La Europa fortaleza es la Europa de la vergüenza
Europa está a punto de ratificar el Pacto Europeo de Migración y Asilo, un pacto que no va a evitar que los movimientos migratorios sigan existiendo si no que va a hacer que las personas migrantes migren con mayor indefensión, que las rutas migratorias sean aún más largas y tortuosas y que Europa no tenga tan a la vista el drama migratorio. Lo que no se ve, no existe, deben pensar algunos. Un pacto que nos sitúa al nivel de las políticas más 'trumpistas', aquellas que encerraban a niños y niñas en jaulas en la frontera sin ninguna compasión.
El pacto de la vergüenza no va a frenar la llegada de miles de personas que huyen del hambre, la miseria y la violencia en sus países, pero va a convertir a Europa en una fortaleza más inhumana donde ni siquiera las personas que huyen por estar amenazadas de muerte van a encontrar asilo.
El fenómeno migratorio ha existido, existe y existirá independientemente de lo duro y difícil que sea, porque la realidad de muchas personas en sus países de origen es terrible y desoladora y prefieren arriesgar sus vidas cruzando mares y desiertos a quedarse en lugares donde su vida y su futuro pende de un hilo.
Plantear un pacto migratorio donde se criminaliza a las personas migrantes considerándolas delincuentes y abandonando a su suerte a personas cuyo único crimen ha sido querer entrar en Europa de manera irregular es asumir el planteamiento de la extrema derecha. Una extrema derecha a la que no le sobran los inmigrantes precisamente, pero son los que los quieren sin papeles, sin derechos, para poder seguir explotándolos impunemente en la obra, en la restauración, en el campo o atendiendo a sus familiares dependientes en condiciones de esclavitud.
Aún hay personas que piensan que existen vías legales y seguras para llegar a Europa y que quien paga por arriesgar su vida en un cayuco lo hace por vicio. La realidad es que entrar desde África por vías legales es un imposible. Los visados para poder emigrar no existen, y cuando uno toca ya tierra firme se encuentra con que pedir asilo es otro imposible. La actual ley de extranjería es una ley que condena a vivir en los márgenes a las personas inmigrantes, es una ley racista que un gobierno progresista no debería permitir ni un minuto más.
Desde hace unos meses la realidad de la migración ha sacudido a nuestra comunidad con la llegada de cientos de personas procedentes de la ruta canaria. Una comunidad que está más acostumbrada a despedir en el andén a los suyos porque van a buscarse un futuro mejor fuera, que a acoger a cientos de personas que saben que aquí, con todas las privaciones y dolores que supone estar lejos de casa, es el mejor lugar donde pueden estar.
La llegada de los “chicos del albergue” (de 200 pasamos a casi 800 en unos meses) nos ha mostrado a muchas personas las costuras de un sistema de acogida y asilo que no sólo no funciona, sino que es profundamente racista.
Hace escasos dos años nos volcamos con la llegada de las personas procedentes de Ucrania. La administración se volcó en dar acogida y asilo de calidad a estas personas que huían de la guerra en su país. Incluso se organizaron casas de acogida para las mascotas que estas personas traían consigo. Nos sentimos muy orgullosas de nuestro país y de la solidaridad de gran parte de la ciudadanía pero escasos años después a chavales que huyen del hambre, la miseria, la pobreza y también la guerra les despojamos de derechos tan básicos como el derecho a asilo, además de hacinarlos en grandes centros de acogida donde muchas veces falta hasta la comida. Centros donde se encuentran menores a los que no se reconoce su minoría de edad y se vulneran sus derechos como menores. Lo único que diferencia a unos y a otros es el color de piel, se diría que el diferente trato que reciben obedece a un racismo institucional profundo.
Las políticas de extranjería dejan mucho que desear, pero en vez de avanzar hacia un mayor respeto a los derechos humanos, una mayor integración para fortalecer la sana y rica convivencia multicultural, vemos como las políticas van encaminadas a convertir a Europa en una fortaleza donde seguirán llegando miles de personas migrantes pero lo harán en peores condiciones si cabe, donde seguirán muriendo también miles en el mar mientras Europa mira hacia otro lado.
España no puede firmar este pacto de la vergüenza, no en nuestro nombre, porque todas las personas merecen los mismos derechos.
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