Carmen de Burgos, Colombine, y la construcción del feminismo
De Carmen de Burgos muchos saben poco o nada; los más la conciben como amante excéntrica de Ramón Gómez de la Serna; algunos la tienen por pionera del periodismo... pero muy poco ha trascendido su importancia en la gestación del feminismo español. Colombine fue el más célebre de sus pseudónimos. También firmó como Raquel, Honorine, Perico de los Palotes o Marianela. Durante años habitó en las calles de lo que hoy es Malasaña, cambiando al menos 10 veces de domicilio. Y acabó viviendo en Chamberí, en el 1 de la calle Nicasio Gallego, donde una placa hoy la recuerda.
Oriunda de Níjar (Almería), nació hace 150 años (en 1867) y se casó a los dieciséis con un periodista mujeriego ante la oposición de su padre. La que fue primera rebeldía se convirtió pronto en desdicha, pero en lugar de acomodarse en la resignación, buscó en el desarrollo de la carrera de magisterio una vía de emancipación. En 1901 aprobó las oposiciones y, en cuanto pudo, cogió del brazo a su hija y dejó su Almería natal rumbo a Madrid. En 1909, tras un paso forzado por Toledo, fue nombrada profesora de la Normal Central de Madrid, donde trabajó hasta su muerte. Curiosamente, nunca la enseñanza fue su vocación.
Pionera del periodismo y del divorcio
En 1903 Carmen se había convertido, a nómina del Diario Universal, en la primera periodista española. Empezó con una columna de tema femenino llamada Lecturas para la mujer, desde donde supo transgredir límites, pasando de hablar sobre temas domésticos a hacer un sondeo de opinión acerca del divorcio.
Un año después saldría publicado su libro El divorcio en España. Que en aquella España de la Restauración Carmen tuviera la osadía de publicar un libro con semejante título llama hoy la atención. Mucho más asombro produce, sin embargo, desentrañar la génesis activista del libro. Colombine inició, desde su tribuna de El Heraldo, una especie de plebiscito, entrevistando a personalidades de la época y recibiendo cartas de lectores. A todos ellos se les preguntaba por la ocasión de establecer en España una Ley del divorcio. Su aportación personal al libro lleva el provocador título de El divorcio de las monjas, y en él hace un paralelismo civil con el permiso religioso para abandonar los votos.
Entre los nombres ilustres que se pronunciaron figuran Azorin, Unamuno, Emilia Pardo Bazán, Vicente Blasco Ibañez, Canalejas o Francisco Giner de los Ríos. Las respuestas son, aun con tibiezas, sorprendentemente positivas hacia la causa. Más disparidad hay entre las misivas de los lectores y lectoras.
Por ejemplo, decía una tal Farinata, que podría representar al ángel del hogar de aquella España, “no negaré que existan maridos con los cuales se hará insoportable la vida; también es evidente que algunas esposas convierten el hogar doméstico en un infierno; pero cuando esto suceda, me parece mejor que armados de paciencia, abnegación y tolerancia, esperemos resignados a que Dios se sirva de cortar el estrecho lazo del matrimonio con la muerte de uno de los cónyuges”.
En 1906 Colombine se convierte en la primera mujer corresponsal de guerra, enviada por El Heraldo de Madrid a Melilla. En esta misma cabecera intentó promover un nuevo plebiscito, esta vez sobre el sufragio femenino, aunque tuvo que cerrarlo presionada. Desde sus columnas y reportajes también abordó otros temas progresitas como la lucha contra la pena de muerte o la defensa de las mujeres trabajadoras.
Colombine se había convertido también en un personaje clave del ambiente cultural madrileño. En su tertulia de la calle San Bernardo son asiduas glorias del modernismo como Rubén Darío y jóvenes valores en busca de promoción. En uno de ellos, Ramón Gómez de la Serna (vecino también del barrio), encontró el que sería el amor de su vida durante 20 años. Ambos vivirán años de viajes por toda Europa, intenso trabajo intelectual, bohemia y literatura. El miedo a la pacata sociedad de la época (él era 21 años menor), sin embargo, hizo que su romance acabara con la tertulia en 1909. Cuando Ramón funda en esos años la revista Prometeo, firma con el pseudónimo de Tristán, que parece hacer alusión al famoso amor de los imposibles.
La nunca hecha pública relación de Carmen y Ramón termina en 1929. Ese año el autor había contado con la hija de Carmen, María, para el estreno de su obra Los medios seres. Ambos inician un idilio fugaz durante los ensayos que acaba con una espantada a París del escritor y el corazón de Colombine roto por las dos personas que más amó. A pesar de todo, siguieron manteniendo la amistad.
Políticamente, Colombine fue la primera mujer afiliada al Partido Republicano Radical Socialista (antes había militado en el PSOE y en Unión Republicana) En 1931, aunque no formó parte de ninguna candidatura oficial, fue apoyada por un grupo de campesinos que pretendía tenerla de referente.
Pionera de la literatura social y feminista
Su obra literaria (es autora de 11 novelas largas, un centenar de novelas cortas, traducciones, ensayos, incontables artículos...) también da noticia de su interés por la mujer y los temas de corte social.
Colombine sitúa a la mujer en el centro de su universo narrativo. Si su periódico hace un homenaje a Cervantes ella escribe La hija de Cervantes, sobre Isabel de Saavedra; si hace crónica de la guerra europea, dedica paginas a las cantineras del frente. En 1915 ayuda a visibilizar la vida de las actrices en su serie Confidencias de artistas, donde entra en los camerinos de grandes de las tablas como María Guerrero, Loreto Prado o Margarita Xirgu. Paralelamente entrevista también a artistillas de varietés.
