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Urbanismo Madrid
Valorar la privatización de AZCA desde el recuerdo de aquellos paseos del confinamiento

Vista de las fuentes situadas en la plaza central de AZCA

Luis de la Cruz

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En diciembre de 2020, cuando en Madrid lo que lo petaban eran los cierres perimetrales de las llamadas Zonas Básicas de Salud, este periódico descubrió que el Ayuntamiento había dejado fuera de la restricción de la zona de General Moscardó AZCA, que pertenecía el área. Con el indulto comercial, el consistorio condenaba en la práctica a los vecinos encerrados en su barrio a renunciar a su mayor zona verde.

Los precintos de plástico de los columpios, situados en la gran área central de AZCA, fueron rotos enseguida y, en general, la gente obvió una prohibición de la que probablemente muchos no llegaron a enterarse.

Aunque no lo parezca, aquella medida estaba animada por el mismo espíritu que el estudio de viabilidad publicado sotto voce por el Ayuntamiento para privatizar por cuarenta años casi 60.000 metros cuadrados de suelo de uso público en el complejo empresarial. A cambio de la reforma, y sin el pago de ningún canon, la empresa adjudicataria prevé ganar 2,6 millones anuales de beneficios a costa de alquilar las calles y plazas del entorno a terceros. En ambas ocasiones, la rentabilidad privada ha primado sobre el derecho al uso del espacio público de los vecinos.

Las zonas públicas de AZCA recibieron durante los tiempos de los paseos de la pandemia la visita de mucha gente. Directamente conectado con el tramo de la Castellana peatonalizado los fines de semana, esta área se convirtió en un reguero de patinetes infantiles y paseantes. Sin coches ni habitantes en las oficinas, los espacios entre los rascacielos de AZCA sirvieron al propósito humanista que en su día pensara el arquitecto Antonio Perpiñá para la Asociación Mixta de Compensación de la Manzana A de la Zona Comercial de la Avenida del Generalísimo.

En realidad, en los espacios y recovecos de AZCA, en sus calles privadas de uso público, enseguida anidaron las contradicciones que tejen invariablemente lo que conocemos como una ciudad. Todo puede ser uno y su contrario, y si bien es innegable que los desniveles umbríos del complejo facilitaron la inseguridad y el abandono de algunas de sus partes, igualmente obvias resultan manifestaciones de la cultura urbana que, como hierbas rebeldes entre los adoquines, rápidamente llegaron a AZCA. Hablamos de los pioneros del hip-hop o el graffity en los ochenta y la chavalada que baila o hace parkour hoy.

AZCA necesita reformas, pero en los últimos años ha habido sucesivas intervenciones que permiten que los chicos que patinan a los pies de la Torre Picasso convivan con familias que celebran los cumpleaños a orillas del parque infantil, toman algo en alguna de las terrazas, pelan la pava junto a los setos o jueguen al baloncesto en una pista donde el nivel de los pobladores de la cancha es digno de ver.

El proyecto para el nuevo AZCA está basado en la propuesta ganadora del concurso de ideas convocado por RENAZCA en 2021, la del estudio responsable del HighLine de Manhattan. Hay ya artículos científicos que cuantifican en un 35.3% el encarecimiento de las viviendas más cercanas a esta celebrada pasarela elevada de Nueva York, lo que ha valido a la infraestructura ser citada como ejemplo de eco-gentrificación. El entorno del AZCA propuesto, en el que también hay prevista una gran pradera central que promete todo tipo de reclamos verdes, parece difícilmente gentrificable por su carácter empresarial y de lujo. Sin embargo, el desplazamiento de los usuarios de su espacio público, que abarca un abanico social muy amplio, es un peligro constatable en un proyecto en el que desaparece el parque infantil y las pistas deportivas serán de pago que se instalaron en 2018 con notable éxito.

Plantearnos la vuelta a un contexto de confinamiento como el que puso de relevancia la gran importancia del espacio público de AZCA en su entorno como fiel para medir la necesidad de preservarlo de uso público puede antojarse alarmista, pero el recuerdo de aquellos días nos sirve para valorar lo que podemos perder si un gestor privado se ve en la tesitura de elegir entre nosotros y el último gran evento patrocinado por una marca.

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