El reciente caso de la detención del jefe de servicio de Urbanismo de la Consejería de Fomento viene a poner en solfa, oportunamente, la situación del funcionamiento político de la administración regional después de casi un cuarto de siglo de estar controlada por el Partido otrora popular, actualmente podrido mientras no se demuestre lo contrario. Una tremenda cuestión a la que habrá de hacer frente el próximo gobierno regional… si cambia su signo: desmontar el entramado y redes clientelares internas en la administración pública.
El susodicho detenido ––L.P.A. según unos, Luis Pérez Almansa, según otros–– clama ser un 'chivo expiatorio', en tanto que por otro lado se revela su modus operandi reflejado en las pertinentes grabaciones.
Pero el asunto es que este 'alto funcionario' no era más que jefe de servicio en el escalafón. Aquí está el quid: su puesto es uno al que se llega por libre designación del consejero o responsable político de la candidatura. No es por tanto ese lugar uno al que se llegue solo por méritos o preparación profesional. Y siendo como es ese un tercer o cuarto escalón en el funcionamiento de una consejería de la administración regional, se revela así en toda su dimensión hasta qué punto llega el control ideológico que el partido gobernante desde hace casi un cuarto siglo ejerce sobre la cosa pública.
Resulta que, allá por aquel glorioso año de 1995 cuando el PP ganó electoralmente por primera vez el gobierno de la Región, casi lo primero que encargó el presidente Ramón Luis Valcárcel a su guardia pretoriana de la época fue que organizara el entramado legal para que en la administración quedara todo atado y bien atado.
Siguieron una serie de decisiones político-administrativas refrendadas en Consejo de Gobierno por las que quedó asegurada la fidelidad a ultranza al partido gobernante de los secretarios generales, directores generales, subdirectores generales y, como queda dicho, hasta los jefes de servicio. Eso se consiguió fundamentalmente cambiando de forma legal y radical la relación de puestos de trabajo de la Comunidad Autónoma.
Quienes tenían nivel funcionarial y profesional para ocupar cualquiera de esos puestos pero no mostrara la aquiescencia necesaria con las decisiones políticas a ejecutar tomadas más arriba o eran marginados directa, lisa y llanamente, o veían su carrera estancada para siempre cuando no truncada.
Se podrían poner, con nombres y apellidos, unos cuantos ejemplos clamorosos en las consejerías implicadas en las políticas decididas desde la Presidencia como las de Política Territorial (ahora Fomento), Agricultura (agua para todos), Medio Ambiente (una risa), Sanidad (a privatizar), Enseñanza (a catolizar)… Todas, vamos.
Por si esto fuera poco, paralelamente los ejecutores de las políticas decididas por Ramón Luis Valcárcel y su equipo más cercano se aplicaron en trufar la administración y las alcaldías de asesores de todo tipo y pelaje, siempre que fueran fidelísimos vigilantes de la aplicación de las directrices mayormente reaccionarias del partido de gobierno. Unos fueron conocidos como tales cuando la oposición pidió cuentas en la Asamblea Regional. Otros, muchos, son asesores 'profesionales' o 'funcionariales', pero nombrados a discreción para puestos digamos orgánicos.
Volviendo al principio, si cambia el gobierno autonómico y algunos ejecutivos locales tras el 26-M, el jefe del Consejo de Gobierno habrá de proceder al desmontaje de la profunda y extensa red de colocados por el PP a todos los niveles. En el interior de las administraciones ya corren sotto voce rumores y se comunican miedos y aprensiones entre quienes han sido de una u otra forma por quienes todavía gobiernan.
Un ilustre socialista cuenta que se lo tiene más que advertido a Diego Conesa: que tendrá que darle un vuelco a los niveles superiores y medios de la administración si quiere ser efectivo… y si llega a tener a su cargo el bastón de mando regional. Falta por ver, efectivamente, si esta nueva situación llegará a producirse. Depende de los votos. Y también de la actitud política de los posibles aliados que el líder socialista murciano tendría para gobernar.
Es decir, dando por descontado que Podemos e Izquierda Unida apoyarán sin ambages esa limpieza, cabe preguntarse cuál será esta vez la actitud regeneradora de los muchachos de Albert Rivera en la Región. Porque hay motivos para que las cejas sigan enarcadas. Vale.
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