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Murcia y aparte es un blog de opinión y análisis sobre la Región de Murcia, un espacio de reflexión sobre Murcia y desde Murcia que se integra en la edición regional de eldiario.es.

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Y todo sigue igual

Antonio Martínez Cerezo

El 13 de agosto de 2010, publiqué en el decano de la prensa murciana el artículo «BREVIARIUM CARTAGHINENSE» (1484), fácilmente accesible en versión digital, pues anda colgado en la red de redes. Dos años después, aquel apretón de letras fue íntegramente recogido, con otros artículos míos, bajo el ilusionante marbete común «MURCIALOGÍA», en Tonos Digital, número 22, enero de 2012.

Mi intención al publicar «BREVIARIUM CARTAGHINENSE» (1484) era dar a conocer las últimas averiguaciones contrastadas sobre el primer libro impreso en la ciudad de Murcia. Alba de la imprenta en la patria querida. Un incunable que sitúa a Murcia entre las primeras provincias españolas donde se implantó la imprenta, a muy poco tiempo de distancia del «SINODAL DE AGUILAFUERTE», publicado en Segovia en 1472 y que pasa, con razón, por ser el primero de los primeros.

De la existencia del «BREVIARIUM CARTHAGINENSE» hay pormenorizada constancia. Tanta que en mi ordenador cuento con una copia digital obtenida en Italia que puse entonces a disposición de las autoridades culturales murcianas. En vano. Nadie se ha interesado por tan fundamental asunto. Porque lo que mola caracola es tintar de colores las márgenes del río Segura y buscar «influencers» nórdicos que expliquen a los despistados turistas nórdicos las bondades de la Huerta de Europa y lo placentero que es para la andorga tomarse una marinera en la plaza de las Flores (antes, de las Carnicerías).

La particular circunstancia del «BREVIARIUM CARTHAGINENSE» nos retrotrae a los umbrales de la conquista de Granada. Murcia, 12 de enero de 1484. Cuatro años antes de que los Reyes Católicos visitaran la ciudad, 26 de abril de 1488, permaneciendo la reina, doña Isabel, a orillas del Segura dos meses y el rey muy brevemente por andar metido en guerra con los moros de Vera, Almería y Baza, según dejó escrito Frutos Baeza en su «Bosquejo histórico de Murcia y su Consejo».

El primer incunable murciano lo imprimió, en la fecha indicada, el platero e impresor castellano Alfonso Fernández de Córdoba, ayudado por su hermano Bartolomé; miembros muy posiblemente de una familia de «cristianos nuevos». De Alfonso se sabe que llegó a Murcia procedente de Valencia, para salvar la cabeza por la que allí se ofrecía una pasta. Condenado a muerte en la ciudad del Turia, a orillas del Segura halló tan favorable cobijo que en abril de 1483 el Concejo murciano le otorgó el bien remunerado oficio de «fiel de pesos».

Que un platero con buena mano para la confección y grabación de joyas tuviera buen pulso para la confección de tipos móviles para el nuevo arte de la imprenta es de lógica elemental. La suerte quiso que los pasos le llevaran ante don Martín de Selva, deán de la catedral y protonotario. Un influyente hombre de iglesia, tal vez el más esclarecido y puesto al día del obispado de don Rodrigo de Borja (1480-1492), el único titular de nuestra diócesis llegado a papa (el controvertido Alejandro VI). Presumo (pero no puedo afirmarlo) que por aquel entonces tan inteligente deán tenía entre manos un manuscrito del obispo fray Diego de Bedán (1415-1442), por mí calificado como «el obispo del andamio» en un artículo que asimismo anda o vuela por las red de redes. En hojas sueltas o encuadernadas, cabe presumir (siempre con las naturales cautelas) que luciera al frente el título «BREVIARIUM CARTAGINENSE».

Sabido es que por entonces cada sede episcopal tenía su propio Breviario, siendo así hasta que años después, en 1568, el papa Pío V publicó el «Breviario romano», prohibiendo los particulares. El Breviario particular del reino de Murcia sin duda alguna fue el que por la tradición oral y escrita (Díaz Cassou) se ha venido admitiendo que dejó compuesto el obispo Bedán: el «BREVIARIUM CARTHAGINENSE». Del manuscrito en cuestión es muy probable que llegaran copias a las diócesis, para su aplicación en las misas a los fieles. Pero las copias eran de difícil elaboración y lectura. Y dándose la circunstancia de que por aquel entonces emergió como un milagro de la naturaleza el arte de la imprenta, ni corto ni perezoso el deán don Martín de Selva, visto que Alfonso, residente en la ciudad de Murcia, amén de platero era maestro impresor, le instó a imprimir el manuscrito.

Que don Martín de Selva supervisó la impresión consta en el colofón del incunable. Que la estampación se llevó a cabo en Murcia, a 12 de enero de 1484, también. Que lo hizo el maestro impresor Alfonso, ayudado por su hermano Bartolomé, igualmente. Y que quien en calidad de socio capitalista puso el dinero con ánimo de sacar buena tajada de la impresión fue el judío Salomón Zalmati o Salmati se deduce del sello impresor: un león rampante en un escudo rojo, que con este editor se relaciona.

En mi inicial artículo sobre el tema sugería la fiel impresión facsimilar del incunable, previa obtención de los permisos correspondientes. Han transcurrido desde entonces ocho años y seguimos en las mismas. En Murcia hay dinero para fuegos fatuos, pero no para congraciarse con nuestro sobresaliente pasado. Una pena. Porque, como decía uno ayer, mientras no se cumpla tal objetivo, Murcia estará en deuda con su propia historia. Cuestión nada baladí. Pues con este incunable Murcia se sitúa a la cabeza de las primeras provincias españolas donde se instaló la imprenta.

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