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Tres lustros de malas noticias económicas y empresas malvendidas con Feijóo al volante de Galicia

Feijóo celebra la fusión de Caixanova y Caixa Galicia con sus directivos, en 2010

José Luis Estévez

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Hace 15 años Galicia sufría como el resto de España los embates de una grave crisis económica pero sin duda que contaba con condiciones mucho mejores de las que conserva ahora para afrontar esa crisis o para emprender un período de crecimiento sostenido de su economía. Entonces había tres entidades financieras de capital autóctono (Caixa Galicia, Caixanova y Banco Pastor) y, además, existía un entramado empresarial enraizado en la comunidad autónoma que en los años posteriores, por diversas circunstancias, ha ido desapareciendo.

 Empresas emblemáticas como Pescanova (que tuvo que ser refundada) o el astillero Barreras sufrieron procesos de quiebra y también acabaron cayendo en manos foráneas, como ocurrió también con Novacaixagalicia y su adquisición por el grupo venezolano Banesco. Casi siempre se trata de grupos con músculo financiero que aprovechan condiciones muy favorables para hacerse con empresas que podrían haber tenido un futuro muy distinto si el empresariado local hubiese podido adquirirlas. 

Una de las cosas que suceden cuando no existe ningún tipo de vinculación de la propiedad de las empresas con el territorio ha podido verse en Galicia con la planta de aluminio de Alcoa en Cervo. La planta está paralizada por ahora hasta el año próximo, después de un largo conflicto que casi acaba con la única planta industrial productora de aluminio de España, de cuya actividad depende en buena parte la economía de la Mariña lucense y cuyo futuro todavía se presenta incierto. 

Tampoco en los astilleros ha habido buenas noticias en los últimos años, más allá de los contratos de Defensa para Navantia en Ferrol. En la precampaña de las elecciones autonómicas de 2012 Núñez Feijóo anunciaba una alianza de la Xunta con el grupo mexicano Pemex, que iba a garantizar una importante carga de trabajo para los astilleros gallegos, especialmente Barreras. El acuerdo resultó un fiasco y Barreras (que llegó a ser el mayor astillero privado de España) aún afronta una situación de grave crisis después de una quiebra y de diversas operaciones de venta de su accionariado, en el que la propia Pemex llegó a disponer del 51%. 

Lo cierto es que, salvo para este tipo de operaciones en las que los inversores de fuera aprovechan una ganga, como ha ocurrido en diversos sectores en los últimos años, no parece que Galicia sea un territorio atractivo para la inversión extranjera. El año pasado el volumen total de inversión extranjera bruta apenas alcanzó los 172 millones de euros (un 22,9 % menos que en 2021) y sólo otras dos comunidades, Cantabria y Extremadura, registraron una inversión menor. El dato no es flor de un año. Entre 2018 y 2022 la media de la inversión extranjera en Galicia ascendió tan solo a 255 millones de euros , lo que supone un pírrico 0,7 % de la inversión foránea registrada en el ámbito estatal. Para dar una idea del escaso nivel de inversión extranjera en Galicia cabe señalar que en 2022 la comunidad con mayor volumen recibido fue Madrid (17.226 millones) seguida por País Vasco (5.512) y Cataluña (3.883). 

Inversiones “colonizadoras” de alto impacto

Xavier Vence, catedrático de Economía Aplicada de la USC, señala que, salvo en casos en que la adquisición foránea sea la única garantía de viabilidad para las empresas y los puestos de trabajo, este tipo de operaciones que se están registrando en Galicia tienen consecuencias negativas. “En primer lugar porque si siguen operando se expulsan los beneficios generados en forma de dividendos a otro país, además se pierde capacidad de decisión y, por último, se reduce la vinculación con la economía del país y también se reducen los equipos técnicos y de dirección”, explica. 

En su opinión, una economía controlada desde el exterior se convierte en “acéfala”, con escasa capacidad de acumulación y transformación y con dificultades para diversificarse hacia especializaciones de mayor potencial innovador. “Además –concluye Vence– las adquisiciones se centran en algunos casos en empresas que explotan recursos naturales y energéticos, con lo que reproducen un patrón de colonización de nuestros recursos para abastecer industrias transformadoras de otros países, dejando un gran impacto ambiental en nuestros montes, ríos y rías”. 

Sin embargo, hay quien no ve tanto problema en que lleguen empresas de fuera a adquirir compañías de capital gallego. El presidente de la Confederación de Empresarios de Galicia (CEG), Juan Manuel Vieites, indica que este tipo de operaciones son comunes en un mundo cada vez más globalizado y lo importante es que haya un acuerdo entre las distintas partes para “salvaguardar el mantenimiento de la actividad de la empresas en un momento en el que no podemos permitirnos el lujo de perder estructura productiva”. Lo que si considera preocupante Vieites es la caída de la inversión extranjera bruta en Galicia registrada el año pasado y señala que hace falta insistir en la captación de inversión “para el desarrollo de proyectos de nueva implantación, especialmente vinculados a los cambios y retos que tenemos por delante”. 

