Galería: así ha transformado Pinta Malasaña 2020 un mercado municipal
Entrando por una de las puertas laterales del Mercado de los Mostenses (calle García Molinas), un retrato colectivo de sus habitantes hace intuir al paseante que se adentra en un lugar diferente. En los dibujos están el carnicero, dos tenderas de una frutería, el dueño de uno de los restaurantes del lugar y familias que compran habitualmente en este espacio situado en las traseras de Gran Vía y muy próximo a plaza España. Los retratos son obra de Elena Sanmiguel y es una de las 50 obras que el festival Pinta Malasaña acaba de regalar a los madrileños en este espacio municipal.
Atravesando las puertas que custodian los retratados se accede a unas escaleras antes anodinas y que ahora han cobrado vida con las Mayras que pintó Laura Gonballes, las lanas entrelazadas de Bananocream, el zorro paciente que dejó en una esquina, apoyado, Elizabeth Karin, o la reflexión sobre el suelo y cómo las ciudades modelan a sus ciudadanos que imprimió sobre el ladrillo Miguel Moreno Mateos. Todos estuvieron pintando por turnos este mercado durante las cuatro últimas semanas, aprovechando el cierre dominical y dejando obras como la sirena llena de plásticos de Sara Vidigal, situada entre el ave fénix de Ottstuff y la composición de Paul Lataburu.
Los artistas pintaron paredes y también los cierres de algunos puestos, con piezas que reflejan futuros distópicos (Dante Arcade), aislamiento social (Por Favor), la reconstrucción para volver a crear (Inventura Studio), la calidez de una playa mediterránea (De tripas aerosol) o un simpático homenaje a los héroes de la pandemia (Max501).
Saliendo al patio central, los curiosos que acudan al mercado se encontrarán con una decena de obras de un solo vistazo: el homenaje a las mujeres mayores de Malasaña (En mitad de en medio), el surrealismo de Lázaro Tótem y Aly Calle, las estructuras geométricas y urbanas de Marcos Casero, la casa dibujada por plantas de Eduars, la delirante entrevista a una actriz de Erre Gálvez, un detalle de los juegos visuales de Solanas-Díaz y, presidiendo la escena, el pulpo gigante de Teje la araña.
Subiendo de nuevo a la primera planta, camino de la terraza, el recorrido artístico del mercado permite descubrir un robot fallecido como Marat, factura de Guillermo JBueno, el sueño de Rousseau interpretado por Vik Nianiou, la huida hacia la naturaleza de Yoshihito Suzuki y cuatro formas en las que un gato puede morir, de Libertad Ballester. Si el visitante llega arriba del todo siguiendo los dedos que apuntan de Tárrega -no siempre se puede hacer-, en la azotea de Mostenses descubrirá el color que Dirty1984 le ha dado a sus muros y el mensaje que Stoolstreetart nos quiere hacer llegar dibujando un pacman gigante.
Ellos son algunos de los artistas que han transformado para siempre un mercado municipal en el que ahora también se alimenta el espíritu, además del estómago. Así lo hicieron (pincha en las imágenes para ampliar):
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