Las salas de consumo de drogas controladas están salvando la vida de los adictos en Europa
Jørgen inhala con fuerza cuando la aguja penetra la vena y exhala cuando la heroína llega a su torrente sanguíneo. Sus ojos se abren con un brillo de entusiasmo teñido por un profundo gesto de desaprobación.
En toda Europa, cada día miles de personas llevan a cabo este mismo ritual. Cientos de ellas lo harán, como Jørgen, en una habitación especialmente diseñada para el consumo de drogas. Pero ninguna de estas habitaciones está en el Reino Unido, donde los adictos a las drogas quedan relegados mayormente a callejones, casas donde se vende crack y habitaciones de pensiones.
Mientras la tasa de sobredosis en Europa cae, el Reino Unido tiene en este momento el peor índice de muertes relacionadas con drogas de todo el continente: de las aproximadamente 8.000 personas que mueren en Europa a causa de las drogas, un tercio muere en Reino Unido.
Pero las cosas podrían ser diferentes. En Dinamarca, en Skyen (Nube), en el recinto para el consumo de drogas que visité, sigue habiendo sobredosis -el último conteo dio más de 800-, pero nadie ha muerto. El número de muertes relacionadas con las drogas en ese país no ha variado desde 2011.
De hecho, nunca se ha registrado una muerte en ninguno de los 78 lugares supervisados para consumir drogas que existen en Europa. ¿Por qué? Porque las enfermeras rápidamente administran los antídotos y resucitan a la persona antes de llamar a la ambulancia. En otros sitios, la tasa de muerte por sobredosis de opiáceos es del 6%.
“Esta gente está muy enferma, no pueden dejar las drogas de golpe”, afirma Anders Larsen, trabajador social y químico en Skyen, mientras quita una pequeña cantidad de heroína en polvo de debajo del microscopio y la arroja a la basura, después de comprobar su nivel de pureza.
“Lo único que podemos hacer es ofrecerles un sitio lo más seguro posible. Y si deciden que quieren dejar las drogas, inmediatamente los derivamos a los servicios de apoyo para adictos”.
En Skyen, los visitantes reciben jeringuillas limpias y tienen acceso a las instalaciones las 24 horas. Existía el temor de que abrir un lugar para el consumo de drogas hiciera aumentar el número de nuevos consumidores, pero eso no ha sucedido. Lo que sí sucedió es que se ha transformado el entramado de la histórica “escena abierta de drogas” de Copenhague.
Menos jeringuillas en las calles
Antes de la apertura de las habitaciones para consumo de drogas en 2012, cada semana se encontraban unas 10.000 jeringuillas en las calles de Vesterbro, el antiguo barrio de la industria cárnica de la capital danesa. Ese número se redujo por debajo de las 1.000 en sólo un año, mientras que el consumo de drogas en esta zona de la ciudad –donde antes los consumidores se inyectaban entre contenedores, en los huecos de las escaleras o en las calles– ha quedado mayormente oculto de la vista del público.
Ahora existen cinco instalaciones médicas como Skyen en todo Dinamarca, donde los adictos pueden consumir cocaína, heroína y metadona bajo supervisión clínica. En Skyen, el personal ha supervisado a más de 7.500 personas consumir más de 1 millón de dosis de droga en seis años.
Ofrecen servicios de reducción de daños y trabajo social, en conjunto con el refugio vecino, ayudando a completar solicitudes de acceso a viviendas sociales y organizando citas en el hospital. Pero lo más importante es que la mayoría de los visitantes son personas en situación de marginalidad extrema –“difíciles de encontrar, difíciles de tratar”– y no suelen tener contacto con personas no-consumidoras o funcionarios.
En Reino Unido, hay cada vez más presión sobre el Parlamento de Westminster para que le permita al parlamento escocés abrir un recinto para consumo de drogas en Glasgow, donde las sobredosis están llegando a niveles sin precedentes y se han quintuplicado en solo 20 años.
Sin embargo, el Gobierno ha bloqueado repetidamente cualquier intento de permitir una excepción a Escocia, argumentando que un sitio así podría suponer desafíos para las fuerzas de seguridad o que implicaría aceptar la criminalidad en torno al consumo de drogas.
En un comunicado, el Ministerio del Interior afirmó que no hay marco legal para la instalación de recintos para el consumo de drogas en el Reino Unido y que no hay planes para instalarlos. Un portavoz subrayó que la adicción a las drogas debe prevenirse con tratamiento y planes de recuperación. Sin embargo, estos servicios se están reduciendo. Recientemente, personal de un servicio de apoyo a adictos aseguró que el aumento del 26% en el número de muertes relacionadas con las drogas en Inglaterra entre 2013 y 2016 había sido causado por el recorte del 18% del presupuesto para tratamientos durante esos mismos años.
“Hace cuatro décadas que existen los recintos para consumo de drogas en Europa y se ha comprobado que son efectivos en ayudar a algunas de las personas más marginales de la sociedad, ofreciéndoles sitios seguros a aquellos que antes se inyectaban de forma peligrosa en espacios públicos”, dice Niamh Eastwood, directora ejecutiva de Release, una organización benéfica que trabaja con información sobre drogas. “Los recintos para consumo de drogas reducen el riesgo de sobredosis mortales, disminuyen el consumo en espacios públicos y facilitan el acceso a servicios de sanidad y tratamientos para aquellos que tienen problemas con el consumo de drogas desde hace mucho tiempo.
