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El Gobex Monagus quiere más circos

Mario Solo

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Los consejeros del gobernador Monagus, oh Viriato, estaban jugando con infantil candor al corro de la patata en el patio del conventual santiaguista. Entonces, el Pérfido Carrón fue a comprar un puñado de chinchetas y las tiró por el suelo para chinchar a los suyos cuando hicieran sentaditas. En viéndole esa reprobable actitud, Flavia Trinidad, que sabía latines, dijo:

-Quosque tamden abutere, Pérfido, patentia nostra?

El Pérfido Carrón huyó mientras ideaba nuevas acciones propias de su condición.

En estas, debía ser la hora tercia, les mandó llamar Gobex Monagus desde sus aposentos, que están en el piso de arriba, según te he contado ya antaño, oh Viriato.

-He pensado que es tiempo de hacer otro circo, dijo Gobex Monagus, de manera que, venga, que vuelvan los cómicos, que venga la Velasco, que torne el Gurruchaga, el Loquillo, el Robe… ea, llamad al de los circos y que lo organice todo y si alguien protesta, que le pegue cuatro voces y le llame fascista. He dicho.

-Pero amado Gobex, ya no nos queda en las arcas ni un denario para las viejitas de la guerra, dijo alguien por lo bajini.

-Eso lo arregla el Gran Recaudador Clemente Cheque subiendo el canon del agua, ¿verdad que sí Clementín?

El Gran Recaudador se mesó las cabellos y buscó alguna excusa para no hacer tanto circo puesto que las arcas imperiales estaban exhaustas de tanto fasto y esplendor vivido. Se le ocurrió por ello una añagaza:

-Amado Gobex si hacemos más fastos vendrá la plebe de los campamentos e incluso se acercarán los coletas para hacernos burla.

-¡Joder qué tropa¡ Ahora mismo, Juan el Joven vuela a la civitas mora de Badajoz y trae ante Nos al prefecto Germán con sus guardias y centuriones, que se van a enterar estos de la plebe.

Juan el Joven echó a correr, como en él es costumbre, y tornó a la hora nona ante el gobernador Monagus:

-Gobex que dice el prefecto Germán que no puede venir por ahora que está muy atareado haciendo unas risas con el edil Astorga.

Quedose pensativo el Gobex. Una furtiva gota de sudor cristalino surcaba su frente mientras ideaba nuevas estrategias para el duro invierno.

- Pues entonces, entonces, a ver qué haremos, a ver … ya lo tengo, vamos a ir al palacio de los senadores de Fernando Pomelo, que ya es tiempo de llevar allá nuestros cuarteles de invierno y hacer unos teatrillos. Ainda mais, tengo que vigilar al oliventino que me dicen que se está poniendo levantisco.

Salieron todos al paso ligero y ¡por fin¡ pude sacar mi cuero cabelludo del ficus que me ocultaba, todo dispuesto a encaminar mis pasos a la casa de los senadores con objeto, oh Viriato, de contarte las intrigas y teatrillos que allá organicen estos imperialistas y veas tú la mejor manera de librarnos de su yugo y opresión.

(Continuará)

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