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“Trump es el reflejo de algo que se viene incubando desde hace mucho tiempo”

Franccisco Díaz Klaassen

José Miguel Vilar-Bou

“En la colina” (Candaya) es la nueva novela de Francisco Díaz Klaassen (1984), autor chileno afincado en Ithaca, Estados Unidos, donde cursa un doctorado en literatura en la Universidad de Cornell. El libro relata con intensidad, ironía y atrevimiento formal el periplo íntimo de un profesor de literatura recién abandonado por su esposa que trata de reencontrar el sentido a su existencia. Klaassen considera que hoy se da “un momento de reapertura” de la conexión literaria entre España y América Latina y destaca “la apuesta de Candaya para reavivar esa relación llena de altibajos”. El escritor chileno fue seleccionado en 2011 por la Feria Internacional del Libro de Guadalajara como uno de los “25 tesoros literarios a la espera de ser descubiertos”.

Has contado que “En la colina”, antes que como novela, nació como un ritmo, incluso que hubo una primera versión rimada.

Tanto en estilo como en fondo, la novela se fue formando sobre la mezcla de absurdidades y minitragedias personales que arrastra el narrador, y sobre el escenario: Ese lugar extraño, entre ridículo y mítico, un bosque un tanto remoto donde te encuentras con animales que no esperarías, como mapaches, zorrillos, ciervos; donde casas con tumbas del XIX conviven con edificios modernos universitarios.

Partes de lo biográfico para hacer ficción. Tu separación matrimonial: ¿La escritura de la novela fue un modo de ayudarte en el proceso o simplemente se coló en la historia?

Un poco las dos cosas, pero sobre todo se coló en la historia porque me pareció un gran punto de partida narrativo. Algo desde lo que contar otras cosas: El narrador, llevado por su fracaso matrimonial, se plantea sus demás fracasos existenciales. De hecho, su gran problema no es que su mujer se vaya con su mejor amigo, sino la desesperación de no poder ponerse por encima de los acontecimientos.

En alguna escena ironizas sobre el modo de vida norteamericano.

Estados Unidos es un país de pocos matices, donde todo está un tanto prefabricado. Es como una versión distorsionada del sueño americano: Parece que hubiera un libro de instrucciones para todo, y que si lo sigues paso a paso tendrás asegurado el resultado que deseas. El protagonista de la novela está atrapado en esa falsedad.

El contraste continuo entre dolor y humor tiñe toda la novela.

Es algo que tiene que ver con la distancia: Todas las tragedias vistas con distancia son más ridículas o, mejor dicho, resulta más fácil no tomártelas tan en serio.

¿Cómo surgió esa manera de narrar, en párrafos de una sola frase, breves y tajantes?

Era un desafío técnico. Me había fijado mucho en la velocidad de Bolaño y Bernhard, que son dos formas distintas que alcanzan un mismo resultado, y quería ver si, mediante seudoaforismos y una narración cortante, era capaz de conseguir algo fluido, que avanzara por sí mismo igual que el personaje borracho asciende por la colina.

Es tu quinto libro. ¿Supone “En la colina” una evolución o un cambio en tu obra?

Mis últimos tres libros están muy conectados. Los dos primeros eran demasiado cerebrales, tenían muy poco estómago. En los tres últimos he tratado de crear una mezcla de estómago, cabeza y las partes más sexuales. Pero siento que todos mis libros son el mismo, y que lo voy reescribiendo porque uno nunca está totalmente satisfecho. Siempre muestro un personaje en busca de una epifanía. Parece que va a alcanzarla, pero nunca llega.

¿Te sientes más cómodo en la novela o en el cuento?

En los dos. De hecho, “En la colina” originalmente era un cuento. La ventaja de la novela es que tienes menos miedo a cometer errores, porque el género te permite meterte en callejones que no van a ningún lado y no pasa nada. El cuento, en cambio, debe ser más redondo, más cerrado, y eso quizá te vuelve más predecible y contenido como narrador.

Alguna vez has dicho que hoy resulta difícil tomarse en serio Estados Unidos. Como latino que lleva siete años viviendo en este país, ¿qué sensaciones te transmite el clima social que se respira?

Yo vivo en una burbuja universitaria. Allí todo el mundo es muy liberal, anti Trump y pro derechos sociales. Pero si sales un poco y vas a un bar de gente local, es impresionante ver cómo, al oír tu acento, ya no te tratan bien o directamente no te atienden. Es una mezcla de racismo recalcitrante e inseguridades propias. Notas a flor de piel cómo está el clima de exacerbado. No hay ninguna duda de que Trump va a ser reelecto. Él es el reflejo de algo que se viene incubando desde hace mucho tiempo.

¿Las universidades están perdiendo contacto con la realidad?

La universidad norteamericana perdió el rumbo hace mucho y no se entera de lo que está sucediendo a nivel de calle. Eso es preocupante porque uno pensaría que las humanidades deben estar bien abiertas a los acontecimientos, pero sucede lo contrario: Cada vez son más conservadoras, cerradas. Ya ni existen.

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