Por su parte, Fernando González Laxe, expresidente de la Xunta y catedrático de Economía Aplicada de la UdC, explica que el inversor extranjero suele buscar la captación de mercados ya maduros en los que esté contrastada una rentabilidad y que tenga actividades con opciones de posicionarse con éxito en los mercados globales. “Cuando los empresarios gallegos deben acometer una nueva fase de desarrollo requieren de capital y tecnología. Al no disponer de esos elementos por el predominio de las microempresas deben de elegir entre apoyarse en inversores ajenos, cotizar en bolsa para captar capital o aliarse con otras empresas. En ese momento los inversores extranjeros entran en juego y suelen invertir en las actividades vinculadas a recursos naturales. Posteriormente, han llegado también inversiones en las actividades comerciales y de logística y, más recientemente, en las relacionadas con los procesos de transición ecológica y digital”, explica González Laxe. 

“No malvender el país”

Respecto a la influencia que supone la ausencia de un sector financiero propio para afrontar situaciones de crisis y promover el desarrollo empresarial, Vence señala que Escotet (presidente de Banesco) “hizo el negocio del siglo al comprar a precio de saldo unhas entidades rescatadas con 9.000 millones de euros de todos nosotros” y apunta que su estrategia no pasa por el desarrollo de Galicia, por lo que “si queremos tener una palanca financiera propia para sostener la capacidad inversora a largo plazo, habría que crear una Banca Publica”. 

González Laxe no va tan lejos pero considera que contar con entidades que tengan capital gallego sería muy beneficioso para la comunidad autónoma ya que permitirían que las decisiones se tomasen en Galicia y con un mayor conocimiento de la realidad socio-económica del país. En su opinión, que la inversión extranjera directa sea menor en Galicia que en el conjunto de España puede estar relacionado con el hecho de no contar con este tipo de entidades en la actualidad. Vieites, por su parte, asegura que los bancos que asumieron los activos de las antiguas cajas y del Banco Pastor siguen manteniendo una fuerte vinculación con Galicia y apunta también que la financiación de los proyectos empresariales depende, fundamentalmente, del análisis de viabilidad y de los riesgos que conlleva el propio proyecto. 

Con este panorama en el que las empresas foráneas cada vez muestran más interés por comprar bueno, bonito y barato en Galicia parece necesario tomar medidas para tratar de que este fenómeno (seguramente imparable) no tenga las peores consecuencias para el tejido productivo gallego. González Laxe tiene muy claro cuál es la primera medida a adoptar, “no malvender el país”. 

En esta línea indica que Galicia cuenta con tres elementos básicos de futuro; posicionamiento geográfico, recursos energéticos y agua. El futuro pasa por cuidarlos y buscar la mayor eficiencia en su uso para contribuir al bienestar de los ciudadanos. “Dejar estos elementos en manos de multinacionales, fondos de inversión o capital foráneo impediría un aprovechamiento integral que garantice potenciar las economías de escala y de aglomeración. Si fuéramos capaces de poseer en Galicia una política industrial y energética pactada entre todos, daríamos un gran paso adelante”, concluye el expresidente de la Xunta. 

Xavier Vence, por su parte, insiste en que la mayoría de las empresas extranjeras que invierten en Galicia contribuyen poco a dinamizar y diversificar nuestra economía e incluso “en algún caso compran para después cerrar empresas que eran competidoras en sus mercados”. Por eso considera necesario atraer proyectos de nuevo cuño pero que consoliden los que ya habían nacido en Galicia y contar con palancas financieras “si hace falta públicas” que garanticen impulso para las expansiones y procesos innovadores. En todo caso, apunta que si no hay un cambio en las políticas respecto al escenario actual será imposible conseguir estos objetivos.  

Expectativas eólicas

Como puede observarse, los expertos concluyen que será muy difícil que este tipo de operaciones no se sigan produciendo en los próximos años en Galicia y tampoco se ven claras expectativas de que nuevos proyectos empresariales, que aporten valor añadido y empleo a la economía productiva en Galicia vayan a apostar por instalarse en nuestro territorio. Ejemplos como el de Citroën (hoy grupo Stellantis) que llegó a Vigo a finales de los años 50 para acabar construyendo todo un sector industrial auxiliar a su alrededor y generar miles de empleos en Galicia no parece que vayan a repetirse en los próximos años. 

A lo largo de los últimos tres lustros ha habido numerosas iniciativas (varias amparadas desde la Xunta, como la propia operación Pemex) que apuntaban a levantar grandes proyectos empresariales para generar riqueza y empleo en la comunidad autónoma. Después de muchos fiascos ahora las expectativas se centran en el desarrollo de más de 80 parques eólicos que sumarán 2.400 millones de inversión. Está por ver que las expectativas se cumplan y que los parques respeten el medioambiente y no contribuyan a generar más problemas que soluciones. Claro que aquí el capital extranjero, con empresas como la italiana Enel o la lusa EDP (con alta presencia de capital chino en el accionariado) sí que se han interesado por invertir en Galicia. Sin duda que los recursos naturales gallegos siguen despertando atractivo para la inversión, la duda es saber si esto es lo que más interesa a la propia Galicia. 

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