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Entrevista

El artista que cose Madrid y el mundo en sus manos: “Mi piel se convierte en las hojas de un diario”

El artista David Catá, junto a algunas de sus obras expuestas en la muestra 'Horizontes'.

Guillermo Hormigo

Prodigioso Volcán, Madrid —

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David Catá tiene el mundo en sus manos. No es una cuestión de ego ni avaricia, de hecho en la conversación de Somos Malasaña mantiene una actitud algo reservada, sin que por ello se resienta su capacidad para hablar de su propio arte. Una obra en la que precisamente se muestra sin revelarse del todo: sus manos, su torso o hasta su pies tienen un protagonismo del que deja fuera a su rostro.

Todo está en sus manos de forma literal, ya que hace años emprendió un proyecto en el que se cose en ellas paisajes que han marcado su vida. Él mismo se encarga de esta particular confección que luego fotografía. Comenzó al presentarse y ganar un concurso de fotografía cosiéndose en la palma una vista al mar de Vieiro, su municipio natal en la provincia Lugo.

Sus últimas panorámicas tienen a Madrid como protagonista, con el estanque del Retiro o el skyline desde el parque de las Siete Tetas de Vallecas. Otras instantáneas llevan hasta la Torre de Hércules de A Coruña o incluso hasta México o China, y ya piensa en otra que tomará en Santander. Ahora, reúne esta serie y otras piezas en la exposición Horizontes, que puede visitarse en la sede de Prodigioso Volcán (número 17 de la calle de El Escorial) del 17 al 31 de octubre.

Cuando este periódico le visita se encuentra ultimando los preparativos finales de la muestra “Hace ya bastantes años que no hacía una exposición individual aquí en Madrid. Participé en varias colectivas como la feria Estampa en 2021, pero individual igual hace como 10 [tiene solo 36 años]”. La primera vez que mostró sus obras en la capital fue en el Círculo de Bellas Artes, por eso la terraza de este enclave ofrece la tercera de las panorámicas “manuales” de la exposición tomadas en la ciudad.

“La memoria, el paso del tiempo, el olvido...”. Son algunos de los temas que Catá afirma recoger en sus pinturas, sus fotografías, su música y sus performances (cerrará con una la exhibición el jueves 31). Un artista multidisciplinar que lleva la heterogenidad a sus temas, donde busca los límites entre “lo material y lo intangible”. Puede sonar abstracto, pero solo hay que contemplar su fotografía de dos dientes de león recorriendo el cielo (un cielo del tiempo pandémico) en la serie La vida tras la ventana para que la emoción se haga presente.

El diente de león, como la costura, es otro de los recursos a los que regresa una y otra vez. Con uno de gran tamaño oculta su cara en un autorretrato. Con ellos recubre pequeños retratos de sus familiares, “para protegerles”. No se entiende su obra sin estos vínculos familiares, sin el cariño pero también sin todo aquello que se añora. La pérdida de su abuela le marcó, pero todavía más que su bisabuela le contara cómo, la noche anterior a que el deceso tuviera lugar, soñó que su hija estaba a punto de marcharse para siempre.

“Parto de recuerdos familiares y de mi ámbito familiar para inspirarme y crear todas las piezas. Me inspiro mucho también a través de los recuerdos heredados de mis abuelas. Y de mi madre, precisamente mi madre es costurera. Extraigo su oficio y lo aplico en la palma de mi mano. Mi piel se convierte en las hojas de un diario, la aguja y el hilo en la tinta con la que escribo el relato de mi vida”, expone.

“También hago referencia al mito de las parcas, porque tejían con su hilo la historia de las personas. Cuando alguien moría cortaban ese hilo”, añade. Le fascina lo “efímero” de la existencia, de ahí su insistencia en elementos que lo son. No solo el diente de león, también el hielo o elementos que simbolizan el tránsito como puertas y escaleras.

“Hace apenas unos años trabajaba mucho mirando hacia el pasado, mirando hacia la historia familiar y el dolor por la pérdida. Horizontes nace como una segunda etapa en la que dejo de mirar tanto hacia el pasado, pero sin olvidarme de él, y trato de ir hacia el futuro. De ahí surge esta serie de fotos que llamé A flor de piel, en la que tengo hasta la fecha 25 retratos fijados en la palma de la mano”, relata. Un proceso que “duele” físicamente, aunque matiza que “no mucho”: “Lo peor es al retirar la tela. Entre cada pieza tienen que pasar dos o tres semanas para dejar que la piel de la palma se recupere”.

Mirar al pasado para pensar el futuro

“Siempre hay algo autobiográfico en lo que hago. Cuando un paisaje me marca como si fuese el escenario donde me ocurren mis historias, pues lo coso y lo presento. Cada paisaje es importante por muchos motivos. Es bonito porque el horizonte es mirar hacia el futuro, al mismo tiempo son recuerdos que vas acumulando”, cuenta. De hecho, además de las fotografías, la colección incluye una de las propias costuras utilizadas. La tela está superpuesta a otra foto, la de su mano. En la obra de Catá, aunque suena paradójico, todo es efímero pero a la vez todo se recicla y resurge.

La serie incluye principalmente paisajes, pero también la foto del cuerpo “de una expareja” frente a la cual su mano aparece recubierta de vello (más bien eso es lo que la costura simula ser). O la de un piano, símbolo de su gran afición a la música. En otro de sus autorretratos emerge (o se ahoga) en una especie de mar agarrado a este instrumento, símbolo de la enfermedad degenerativa que sufre debido a la cual experimenta una pérdida progresiva de la audición.

Además de la exposición, Catá ha lanzado un disco en el que enriquece y expande su obra pictórica y fotográfica, gracias a su formación como compositor y coreográfica. En los videoclips de cada tema elabora una particular iconografía muy vinculada a su arte, en la que de nuevo utiliza las manos para transformarse incluso en un instrumento musical. Vuelve a mostrarse sin mostrarse, tapando de nuevo su cara con una tela o a través de dobles. Está presente sin estarlo, es materia siendo intangible.

También habla del juego entre luz y oscuridad, como en su serie Reminiscencias, donde el diente de león es una especie de fuga de esperanza en composiciones con un punto más lúgubre. Pese al componente visceral de su obra, hay siempre espacio para la ambigüedad.

Con esa misma falta de certezas habla de la relación con las redes sociales (supera los 10.000 seguidores en Instagram): “El algoritmo siempre está ahí, pero yo las utilizo a modo de diario”. Es otra forma de hacer memoria, como lo son aquellas telas que tejía su madre y que ahora le sirven para mantener viva la memoria de su abuela.

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