguido teniendo premio hasta ayer mismo, el que con su nombre concedió anualmente desde 1975 la Fundación Mapfre al mejor artículo escrito en español para continuar alimentando su memoria y, de paso, su leyenda. Gracias al exhaustivo trabajo de Sala Rose y de Garcia-Planas conocemos mejor los vaivenes de Ruano durante esa década crucial para la historia de Europa; de quien fuera un antisemita, un estafador, un chivato de los nazis que violó el código deontológico de todo periodista poniendo su pluma al servicio de los aparatos de propaganda alemán e italiano.
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