Diez días sin camión de la basura en Madrid
Don Rafael Martínez y Martínez de Azcoitia, el segundo apellido “con ce de Castilla”, mira distraídamente al suelo de la acera el lunes por la mañana en la madrileña calle del General Pardiñas. La calzada está bastante limpia, pero en los bordillos de las aceras el hielo se sigue acumulando, y por el piso, entre los bloques aún helados, asoman los residuos que quedaron sepultados por la gran nevada de los días 8 y 9. “Made in China”, bromea el hombre, señalando un papel mugriento. Tampoco aquí, en el barrio de Salamanca, ha vuelto la normalidad a las calles cuando empieza la segunda semana tras el temporal, pero Rafael es comprensivo con la lentitud de los trabajos de limpieza. “Bastante han hecho”, entiende.
El Ayuntamiento de Madrid calculaba el viernes que a lo largo del fin de semana se acabaría de recoger toda la basura acumulada tras días con el servicio cortado, contando con que en condiciones normales cada turno recoge unas 850 toneladas de residuos y el jueves se habían retirado casi 1.400, según sus cuentas. No ha sido así, y aunque en menor medida, las bolsas de basura se siguen amontonando en contenedores. A Rafael, al que no le queda mucho para ser octogenario, el alcalde José Luis Martínez-Almeida le parece “excepcional” en el buen sentido, y entiende que la nieve caída tenía “muy mala idea”, mucha más que durante la otra gran nevada que recuerda, en Palencia en 1956. Limpiar lo de ahora “se las trae”, por mucho que diga la oposición, a la que denomina “deposición”, pero aclarando que es un chiste.
Entre los barrios de Goya y Recoletos lo que predominan son comunidades con cubo propio, que sacan los porteros cuando toca. En un portal de Hermosilla está de conserje José Eugenio, que asegura que el camión de la basura no ha pasado aún por allí desde la nevada. “Esta mañana había una montaña que lo flipas”, afirma. La calle desemboca en Velázquez y allí los basureros sí están pasando con regularidad, por lo que José hace la ronda con el cubo cuando está lleno. Hilario, que guarda el portal de enfrente, dice, sin embargo, que el sábado pasó un camión. Otro conserje atareado estos días es Pablo, que está en Lagasca, otra calle noble. Aquí la recogida de basuras ya es regular desde el sábado. “Han venido tarde”, considera este trabajador, que espera que la lluvia que se anuncia para el miércoles despeje el hielo. “Gracias a los porteros, que hemos quitado lo del vado”, puntualiza.
Primitivo espera en Príncipe de Vergara que vuelva su compañero con el camión para seguir con el reparto a domicilio de sofás de El Corte Inglés. El día está siendo “malísimo”, porque no hay donde aparcar, con tanto hielo. “Hay que subirlo en vilo, pasar calle y portal”, lamenta. El reparto va con retraso y así seguirá “mientras no se quite la nieve” algo para lo que, en su opinión, “todavía quedan muchos días”.
Yendo al sureste, en el barrio de Puerta del Ángel, la subida de las temperaturas está teniendo un efecto que era de prever en los contenedores de basura que siguen llenos: empieza a oler mal. Han vuelto las palomas, que picotean con ganas. Por la calle del Cardenal Mendoza y aledañas se ven cubos ya vacíos y otros que siguen hasta arriba, o que se han vaciado y vuelven a rebosar porque la recogida sigue sin tener la frecuencia habitual. En una esquina, al sol, Encarna y Charo discuten sobre quién está limpiando más. Encarna cree que son los vecinos. Charo insiste en que pasó un quitanieves la víspera. “No estamos de acuerdo”, reconocen. Encarna acumuló bolsas en el balcón hasta que le dio vergüenza y las sacó al contenedor. “¿A esos camiones tan grandes no le pudieron poner unas cadenitas?”, ironiza.
Unos metros más arriba, Gerardo se reconoce “un poco mosqueado” porque las bolsas sigan apelotonándose. “Han sido imprudentes, el ayuntamiento, la Comunidad de Madrid y quizás el Gobierno [estatal], los meteorólogos lo habían avisado y fueron muy certeros”, va contando, enfadándose conforme habla y endureciendo su juicio de la labor municipal. “Negligencia total”, acaba diciendo. Como la calle es bastante estrecha, lo que se habla en la vía lo pueden oír los vecinos, caso de un hombre que interrumpe, asomándose por la ventana: “Es un cachondeo total; luego para pagar impuestos somos los primeros”, objeta, y aprovecha para atacar a “los de los leones”, en referencia a los diputados del Congreso, “que cobran lo que tres jubilados juntos”. Sus señorías no tienen culpa en este caso, pero el vecino se vuelve a meter antes de que quepa aclarar el reparto de competencias.
Juan Pedro trabaja en un taller. “Llevo ocho días tocándome las narices”, explica. Hoy, por fin, pueden circular los coches por su calle, tras pasar ayer la máquina de limpieza. Un poco más abajo, Roberto explica que fue a comprar una pala para echar una mano la semana pasada con el trabajo vecinal de limpieza y los dependientes le aconsejaron que no se lo pensase mucho porque la ley de la oferta y la demanda empezaba a operar a pleno rendimiento. “Compra esa, que vale 15 euros, en el almacén las nuevas nos las están cobrando a 50”, le dijeron.
Luis y Diego, que se dedican a montar maquinaria en talleres, fuman un cigarrillo a la puerta del bar cuando se acerca la hora de comer. En la calzada, los montones de nieve rebosan de colillas. “Madrid está fastidiado”, dice el primero. Ambos viven fuera de la capital. Luis, en Alcorcón, donde asegura que el viernes ya estaba todo bastante limpio. Diego, un poco más lejos, en Perales de Tajuña. “En los pueblos es distinto; no hay calles tan estrechas, la gente tiene tractores, se echa una mano”, reflexiona. ¿Y en Madrid, cuándo estarán limpias las calles? La pareja coincide: “Hasta que no llueva...”.
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