En 1921 publica la novela El artículo 438, alegato contra dicho artículo del Código Penal según el cual “el marido que sorprendido en adulterio a su mujer matase en el acto a ésta o al adúltero... será castigado con la pena de destierro. Si les causara lesiones de segunda clase, quedará libre de pena”.
Colombine coincide con Lorca en encontrar la inspiración en un célebre crimen de la época, el de Níjar. El genio granadino escribió Bodas de sangre, y la almeriense Puñal de claveles (1931), en la que la protagonista rompe con las convenciones sociales en favor de la pasión verdadera, fugándose con su enamorado. Un canto a la mujer libre y rompedora escrito cara a cara con el espejo. También abordó otros temas valientes en la época como la homosexualidad, en la novela corta Ellas y ellos o ellos y ellas.
Pionera del feminismo
El feminismo de Colombine fue cambiando y radicalizándose a medida que ella misma ayudaba a construirlo. En sus inicios, muy influida por el regeneracionismo noventayochista y las ideas krausistas, es partidaria de una ampliación de la instrucción femenina, pero sin cuestionar la posición de la mujer como madre y esposa. Al principio, incluso rehuía el término feminismo, “me da miedo el feminismo que tiende a masculinizar a la mujer”, dice en 1911. Sin embargo, sus posiciones van haciéndose más y más atrevidas hasta la publicación en 1927 de La mujer moderna y sus derechos.
Fue presidenta de la Cruzada de Mujeres Españolas, primera organización feminista del país, y perteneció a la Liga Internacional de Mujeres Ibéricas e Iberoamericanas. Había tenido mucho contacto con asociaciones sugragistas internacionales durante sus numerosos viajes y fue artífice de la integración del feminismo español en el movimiento internacional.
En 1919 retomaría su viejo tema del voto de la mujer, en un clima ya más proclive a la lucha, y en 1921 marcharía al frente de la primera manifestación de mujeres, que irrumpió en la Carrera de San Jerónimo, ante el asombro de todos, para entregar en el Congreso un manifiesto por los derechos políticos de la mujer. Aquella reivindicación fue interclasista, aglutinando federaciones obreras, maestras, artistas y hasta a alguna marquesa.
Aunque en sus últimos años su corazón enfermo la mantuvo permanentemente fatigada, pudo sacar siempre fuerzas de flaqueza, como ejemplifica su muerte. El 8 de octubre de 1932, participaba en una mesa redonda del Círculo Radical Socialista sobre educación sexual. “En las bodas del futuro, al tomarse los dichos, deberá acudir el médico en vez del confesor”. Estas fueron algunas de sus últimas palabras antes de solicitar que viniera su amigo y médico Gregorio Marañón. Este no estaba en la sala, pero otros doctores presentes intentaron socorrerla sin éxito. Aún, serena, llegó a decir “Muero contenta, porque muero republicana ¡Viva la República! Les ruego a ustedes que digan conmigo ¡Viva la República!”
Moriría esa misma madrugada en su casa. Junto a ella estaba en el momento de su muerte su hermana Catalina, Katty, que vivió con ella toda su vida, haciéndose cargo de la casa y de las labores del hogar. Una mujer en la retaguardia de otra mujer pionera: he ahí otra figura interesante a descubrir.
Con la Segunda República se conseguiría el sufragio femenino en España, y en marzo de 1932 también llegaría la primera Ley del Divorcio, pudiendo ver Colombine la victoria final de algunas de sus luchas vitales meses antes de morir. En aquellos años decía ya “no basta con ser electoras; hemos de ser elegibles”.
El rastro de Colombine desaparece tras la Guerra Civil. Aquella mujer feminista, roja, masona, y escritora, se diluyó en el olvido. Ella que había hecho de la toma de la palabra de la mujer su vida. Y seguramente por ello. Las crónicas de su entierro en el cementerio civil de Madrid, recogida en muchos países, dan noticia de la importancia social de una mujer a la que, años después, se presentaba solamente como la excéntrica amante de Gómez de la Serna, o un personaje de la bohemia madrileña. En la novela Las Máscaras del Héroe, de Juan Manuel de Prada, este le dedica lindezas de la siguiente altura intelectual:
“Colombine”, (...) recorría los Círculos Culturales pronunciando conferencias para un público femenino en las que se empezaba vindicando el divorcio y se terminaba, en medio de un frenesí de aplausos, instaurando un régimen de matriarcado donde no se excluyesen el amor sáfico y la castración“. También, ”se pavoneaba ante sus invitados con ademanes de gallina clueca“ La caracterización obedece a una percepción social castrada por el franquismo que transciende las estrecheces mentales del escritor.
Hasta 1976 no aparece la primera biografía de Carmen de Burgos, y tiene que ser una profesora norteamericana, Elisabeth Starcevic, quien la escriba.
Aunque en los últimos años se ha reivindicado su figura en círculos académicos, aún hoy es un personaje desconocido para el gran público, siendo especialmente oculta su faceta de pionera del feminismo y las luchas sociales.
* Nuestro vecino y colaborador Juan Carlos, de Gatos Curiosos (blog de la asociación Carpetania) nos ha dejado, con ocasión del Día Internacional de la Mujer, una bonita semblanza de Colombine: "Un recuerdo para mi vecina Carmen de Burgos "Colombine"Juan CarlosGatos CuriososCarpetaniaUn recuerdo para mi vecina Carmen de Burgos ”Colombine“
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