“Lo único que impide que el Reino Unido siga el ejemplo de otros países europeos es el Gobierno británico, que insiste en que no apoyará la instalación de recintos para el consumo de drogas a pesar de las evidencias y el hecho de que podrían salvar vidas. Parece que están contentos de que se siga utilizando las calles y el centro de las ciudades para el consumo de drogas”.
¿Es mejor que mueran?
Aunque el Gobierno ha reconocido los potenciales beneficios que estos recintos podrían traer a la salud pública, prefiere “ver a nuestros ciudadanos más vulnerables y desesperados sufrir y morir por razones ideológicas, en lugar de permitir que ciudades como Glasgow abran uno de estos sitios”, dijo Martin Powell de la Fundación para la Transformación de Políticas sobre Drogas. “Los centros de prevención de sobredosis en Europa han supervisado millones de inyecciones y tratado miles de sobredosis sin ni una muerte”.
En Europa, el estatus legal de las instalaciones para consumo de drogas varía según el país. Alemania y Suiza cambiaron sus leyes para permitir las habitaciones para consumo de drogas. España no tuvo que hacerlo porque no penaliza la posesión de drogas para consumo personal. En Francia, los espacios seguros (ubicados en hospitales públicos de París y Estrasburgo) son más polémicos porque ese país tiene algunas de las leyes anti-narcóticos más estrictas de Europa.
En Portugal, que se está preparando para instalar habitaciones de consumo de drogas, la despenalización del consumo de drogas provocó una drástica caída del índice de muertes por drogas, que ahora representa una décima parte de la tasa del Reino Unido. Irlanda y Bélgica también están próximos a ofrecer estas instalaciones.
En Dinamarca, este servicio fue el resultado de una larga campaña liderada por ciudadanos y activistas que querían mejorar la salud pública y finalmente lograron el apoyo de la mayor parte de la población. En un acto de desobediencia civil, el día de las elecciones generales de 2011, una unidad móvil dentro de una ambulancia conducida por voluntarios de Copenhague comenzó a ofrecer un espacio estéril para el consumo de drogas.
“Al principio fue bastante polémico y hubo mucha tensión”, relata Ivan Christensen, que ahora dirige el refugio para hombres ubicado al lado de Skyen. Los trabajadores sociales voluntarios estaban preparados para que les arrestaran, pero no sucedió nada.
Semanas más tarde, una ambulancia de segunda mano, conocida como Fixelance, aparcó frente al Parlamento para llamar la atención sobre el debate que se estaba llevando a cabo dentro: la redacción de una ley que permitía la instalación de habitaciones para el consumo de drogas. Unos meses después, el ayuntamiento les pidió que instalaran una habitación fija para el consumo de drogas y durante el verano de 2012 se aprobó la ley que permite que personas con problemas serios tengan drogas para uso personal, lo cual habilitó que estas instalaciones trabajaran dentro del marco legal. Poco después se abrió un recinto fijo, y desde entonces se ha abierto una instalación mucho más grande y otras tres en otros puntos de Dinamarca.
“Aquí tenemos dignidad”
Son sitios agitados donde a menudo estallan pequeños conflictos, pero aún así los trabajadores y los visitantes crean vínculos mientras comparten historias, comidas y frustraciones. Los visitantes de Skyen, que generalmente compran sus drogas en el mercado local, tienen permitidos 35 minutos en la habitación para fumar y 45 minutos en la habitación para inyectarse.
“Yo me drogo para no sentir el dolor que llevo dentro”, dice un hombre musulmán, veterano de la guerra de Bosnia, después de inhalar heroína en la habitación para fumar de Skyen. “No puedes ni comenzar a imaginarte las cosas que he visto”. Otro hombre me dice que si no estuviera allí, estaría drogándose en la calle. “Aquí es más tranquilo y no tengo que preocuparme de si alguien quiere atacarme”, dice este afgano adicto a la cocaína que huyó de su país cuando comenzó la guerra en 2001. “Aquí tengo dignidad”.
Un adicto a la heroína que creció al cuidado de los servicios sociales daneses explica que en Skyen los visitantes son tratados con “empatía, no se les juzga”, mientras recuerda la difícil historia de su vida. “Aquí no nos condenan, sino que nos cuidan”, dice. “Este sitio nos da más control sobre nuestro destino”.
Las opiniones de los empleados de Skyen están moldeadas por su experiencia diaria, al ver la gente ir y venir mientras cometen delitos para costear su adicción, lo cual significa que entran y salen de la cárcel.
“¿De qué sirve enviar a la gente a la cárcel, donde no hay medidas de reducción de daños a pesar de que las drogas se compran fácilmente?”, dice Larsen, sentado junto a un hombre que acaba de inyectarse heroína. “La gente es capaz de afilar una jeringuilla del suelo para inyectarse. Ojalá pudiéramos darles drogas gratis y de buena calidad. Todos esos delitos son para nada, los beneficios se los lleva el narcotráfico. Hemos perdido la guerra contra las drogas”.
Algunos nombres han sido modificados
Traducido por Lucía Balducci